crítica | teatro

La verdad está por verse

La compañía uruguaya La Gringa representa dos funciones simultáneas en el mismo escenario para mostrar la contradicción entre realidad y apariencia

Esa línea invisible que en la vida separa realidad y ficción, lo que se nos cuenta y lo que de verdad sucede, el discurso conveniente y lo inconfesable, en Bienvenido a casa es una falsa pared, detrás de la cual el público que la noche anterior vio esta función uruguaya vuelve a verla escondido de la mirada del público de hoy, desconcertado porque, desde su posición en el patio de butacas, el espectáculo resulta un puzzle imposible de entender cabalmente, a falta de sus piezas centrales: “Pobrecitos, solo pueden ver esta habitación. Ignoran lo que hay más allá”, dice uno de los protag...

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Esa línea invisible que en la vida separa realidad y ficción, lo que se nos cuenta y lo que de verdad sucede, el discurso conveniente y lo inconfesable, en Bienvenido a casa es una falsa pared, detrás de la cual el público que la noche anterior vio esta función uruguaya vuelve a verla escondido de la mirada del público de hoy, desconcertado porque, desde su posición en el patio de butacas, el espectáculo resulta un puzzle imposible de entender cabalmente, a falta de sus piezas centrales: “Pobrecitos, solo pueden ver esta habitación. Ignoran lo que hay más allá”, dice uno de los protagonistas refiriéndose a la inopia en la que los espectadores están respecto a lo que sucede fuera de campo, y, en un nivel metafórico, a lo aparte y lo ignorantes que están los comunes respecto a lo decidido en los foros económicos e ideológicos que mueven el mundo con determinación impensable.

BIENVENIDO A CASA

Creación colectiva. Intérpretes: Óscar Pernas, Mariano Prince, Mario Rodríguez, Rafael Soliwoda, Gustavo Suárez, Chiara Hourcade, Sergio Gorfain y Soledad Pelayo. Dirección: Roberto Suárez. Teatro Valle-Inclán. Del 24 al 27 de octubre.

Si la primera entrega de Bienvenido a casa (la que se ve desde la platea), protagonizada por un grupo de gente orillada, primos lejanos de los Coleman y tataranietos de los desastrados personajes de alguna mojiganga áurea, decepciona por las altas expectativas que había puestas sobre espectáculo tan celebrado y premiado, en la segunda entrega la función que se desarrolla en paralelo en el reducido espacio entre cajas sorprende y cautiva, lo que resultaba arbitrario la noche anterior cobra ahora un sentido inesperado y la sobretensión impresa en los personajes y su aturdimiento permanente, que antes nos parecían gratuitos ambos, se revelan como sendos recursos eficacísimos para mantener en tensión esas dos horas de metateatralidad, sinceramiento, revelaciones culposas, bofetadas, hilaridad y golpes de efecto certeros.

 

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