Cuentos separados por siglos de distancia en el Museo de Pontevedra
El centro hace dialogar su colección con otros dos fondos privados. El resultado, muy estimulante e inscrito en el imaginario gallego, abre una nueva etapa en esta renovada institución
No es fácil combinar obras de colecciones de arte distintas y que funcionen. Menos aún si combinan piezas del año 50 antes de Cristo con las últimas producciones de arte contemporáneo en un viaje doble: rescatando las primeras hacia el presente y lanzando las segundas hacia el pasado haciéndola vivir en otro tiempo. Cuando esa magia se da, uno vuelve a creer en el arte como ese lenguaje capaz de establecer conexiones de ideas inspiradas en el otro. No se me ocurre otro poder más regenerador que esa fuerza de comunicación al mismo tiempo subjetiva y comunitaria. Esa de entenderse pese a las dif...
No es fácil combinar obras de colecciones de arte distintas y que funcionen. Menos aún si combinan piezas del año 50 antes de Cristo con las últimas producciones de arte contemporáneo en un viaje doble: rescatando las primeras hacia el presente y lanzando las segundas hacia el pasado haciéndola vivir en otro tiempo. Cuando esa magia se da, uno vuelve a creer en el arte como ese lenguaje capaz de establecer conexiones de ideas inspiradas en el otro. No se me ocurre otro poder más regenerador que esa fuerza de comunicación al mismo tiempo subjetiva y comunitaria. Esa de entenderse pese a las diferencias (o gracias a ellas). Solo desde esa especie de empatía, los tiempos cronológicos se comprimen y los espacios de la mirada se dilatan. Una fantasía.
Ocurre en el Museo de Pontevedra con A era das fábulas. Comisariada por Ángeles Tilve Jar, Susana González y Chus Martínez, la exposición supone una conversación entre las tres colecciones de arte que ellas lideran. La propia del Museo de Pontevedra, un extenso conjunto patrimonial de fondos documentales y arqueológicos; la colección de la Fundación María José Jove, con sede en A Coruña y un gran foco en el arte gallego, y la de TBA21, más internacional y de producciones propias, abierta a las ecologías críticas, imaginarios culturales y relaciones más que humanas, esas conexiones que llaman “interhistóricas” y “transgeográficas”. Pensada como una gran escena, casi como una pieza teatral, la muestra se divide en tres actos, tres salas, tres conceptos, tres elementos y tres colores. Muy conectados, a su vez, con tres insignias de Galicia: tradición, mitos y orografía. Imaginación, transformación y renacimiento. Mar, tierra y aire. Azul, avellana y malva.
Amuletos, máscaras y cánticos circulan de una sala a otra cual cuentos mestizos. El título es el de la obra de Mercedes Azpilicueta que dialoga, sin apenas distancia, con las esculturas de Nora Aurrekoetxea y un pequeño picasso de 1965: Le modèle dans l’atelier. Se podría recorrer la exposición trazando triángulos, líneas paralelas y diagonales entre las obras. Sobre el plano, las piezas están pensadas con tiralíneas. Un montaje finísimo, arriesgado, con colores hasta media pared, plataformas que suben las esculturas del suelo y peanas redondas. Un acierto: colocar obras de diversos artistas una pegada a la otra, como la pintura de Menchu Lamas junto a la de Fernand Léger. Pese a que el gesto es bizarro enfatiza esa idea de hermandad tan buscada y la creación de una escena en el montaje. Solo una pequeña pega: que los colores de las paredes acaben en semicírculo, que llevan un bonito display a cierta idea de señalética.
Unos 40 autores protagonizan este ritual en formato expositivo lleno de hallazgos imprevistos. Por ejemplo, la Maternidad pingüina (1927-1928), de Francisco Vázquez Díaz, junto al vídeo de Himali Singh sobre el deshielo en los glaciares en We Are Opposite Like That (2018-2019); las conchas y buguinas junto a la Naturaleza viva (1943), de Maruja Mallo, y la Tuneladora (2021), de Teresa Solar, junto a una de las mejores pinturas de Luis Gordillo: La tercera adoración (1991). El mar como cuna de fábulas y cuentos orientados a llegar a una relación (tampoco fácil) de armonía con el océano. La tierra, la agricultura y sus mitos, la labranza como práctica, la supervivencia y el clima se suman en este recorrido para entender no sólo el pasado, sino un presente que pide paso a una gran transformación urgente. Polípticos de artefactos y amalgamas (2011), de Misha B. Golas, están ahí a un palmo de distancia de los colgantes, sonajeros y figuras del siglo XVII y XIX; como Helmets (2019), de June Crespo, junto a Dix (2009), de Georg Baselitz; igual que el paisaje de Miró en conversación con el de Kiko Pérez. Un gran textil de Belén Rodríguez, a modo de cortina, rubrica ese bonito laberinto de ideas lleno de exvotos, musicalidades, profecías, bosquejos, pozos, pájaros, deseos, naufragios y misterios.
El poder regenerador de la magia no solo funciona como tema de la exposición. Esa misma energía se extiende desde el Museo de Pontevedra, con una renovada mirada sobre el marte. Mucho tiene que ver con ella la historiadora del arte Agar Ledo, responsable del departamento de investigación del museo con un trabajo lleno de sinergias. Esa misma versatilidad que reivindica la muestra con el arte para ser reinterpretado y reimaginado a lo largo del tiempo es lo que, entre líneas, demanda esta institución con una nueva programación que quiere estrechar lazos entre las artes de antaño y de mañana. Lo que es lo mismo: estar abierto a sentir esas posibilidades y las fuerzas que componen lo contemporáneo. No es el único reto de este y otros museos. Situar al público en el centro de las organizaciones, haciéndolo más participativo, contar con una financiación estable y comprometida, también con una formación seria y constante, es el camino para ese éxito tan ansiado de las instituciones.
En esta muestra, la plasticidad de las fábulas y los cuentos permite preservar identidades culturales e imaginarios populares, que las comisarias conectan con la naturaleza y la imaginación. Busca reivindicar a Galicia como ese lugar de peregrinación también en el arte, y una ciudad como Pontevedra como una de las sedes más fructíferas en la formación de artistas. La Fundación RAC, de Carlos Rosón, contribuye con exposiciones, publicaciones y coleccionismo. No es poco. Y a esa energía se sumará en 2025, de nuevo, la Bienal de Pontevedra, que, tras 15 años de ausencia, vuelve a celebrarse buscando nuevas lenguas y lenguajes en este certamen internacional que llegó a ser una referencia a inicios de siglo. Sin duda, una buenísima noticia.
‘A era das fábulas. A arte o poder rexenerador da fantasía’. Museo de Pontevedra. Hasta el 29 de septiembre.
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