ÓPERA

Isolda y compañía

Concluye el aterrizaje del Festival de Bayreuth en Barcelona

El tenor Dean Smith y la soprano Iréne Theorin en Tristán e IsoldaANTONI BOFILL

Cuesta llegar a esta conclusión, pero si Bayreuth no los encuentra querrá decir que no hay tristanes en el actual mercado de voces. Cuesta, porque en algún lugar del mundo debe de haber un auténtico heldentenor, un tenor heroico capaz de sobreponerse a los inhumanos envites de la orquesta wagneriana y que vocalmente confirme el trato de héroe que le dispensa el libreto. No es que Robert Dean Smith no cumpliera, que no infundiera confianza: intuyes desde el principio que llegará sin despeinarse al final del tremendo tercer acto. Pero tal vez ahí, en ese “sin despeinarse” esté justamente el lími...

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Cuesta llegar a esta conclusión, pero si Bayreuth no los encuentra querrá decir que no hay tristanes en el actual mercado de voces. Cuesta, porque en algún lugar del mundo debe de haber un auténtico heldentenor, un tenor heroico capaz de sobreponerse a los inhumanos envites de la orquesta wagneriana y que vocalmente confirme el trato de héroe que le dispensa el libreto. No es que Robert Dean Smith no cumpliera, que no infundiera confianza: intuyes desde el principio que llegará sin despeinarse al final del tremendo tercer acto. Pero tal vez ahí, en ese “sin despeinarse” esté justamente el límite: Tristán reclama una melena tan revuelta como los sentimientos que le destrozan. Y fuerza, mucha fuerza.

Maticemos: la orquesta no contribuyó a que se le escuchara mejor. Al gran Peter Schneider se le vio más dispuesto a dejar hacer que a intervenir con la batuta, como si esta coletilla barcelonesa del festival alemán le pillara un tanto fatigado. Por supuesto, tanto él como la orquesta cosecharon los parabienes de rigor, pues la calidad técnica de estos músicos, auspiciada por unas condiciones laborales que aquí se nos antojan poco menos que óptimas, es incuestionable. Pero echarle el freno de mano al volumen no le habría venido nada mal a Dean Smith, inaudible en no pocos pasajes, incluso desde la séptima fila, que es donde nos ubicamos.

Tristán e Isolda

De Richard Wagner.

Intérpretes: Robert Dean Smith, Franz-Josef Selig, Iréne Theorin, Jukka Rasilainen, Ralf Lukas, Michelle Breedt. Orquesta y coro del Festival de Bayreuth. Director: Peter Schneider.

Barcelona, Liceo, 6 de septiembre.

Ahora bien, la causa principal de este Tristán ausente vino de colocar como Isolda a Iréne Theorin, cantante sueca que debutaba en el Liceo y que, como se suele decir, se comió al tenor con patatas. Ahí sí estamos ante una voz con todas las aptitudes dramáticas requeridas por la parte: fiato prodigioso, voz grande que appiana como y donde quiere y diversidad de registros, desde el hieratismo del primer acto, al lirismo del gran dúo del segundo para concluir con un Liebestod de una intensidad expresiva monumental.

El resto del reparto a gran nivel, con especial mención para el rey Marke de Franz-Josef Seilg, a quien ya habíamos escuchado como Daland en El holandés. Bien también el Kurwenal de Jukka Rasilainen y un punto por debajo, pero finalmente correcta, la Brangane de Michelle Breedt.

Con Tristán concluye este aterrizaje del Festival de Bayreuth en Barcelona que se salda con un éxito más que notable. Va a ser muy difícil, por no decir imposible, que las siguientes citas del bicentenario wagneriano se mantengan al nivel que ha tenido este inicio. Es el riesgo de fichar a Bayreuth en peso en posición de salida. Y es también la grandeza del acontecimiento: tardaremos en olvidar estos días mágicos en los que la música de Wagner se ha acogido con un silencio y un respeto pocas veces registrado en el Liceo.

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