‘Euforia’, un buen huésped del mundo
Los poemas de Carlos Marzal irradian un vitalismo irredento que es ya marca de la casa, en una persecución de la alegría en la que la memoria y el erotismo desempeñan un papel relevante
En el ciclo inaugurado con Metales pesados (2000), Carlos Marzal pareció haber depuesto a Gil de Biedma de su santoral lírico y haber encendido una o varias velas a Claudio Rodríguez, a quien se aproximaba tanto por su plétora expresiva como por su acendramiento visionario. Tras 14 años de silencio poético, ...
En el ciclo inaugurado con Metales pesados (2000), Carlos Marzal pareció haber depuesto a Gil de Biedma de su santoral lírico y haber encendido una o varias velas a Claudio Rodríguez, a quien se aproximaba tanto por su plétora expresiva como por su acendramiento visionario. Tras 14 años de silencio poético, Euforia viene a suturar esa doble advocación: mientras que la impronta de Claudio Rodríguez se aprecia en una mística panteísta que anhela religar al sujeto con el cosmos, la de Gil de Biedma se percibe en la confección de un personaje moral y reflexivo (como el mismo Marzal había recomendado en ‘Las buenas intenciones’) que finge no tomarse demasiado en serio a sí mismo. Sin embargo, a estas alturas es evidente que la personalidad del autor no puede reducirse a una feliz decantación de magisterios. Euforia irradia un vitalismo irredento que es ya marca de la casa, y que encuentra un placer culpable en la ritualización de las labores domésticas (‘Tendiendo ropa’, ‘Hacer la cena’) o en la “belleza remisa” de ‘Valencia’, síntesis de la “ciudad del hombre” y del domicilio particular. En esa persecución de la alegría desempeñan un papel relevante la memoria y el erotismo.
Marzal ha entregado un libro de un entusiasmo contagioso, que rinde homenaje a la existencia por todo lo alto
De lo primero dan cuenta diversas viñetas que pasan revista a una educación sentimental en la que tienen cabida los cines de sesión continua y los partidos de fútbol, pero también la España enlutada de ‘Semana Santa’ o un desarrollismo forrado en ‘Escay’. Por otra parte, la pulsión sensual no solo enciende la termodinámica de los cuerpos, sino que permite transformar el deseo en melancolía (‘Fumando después de’) o mezclar la carnalidad con el humor: “Estoy indestructible / y muy empalmado”. Con todo, quizá el mayor desafío de Euforia sea poner buena cara ante reveses como la muerte de los amigos (hay en estas páginas sentidas elegías a Joan Margarit, Francisco Brines o Almudena Grandes) o los ultrajes de la edad, que asoman en ‘Voy a cumplir 60′. Consciente de que “el arte, al fin y al cabo, es una forma de celebración”, Marzal ha entregado un libro de un entusiasmo contagioso, que rinde homenaje a la existencia por todo lo alto. Gaudeamus igitur.
Euforia
Tusquets, 2023
264 páginas. 18 euros
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