El origen de Bowie tal y como lo conocemos
‘Divine Symmetry’ propone un viaje al momento clave en que el músico británico comenzó a definir su personalidad como creador, a lo largo de 1971
Durante los siete años que han transcurrido desde su repentina muerte, Bowie se ha hecho omnipresente. Al igual que el logo de Ramones o el plátano de Warhol que decoraba la portada del primer álbum The Velvet Underground, el rayo rojo y azul que cruza su rostro en la portada de Aladdin Sane ha trascendido al contenido y su contexto original. Un inagotable goteo de ediciones y reediciones discográficas, merchandising, eventos y películas alimenta dicho efecto. No obstante, la posibilidad de que Bowie termine c...
Durante los siete años que han transcurrido desde su repentina muerte, Bowie se ha hecho omnipresente. Al igual que el logo de Ramones o el plátano de Warhol que decoraba la portada del primer álbum The Velvet Underground, el rayo rojo y azul que cruza su rostro en la portada de Aladdin Sane ha trascendido al contenido y su contexto original. Un inagotable goteo de ediciones y reediciones discográficas, merchandising, eventos y películas alimenta dicho efecto. No obstante, la posibilidad de que Bowie termine convertido en una franquicia comercial, como ha ocurrido con Queen, aún se intuye muy lejana. El tiempo juega a favor de un artista cuya relevancia no se circunscribe únicamente a las tiendas, es también material para museos y universidades. Por otra parte, Bowie no nació con el famoso rayo pintado en la cara. Pasó casi diez años dando bandazos antes de lograr su consagración como músico. Durante los años sesenta, la década en la que la música pop fue convirtiéndose en una fuerza cultural y social de primer orden, él fue saltando de fracaso en fracaso, todavía incapacitado para articular debidamente su talento. En realidad, Bowie no pertenecía a los sesenta, pero eso no lo supo nadie, él inclusive, hasta que arrancó la década siguiente. Su misión no era ser mod o hippie o hacer rock duro, su cometido era el de operar como un revulsivo, devolver el rock a los adolescentes, dotarlo de nuevo de sexualidad y transgresión.
Divine Symmetry ilustra ese momento clave en el que Bowie comienza a definir su personalidad como creador. Eso ocurre a lo largo de 1971, con un nuevo mánager, Tony DeFries, que lo libera de un contrato discográfico sin futuro y consigue meterlo en RCA. Coincide con su estreno como compositor para otros intérpretes —Peter Noone, que ese año graba ‘Oh! You Pretty Things’ antes que el propio autor— y también con su afán de convertirse él mismo en padrino de nuevos artistas como Dana Gillespie o Arnold Corns, grupo creado para lucimiento de su amante y modisto Freddie Burretti. Además, cuenta con la cómplice adecuada, su esposa Angie Barnett, con la cual mantiene una relación abierta que acepta aventuras con otros y otras. Es ella quien le incita a que feminice su imagen, se ponga sus vestidos y potencie su androginia. Para la portada de Hunky Dory, publicado en diciembre de ese año, Bowie posa inspirándose en actrices del viejo Hollywood como Lauren Bacall y Veronica Lake, explotando a la vez su imagen de ninfa prerrafaelita. Ha estado con Warhol en Nueva York y en Londres ha conocido al elenco de la obra teatral Pork, una fantasía teatral alrededor de la vida en la Factory. La filosofía y el ocultismo le tienen obsesionado y alguna de sus letras reflejan esa obsesión por Nietzsche y Aleister Crowley. El depósito de ideas está lleno y esta vez todo empieza a moverse en la dirección correcta. Hunky Dory volvió a fracasar en las listas de éxitos, pero el proceso que culminará menos de un año después con Ziggy Stardust, ya era irreversible.
El viaje que propone Divine Symmetry comienza con una serie de maquetas fechadas en 1970. Ocupan el primero de los cuatro cedés —también se incluye un blue ray— de una caja que recupera temas de sesiones para la BBC, un directo de 1971, versiones promocionales de algunos temas, una remasterización de Hunky Dory y una versión alternativa del mismo, compuesta con remezclas y versiones distintas de las canciones que contenía el que puede considerarse su primer álbum esencial. Ante todo, el contenido refleja lo mucho que Bowie necesitaba encontrar la confianza necesaria para imponer su personalidad a sus propias composiciones. El disco de las maquetas contiene bocetos de algunos temas perfectamente prescindibles, así como de otros como ‘Life On Mars?’ o ‘Changes’, destinados a ser clásicos. Tom Jones rechazó grabar ‘How Lucky You Are’ (años más tarde, Elvis tampoco aceptaría hacer suya ‘Golden Years’), que quedó inédita. ‘Tired Of My Life’ se descubre como el germen de ‘It’s No Game’, y ‘King Of The City’ contiene uno de los versos clave de la estremecedora ‘Ashes To Ashes’, que al igual que la anterior, cobraría su forma definitiva nueve años después con Scary Monsters.
Mientras Bowie rumiaba una nueva encarnación escénica, un nuevo estilo bautizado como glam comenzaba a florecer de la mano de su amigo y a la vez encarnizado contrincante Marc Bolan. En 1971, los singles de T.Rex, con su mezcla de rock & roll primordial y misticismo folk engatusaban al público adolescente. Bowie no fue ajeno a eso. En Hunky Dory, Mick Ronson ya no es solamente un guitarra, es el músico que le ayuda a materializar el potencial de sus canciones, vistiéndolas con arreglos exquisitos. Con él estaban el batería Woody Woodmansey y el recién llegado bajista Trevor Bolder; el trío, que todavía no se llamaba The Spiders Of Mars, proporciona la consistencia necesaria al repertorio, algo que resulta palpable en el disco de sesiones para la BBC. Aunque todavía han de tomar la forma definitiva en el estudio, las versiones interpretadas en junio de 1971 para John Peel como David Bowie & Friends reflejan lo crucial que resultó para Bowie cruzarse con aquellos músicos en aquel momento. Una versión primeriza de ‘It Ain’t Easy’ —que luego formará parte de Ziggy Stardust—, un ‘Andy Warhol’ cantado por Gillespie o los primeros pasos de ‘Queen Bitch’, canción que buscaba celebrar la influencia de Velvet Underground, prologan una historia que llegará a su cénit unos meses más tarde y transformará el rock.
Por aquel entonces, a Bowie también le faltaba dominio del escenario, y eso queda patente en el concierto que ocupa el disco dedicado al concierto en Friars, Aylesbury. El equilibrio entre su vertiente eléctrica y sus devaneos de cantautor aún está por resolverse. Cuando interpreta a Berry y a los Velvet parece que esté al frente de un efectivo grupo de versiones en un pub; cuando ejecuta sus temas más líricos, da la sensación de que ha salido a escena otro artista con la misma voz que el anterior. Con una presentación soberbia que incluye una reproducción del cuaderno con notas manuscritas de Bowie acerca del proyecto, Divine Symmetry funciona como imprescindible capítulo de esa bowienciclopedia que va escribiéndose año tras año. Aburrirá a quienes piensen que la película Moonage Daydream resume ese universo que fue Bowie, pero a sus estudiosos los hará muy felices.
Divine Symmetry está editado por Warner Music. La edición en formato vinilo saldrá a la venta el 24 de febrero.
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