“Podría pensarlo de cualquiera menos él”

Los compañeros del maquinista del tren de Santiago alaban su prudencia como conductor de trenes

El maquinista del tren Alvia, Francisco José Garzón.X-A-Soler/M. Ferreirós (EFE)

“Le doy 50 euros por cada persona que me traiga que hable mal de él”. La imagen de Francisco Garzón que se ha construido, la de un conductor irresponsable que presume en su Facebook de la velocidad que alcanza con su vehículo, no es la que tienen sus compañeros de trabajo ni sus vecinos. Más bien es la contraria. En lo personal y en lo profesional. El amigo que está dispuesto a dilapidar el salario de maquinista de Renfe a cambio de que le presenten enemigos del conductor del Alvia justifica hasta la ya famosa ...

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“Le doy 50 euros por cada persona que me traiga que hable mal de él”. La imagen de Francisco Garzón que se ha construido, la de un conductor irresponsable que presume en su Facebook de la velocidad que alcanza con su vehículo, no es la que tienen sus compañeros de trabajo ni sus vecinos. Más bien es la contraria. En lo personal y en lo profesional. El amigo que está dispuesto a dilapidar el salario de maquinista de Renfe a cambio de que le presenten enemigos del conductor del Alvia justifica hasta la ya famosa imagen volcada en su perfil social con el velocímetro a 200 km/h: “¿De qué se escandalizan? Es la velocidad a la que tiene que ir el tren”.

A Francisco lo recuerda jugando de pequeño con su hermano, ya fallecido, en la estación de Monforte de Lemos. Los Garzón, como la gran mayoría de los ferroviarios que residían en los barrios cercanos a las instalaciones de Renfe, un mundo propio en la pequeña ciudad lucense, eran originarios de Castilla y León, en concreto de Ponferrada, y vivían en Rioseco, en unas casas de Renfe desde las que se podían tocar las vías. Él y su amigo, que no quiere identificarse, entraron a la vez en la compañía en 1982, con 21 años, como peones, echando gasolina a las máquinas. “Entonces era un chaval alegre, muy simpático, que intentaba hacer su trabajo sin caer en la monotonía, pero que a la vez destacaba porque era muy cumplidor”, recuerda uno de los maquinistas a los que surtía, José Luis Rodríguez Rivera, hoy concejal del BNG en Monforte.

En 1998 ascendió a ayudante de maquinista temporal. En 2000, para consolidar la categoría, tuvo que elegir un destino fuera y se fue a Barcelona. Garzón ascendió a maquinista en 2003, logró plaza en Madrid y en 2011 volvió a Galicia, a A Coruña, para cuidar de su madre.

En la estación coruñesa, un trabajador lo tiene claro: “Se podría esperar de cualquiera menos de él. Hay algunos por los que no pondrías la mano en el fuego, pero lo de Garzón es una pena”. Quien prácticamente se juega la mano es su paisano Ángel Rodríguez: “Ayer en una terraza en Ourense escuché en la mesa de al lado que el maquinista había tenido varios accidentes. Desde 1982 que lo conozco no se le ha abierto ningún expediente por nada”.

“Tiene que haber algunas causas más que el presunto fallo humano”, defiende Eladio Rodríguez, responsable de Transportes de UGT Galicia. “Hoy hay una serie de medidas que protegen a un tren de posibles errores. Lo malo es que coincide una de las curvas más difíciles de la alta velocidad con el final de un sistema de protección”.

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