El eterno retorno

‘Niños de la guerra’ y emigrantes españoles que residen en un geriátrico del municipio de Alalpardo, pendientes de su desalojo por falta de financiación

Antonio Martínez Díez, uno de los 19 residentes de El Retorno.SANTI BURGOS

“Yo solamente quería venir a España para morir en mi tierra. ¡Dios sabe dónde lo haré finalmente!”, exclama Francisco G., un emigrante español de 78 años, que volvió de Guatemala en 2008. Desde entonces reside en El Retorno, una residencia que acoge temporalmente a emigrantes retornados y niños de la guerra sin recursos, en el municipio madrileño de Alalpardo. Este expropietario de una finca de café, natural de Madrid, está desolado desde que se enteró de que su actual hogar cerrará por falta de financiación. “¿Adónde iremos?”.

Nadie sabe contestarle a esa pregunta. Ni la direc...

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“Yo solamente quería venir a España para morir en mi tierra. ¡Dios sabe dónde lo haré finalmente!”, exclama Francisco G., un emigrante español de 78 años, que volvió de Guatemala en 2008. Desde entonces reside en El Retorno, una residencia que acoge temporalmente a emigrantes retornados y niños de la guerra sin recursos, en el municipio madrileño de Alalpardo. Este expropietario de una finca de café, natural de Madrid, está desolado desde que se enteró de que su actual hogar cerrará por falta de financiación. “¿Adónde iremos?”.

Nadie sabe contestarle a esa pregunta. Ni la directora del centro, ni el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, encargado de gestionar el acceso a la residencia y su traspaso luego a centros de la comunidad de la que son originarios. “No sabemos ni siquiera cuándo será la última vez que el catering sirva el almuerzo”, sentencia Consuelo Gala, directora de El Retorno y vicepresidenta de la Fundación Gumiel, a la que pertenece el centro.

Francisco no es el único angustiado por su porvenir. “Toda una vida haciendo y deshaciendo maletas para que ahora me ponga a llorar”, pensó Teresa Casals, de 86 años, cuando hace dos semanas la residencia comunicó a sus 19 inquilinos que con la subvención de este año del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, la Fundación no podrá hacer frente a los gastos. El centro necesita unos 440.000 euros y el ministerio les facilita 250.000. La Fundación se sostiene con esta ayuda, que se integra dentro del presupuesto de la Dirección General de Migraciones. “Para colmo, nos deben los seis últimos meses”, añade Gala.

Las lágrimas de Teresa, una anciana llena de vida y con tantos kilómetros a sus espaldas, tienen todo su sentido. Su vida ha discurrido entre Manresa y Montevideo. En Cataluña conoció a su marido y tuvo a sus hijas. En Uruguay la esperaban sus padres y sus hermanos que habían emigrado. Partió a las Américas en 1952. Volvió a Barcelona un año después. En 2003, marchó de nuevo a Uruguay dejando a sus hijos en España. En 2008 decidió pasar su edad dorada cerca de los suyos. Pero nadie se podía hacer cargo de ella. “En el consulado me hablaron de este centro y me aseguraron que, una vez en Madrid, tardarían 15 días en reubicarme en Cataluña. Aún sigo esperando”.

La incertidumbre agota hasta al aventurero más solitario. Es el caso de Adolfo Pérez, un exmasajista de 69 años, que en 2011 volvió de São Paulo (Brasil) y se instaló en El Retorno, donde no sería un estorbo para su familia. Cumplía con los requisitos: superaba los 65, es español, se valía por sí mismo y no tenía recursos. Su familia había dejado Madrid en los años cincuenta por el pasado sindicalista de su padre. Este hablador insaciable ha conseguido en este centro la independencia que tanto buscaba. Situado a unos 12 minutos de Alalpardo, al noreste de la región, les da a los inquilinos plena libertad de movimiento: Adolfo asiste cada semana a las clases del programa para mayores de la Universidad Autónoma de Madrid; Teresa se acerca a Algete para comprar algún que otro pintalabios con el dinero que le sobra de la pensión, una vez pagada la cuota del centro.

Los repatriados pagan un máximo del 75% de su jubilación que se destina, según Gala, al Ministerio de Empleo. Trabajo precisa que con este dinero se paga la plaza en la residencia y, a su vez, se garantiza el sustento de los jubilados. La falta de financiación ha asfixiado la gestión de El Retorno. “Los empleados ya no cobran, debemos facturas a la empresa de catering y cada día con el centro abierto supone un coste de 900 euros”, explica desesperada la directora del centro, fundado por el salesiano Víctor Mirón en 1989. “Migraciones tiene que responsabilizarse de sus ancianos”, repite. El ministerio, por su parte, explica que la cantidad destinada para estos mayores se ha establecido teniendo en cuenta el número de residentes (19), las peticiones de ingreso de los últimos años y las “disponibilidades presupuestarias”. Gala considera, sin embargo, que si cada vez hay menos acogidos (de 40 a 19) es porque al ministerio no le interesa que aumente y recuerda que sigue habiendo emigrantes con necesidad de ser repatriados.

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Empleo aseguró el pasado viernes a este diario que los ancianos tendrían esta semana una plaza en los geriátricos de sus respectivas comunidades. No coincide con lo que, según Gala, les dijo ese mismo día el director general de Migraciones, Aurelio Miras, a los ancianos: que serían alojados en residencias de Madrid. Ellos ya tienen el equipaje preparado. Por ahora, destino a ninguna parte.

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