Thurston Moore, músico: “Si Sonic Youth volviera, tendría que ser gratis, sin dinero de por medio”
El líder de la banda de rock experimental publica sus memorias, ‘Sonic Life’, donde repasa una trayectoria en la que logró llevar la experimentación sonora a las masas
Experimental Jet Set, Trash and No Star (1994) es uno de los 15 discos que grabó Sonic Youth. Y eso fueron ellos: una especie de realeza sin ínfulas de estrellas —al menos, no al principio—, una banda muy influyente en lo que se conoció con el brumoso nombre de “rock alternativo”. Unos los adoraron, otros no.
Sus integrantes, ...
Experimental Jet Set, Trash and No Star (1994) es uno de los 15 discos que grabó Sonic Youth. Y eso fueron ellos: una especie de realeza sin ínfulas de estrellas —al menos, no al principio—, una banda muy influyente en lo que se conoció con el brumoso nombre de “rock alternativo”. Unos los adoraron, otros no.
Sus integrantes, Thurston Moore, Kim Gordon, Lee Ranaldo y Steve Shelley, también fueron un ruidoso motor —“la música que hace el torno de un dentista”, dijeron en New York Rocker— que alentó una cierta hermandad entre bandas. En Sonic Life, la historia de Moore (Coral Gables, Florida, 1958) empieza con la irrupción de los primeros singles de rock’n’roll en el comedor de casa, y sigue con sus escapadas con su amigo Harold Paris a la ciudad que nunca duerme. Ellos tampoco lo hicieron, y cada noche iban al CBGB o al Max Kansas City a ver a The Ramones, a Blondie, Television y Patti Smith, sacerdotisa de la escena punk y artie de la ciudad, un movimiento que se alimentaba de un “alegre nihilismo”, escribe.
Moore, que se retrata como un “palurdo de Connecticut”, se mimetizó con todos esos músicos y escritores sin blanca en una ciudad infestada de ruido, y de ese fragor emergió como un artista neoyorquino que escupe guitarrazos al mundo. Una noche conoció a Kim Gordon, bajista, guitarrista y compositora feminista, un exotismo entonces. Se hicieron pareja, fundaron Sonic Youth en 1981 y casi tres décadas después se separaron (también la banda) por una infidelidad de años por parte de Moore con Eva Prinz, su segunda esposa, lo que Gordon describió como “un cliché más del fracaso de las relaciones: una crisis masculina de mediana edad, otra mujer” en sus memorias La chica del grupo. Moore respondió a nuestras preguntas este martes durante una visita a Barcelona.
Pregunta. ¿Qué le llevó a Nueva York?
Respuesta. Ya iba de adolescente. Quería ir a los sitios donde iban Burroughs y Warhol, pasear por allí a ver si me tropezaba con ellos. Supongo que buscaba lo subversivo, pero no en el sentido del peligro. Buscaba esa extraña energía, lo diferente. Veía fotos de Lou Reed o Nico y me iba a la ciudad a intentar encontrarlos. Me atraía el hecho de que no parecían querer ser rock stars.
P. Usted iba para periodista.
R. Sí, ser músico me parecía fuera de mi alcance. Les dije a mis padres que iba a ser periodista, pero al estilo de Lester Bangs o Richard Meltzer, que tenían el mismo peso que los músicos de los que escribían.
P. Y entonces Patti Smith, que escribía en fanzines, sacó un single.
R. Fue como si se hubiera pasado al otro lado. Recuerdo que fue el primer disco que pensé que se había grabado en menos de una hora. Para la cara A había elegido hacer una versión, Hey Joe, y en la B estaba Piss Factory, con ese piano... Era algo diferente a lo que había entonces, distinto incluso a lo que hacían The New York Dolls.
