‘Política y ficción. Las ideologías en un mundo sin futuro’, de Pablo Bustinduy y Jorge Lago: el populismo no es el final
En su ensayo, el ministro y el sociólogo hacen un repaso de las ideologías que durante décadas han servido para estructurar nuestras sociedades
El ministro Pablo Bustinduy y el sociólogo Jorge Lago han escrito un libro que —quizás no lo saben— explica por qué su partido máter, Podemos, estaba condenado al desencanto, al margen de las purgas de Pablo Iglesias o las malas decisiones estratégicas tras sus diez años recién cumplidos. Y es que Política y ficción hace un repaso de las ideologías que durante décadas...
El ministro Pablo Bustinduy y el sociólogo Jorge Lago han escrito un libro que —quizás no lo saben— explica por qué su partido máter, Podemos, estaba condenado al desencanto, al margen de las purgas de Pablo Iglesias o las malas decisiones estratégicas tras sus diez años recién cumplidos. Y es que Política y ficción hace un repaso de las ideologías que durante décadas han servido para estructurar nuestras sociedades. Y entre ellas, la fase populista no aparece como el fin de todos los males, sino al contrario: el populismo post crisis de 2008 sólo fue el resultado del fracaso de los relatos anteriores, una fase transitoria, que tampoco ha servido para poner fin al conflicto político.
Así que la obra tiene enjundia filosófica, eso sí, adaptada a un lector medio. Se agradece un ejercicio de abstracción que huya del debate politiquero, asumiendo que la cosa pública aún se nutre de ideales, y no solo de zascas y polémicas. Es lo que los autores llaman “ficciones resolutivas”: el modelo ideológico hegemónico a cada momento no solo sirve para canalizar problemas concretos, sino que se legitima implícitamente, al ordenar la existencia del ciudadano y proyectar su esperanza hacia un horizonte apetecible. Aunque los autores llegan a una conclusión descorazonadora: la mayoría de las ideologías que existen desde el surgimiento del Estado moderno tenían algo de escapismo. Perdieron adeptos cuando se demostró que, pese a servir para soportar las contradicciones o penurias del presente, la arcadia del futuro prometido nunca llegaba. Por ejemplo, el liberalismo obligaba a aceptar un estado de naturaleza hostil, las desigualdades, o las injusticias, bajo la fe ciega en que el mercado las resolvería. La socialdemocracia convivía con más desigualdades que no solo la económica, como el género, condición sexual o raza. El comunismo vivía en la tensión entre la forja de identidad de clase, y el deseo de transformación, sin alcanzar la emancipación plena. El neoliberalismo, en su fase obscena, ni siquiera necesitaba legitimarse y vació de sentido las conciencias humanas.
El populismo llegó por descarte, ante la sensación de que el futuro ya no servía para postergar el conflicto político
En consecuencia, el momento populista llegó, por descarte, ante la sensación de que el futuro ya no servía para postergar el conflicto político. De ahí bebe la ultraderecha, de la nostalgia que se refugia en las identidades de un pasado idealizado. Y de ese contexto nace también el populismo de izquierdas. Frente a las decepciones anteriores, su receta fue una suerte de presentismo: la reelaboración de la identidad colectiva, de un “nosotros” —el pueblo— que se sentía desencantado y expulsado de la política elitista —la casta—. El caso es que el propio populismo se acabó sumiendo en el descrédito por problemas muy parecidos de los que adolece Podemos: bien, las expectativas incumplidas acaban provocando una gran frustración, ante la incapacidad de esos movimientos de adaptarse a los códigos de la institucionalización; o bien, se termina renunciando a resolver el conflicto social y sólo se aspira a hegemonizarlo, a través de ir ganando pequeñas batallas discursivas. Si uno lee entre líneas, verá reflejadas las dos fases del partido morado: la de tener ministros en el Gobierno hasta 2023, y la del grupo bunkerizado en el Congreso, la presente. En consecuencia, los autores invitan a buscar nuevos imaginarios para un nuevo contrato social colectivo. Entre ellas, la lucha antirracista —el Black Lives Matter—, la revolución feminista o las movilizaciones por el clima son los vectores del nuevo tiempo. He ahí la paradoja y la moraleja: la sensación de que no hay futuro se resuelve mediante formas de proyectarse hacia este. No solo de pan vive el hombre: también necesita darle sentido a su incierta existencia.
Política y ficción. Las ideologías en un mundo sin futuro
Península, 2024
208 páginas. 18,90 euros
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