Nikita Teryoshin, el fotógrafo del negocio impúdico de la guerra
A lo largo de cuatro años, el autor ruso acudió a ferias de armamento en distintos lugares del mundo dando forma a un fotolibro. Una mirada tan disparatada y estrafalaria como real e inquietante del oscuro y próspero negocio de la guerra
A finales de verano del 2016, como viene siendo costumbre desde 1993, tuvo lugar en las afueras de Kielce, Polonia, la Exhibición Internacional de la Industria de Defensa (MSPO), la mayor feria de armamento de Europa central. Seiscientas nueve empresas de 30 países, incluido España, mostraban sus productos. Fueron cerca de 22.000 personas las que se dieron cita entre tanques, ametralladoras, bazucas y las últimas novedades de la industria bélica mientras picaban algún canapé, acompañado por una copa de vino o champán. Entre las delegaciones gubernamentales y los vendedores —el público general ...
A finales de verano del 2016, como viene siendo costumbre desde 1993, tuvo lugar en las afueras de Kielce, Polonia, la Exhibición Internacional de la Industria de Defensa (MSPO), la mayor feria de armamento de Europa central. Seiscientas nueve empresas de 30 países, incluido España, mostraban sus productos. Fueron cerca de 22.000 personas las que se dieron cita entre tanques, ametralladoras, bazucas y las últimas novedades de la industria bélica mientras picaban algún canapé, acompañado por una copa de vino o champán. Entre las delegaciones gubernamentales y los vendedores —el público general no tiene acceso a este tipo de feria—, se encontraba el fotoperiodista Nikita Teryoshin (San Petersburgo, 1986); era la primera vez que acudía a un evento de estas características. Impactado por el espectáculo, entre 2016 y 2023 visitó 80 exposiciones internacionales de defensa en distintas parte del mundo, dando forma a Nothing Personal. The Back Office of War; una mirada tan disparatada y estrafalaria como real del oscuro y próspero negocio de la guerra.
“Vi cosas que jamás pudiera haber elaborado en mi imaginación ni pensado que fueran a ser posibles”, asegura el fotógrafo durante una videoconferencia desde su domicilio en Berlín. En una feria en Lucknow, India, la entrada al servicio de hombres era un tanque, mientras en el estand del ejército indio había un montaje fotográfico de un soldado descabezado de cuyo cuello brotaba una explosión atómica, equipado con un Kaláshnikov y vistiendo el uniforme ruso. En Abu Dabi, con motivo del 25 aniversario de la Conferencia y Exposición Internacional de Defensa (IDEX), el autor presenció una insólita escena: “En una de las salas había una tarta de más de dos metros de largo, la decoración reproducía una extraña escena militarizada de tierra, mar y aire aderezada con munición comestible. En el medio había una explosión rodeada de tanques y soldados, cazas y buques de guerra. Era una verdadera locura”, recuerda el fotógrafo. “Llegó un momento en que a los invitados se les ofreció unos diminutos tenedores de plástico para comer el pastel que acabaría pareciendo un verdadero campo de batalla. Esta industria es muy cínica. A 1.000 kilómetros de distancia tenía lugar un conflicto bélico contra Yemen y la coalición saudí bombardeaba hospitales y colegios. Era una escena realmente impúdica. Parecía el rodaje de una película de Hollywood”.
Mediante la saturación del color, el uso del flash y los ángulos forzados, la perspicaz y limpia mirada de Teryoshin es capaz de encuadrar escenas donde lo absurdo se da la mano con la tragedia. El autor prescinde del rostro humano. “Quería mostrar el sistema, no a los individuos. Que en su conjunto funcionase como una metáfora de una industria que intenta pasar desapercibida”. De ahí que el fotógrafo muestre el lado opuesto al campo de batalla, al barro y a la destrucción; un desmedido parque temático para adultos donde las armas brillan entre un público impolutamente acicalado y tanques, drones y cámaras de visión termal se venden con la misma superficialidad que una aspiradora en una feria de electrodomésticos.
No existe ninguna alusión a la muerte en este tipo de eventos. Solamente la imagen de un maniquí, que simula a un soldado cuya pierna está destrozada, alude a la letalidad de la mercancía. “Se utiliza para enseñar a los soldados y a los médicos qué hacer en caso de que alguien pierda una pierna”, explica Teryoshin. Entre las imágenes encontramos se intercalan los eslóganes utilizados por las compañías: 70 años defendiendo la paz, subraya la empresa que distribuye los Kaláshnikov. Lockheed Martin, el mayor fabricante mundial de armamento, que ingresa de forma anual cinco veces el presupuesto de Naciones Unidas para misiones de paz, no se queda corto: Diseñando un mejor futuro, asevera su consigna. “Esto solo pueden darse dentro de un sector que se rige por normas distintas a los demás” advierte el fotógrafo. “Dentro de una industria que se mantiene en una especie de burbuja, donde no se establece un feedback real con la sociedad. Sin embargo, me temo que, aunque los eslóganes fueran distintos, la importación de armas no se vería afectada”.
“Antes de que empezara la guerra en Ucrania, el país exportaba armamento a Rusia, e incluso al comienzo de la guerra algunas empresas seguían haciéndolo”, destaca el fotógrafo. “Si no hay regulación, no hay forma de que no se vendan armas a los dictadores. No existe moral detrás de esta industria. El negocio es el negocio, de ahí el título de la serie, Nada personal”, añade. El proyecto está cargado de una buena dosis de humor, que “fue una forma de lidiar con el cinismo que encierra todo esto. De no ser por el humor no podría creer más en la humanidad”, destaca Teryoshin. “Estamos muy acostumbrados a ver imágenes de guerra, pero la cuestión está en de dónde sale todo ese armamento. Esta es una parte que se trata muy poco en los medios de comunicación”. Tal y como destaca Linda Åkerström, directora de la Sociedad Sueca de Paz y Arbitraje, en un texto que se incluye en el libro: “El comercio internacional de armas sigue estando menos regulado que el comercio de plátanos”.
Aunque el libro es muy crítico con la industria armamentística, el autor se muestra partidario del envió de armas a Ucrania. “Tenemos en frente a un dictador, Putin. Como ruso, aún conservo mi pasaporte y considero que es muy necesario apoyar a Ucrania. Si cae, otros países europeos se convertirán en objetivo del mandatario ruso”, prevé el fotógrafo. “Cuando comencé el proyecto no pensaba así, pero las cosas han llegado muy lejos. Llegados a este punto es necesario proteger la democracia y necesitamos armas. Lo que no quiere decir que haya dejado de observar el sistema global de comercio de armas como un gran problema. Una escalada sin fin”.
‘Nothing Personal. The Back Office of War’. Nikita Teryoshin. Gost Books. 182 páginas. 55 euros.
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