“EE UU es un país enfermo, en guerra psicológica consigo mismo, poniendo a unos y otros bajo sospecha”
P. En el libro habla de una especie de hermandad.
R. Muchos eran vecinos en el East Village, personas metidas en el rock’n’roll y en la poesía. Richard Hell, Tom Verlaine o Patti Smith. Y yo también escribía, de adolescente hice un libro de poemas. Era terrible, quería sonar como si The Stooges escribieran poesía…
P. En el libro salen avenidas, tiendas, cafés. ¿El arte estaba en la calle?
R. Sí, la ciudad era como un lienzo. Era algo muy democrático. Nadie era famoso entonces, y lo importante era la visión, el talento. Luego resultó que algunos estaban en el momento y lugar adecuado, como Basquiat. Y también Madonna. El rollo que le gustaba era un poco hortera, pero su interés por la música y el baile latino era genuino, y supo transmitir ese zeitgeist… Ella era ambiciosa, nosotros no.
P. ¿De dónde viene el sonido de su guitarra?
R. Al principio no tenía intención de experimentar, aunque me acuerdo que de adolescente enchufé la guitarra al estéreo de casa y me pareció interesante. No pensaba mucho en el sonido, y no escuchaba free jazz. Pero sabía que no iría a ningún lado tocando do, re, mí. Y un día vi a Glenn Branca; esa energía, el ruido y el volumen me volaron la cabeza. En Sonic Youth ya empecé con ese sonido.
P. ¿Cuál es el legado de la banda?
R. No pienso en eso. Quizás que los jóvenes nos identifiquen con la experimentación. Lo más exitoso de Sonic Youth es que tú mismo puedes hacer lo que quieras.
P. En el libro se nota que tiene buena memoria. ¿Ayuda que sea coleccionista?
R. Sí, de singles, de fanzines, de posters... Sueño con que alguien me ceda un espacio donde poner toda mi colección, mi archivo. Tal vez una casa en Roses (Girona), en la Costa Brava, o en Banyoles [allí vive su amigo Ignacio Julià, crítico musical], entre mar y montaña.
P. Fueron una banda con inquietudes políticas.
R. Bueno, nos sentíamos comprometidos con lo que pasaba alrededor. Hay una canción de Kim llamada Swimsuit Issue, publicada en Geffen, que hablaba de un abuso cometido en las oficinas… ¡de Geffen!. Y hay otra, Youth Against Fascism, contra Reagan, algo casi pintoresco comparado con lo de ahora. Estados Unidos es un país enfermo, en guerra psicológica consigo mismo, poniendo a unos y otros bajo sospecha. Trump busca un control totalitario al estilo american way. Solo en Estados Unidos puede surgir una figura como él. Pero tengo fe en que las cosas puedan cambiar.
P. ¿Hay resistencia?
R. Lo que hay es agotamiento social, y creo que tiene que ver con las redes sociales, que no tienen efecto porque van a los círculos a los que se pertenece. El problema es que la izquierda no busca el poder por el poder y la derecha, sí. Es el mundo en que vivimos ahora, con personajes como Trump, Netanyahu, Putin y su gente.
P. Estos días estaban por aquí las Pussy Riot.
R. Están muy bien este tipo de voces, pero no se puede cambiar lo que está pasando solo con arte, hay que implicarse en política. Es curioso, el otro día leía que Dylan no se sentía identificado con sus canciones protesta, que fue una influencia de Sally Grossman [su pareja en los primeros sesenta], muy activa políticamente. Pero con Blowing in the wind logró transmitir a la gente que no tenía por qué identificarse con las políticas de Eisenhower, que se le podía cuestionar, y cambió la conciencia nacional. Igual el Nobel debería ser para Sally… [ríe].
P. Y Sonic Youth, ¿va a volver?
R. Todo el mundo pregunta eso. Creo que, si eso pasara, la cuestión se centraría demasiado en el dinero. Quizás lo haría si no hubiera cuestiones monetarias por medio. Un concierto gratuito o algo así. Pero cuando expongo esta idea se hace un silencio…
Sonic Life
Traducción de Iñigo García
Contra, 2025. 592 páginas. 28,90 euros