La curva de la semana: sube la comedia romántica gay, baja el arte inmersivo y vuelve Manuel Puig
Además, el radar cultural de ‘Babelia’: la poesía que editan los poetas, 10 años con Hilma af Klint y ‘No te preocupes querida’ (y otras utopías pervertidas)
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Editar poesía es cosa de poetas
Dicen que en España hay 500 lectores de poesía. Muchos de ellos, además, la escriben. Y es posible que otros tantos la editen. El último Premio Nacional recayó en Aurora Luque por 'Un número finito de veranos', publicado por Milenio, un sello dirigido por Josep M. Rodríguez, poeta. También lo son Jesús Aguado (Mixtura) y Elena Medel, fundadora de La Bella Varsovia, que acaba de lanzar 'Bestia', de Irene Solà, en versión de Unai Velasco, editor de Ultramarinos, cuya última novedad es otro joven valor de la literatura en catalán: Pol Guasch ('La parte del fuego'). Todo (Medel, Solà, Guasch) queda en la órbita de Anagrama, discreta casa-madre de La Bella Varsovia. El sello poético de otra editorial de su quinta, Tusquets, también está en manos de un escritor (Antoni Marí), lo mismo que el de Galaxia Gutenberg (Jordi Doce) o el de Comares (Andrés Trapiello). La tradición es larga entre quienes se juegan los cuartos: ahí siguen Jesús Munárriz (Hiperión) y Abelardo Linares (Renacimiento). Incluso Chus Visor hizo sus pinitos como poeta (visual).
Diez años con Hilma
En 2012, Daniel Birnbaum, director del Moderna de Estocolmo, recibió una caja en su despacho. Contenía óleos, acuarelas, estudios botánicos e incomprensibles diagramas, obra de una desconocida artista sueca, Hilma af Klint, que habría pintado obras abstractas antes que Kandinsky. Desde entonces, esta pionera ha recibido todos los honores. En octubre llegan dos más de la mano de Birnbaum, que edita su Catalogue raisonné a finales de mes (por el módico precio de 395 euros) y está detrás de una experiencia de realidad virtual a partir de su obra que se podrá visitar en Londres y París.
Utopías para realistas
'No te preocupes querida' no está tan mal como esperábamos. Solo está mal, a secas. La película de Olivia Wilde, fallida pero ambiciosa, se ve lastrada por la interpretación de Harry Styles, directa a los Razzies, y por la inexplicable ausencia de la coma del vocativo en el título (sí, somos puntillosos). Aun así, uno sale de este filme con ganas de montarse un ciclo casero de títulos sobre comunidades utópicas en las que, por descontado, siempre hay algo que termina saliendo mal. Podemos empezar con 'Adoptar a una esposa' (Filmin), la adaptación de 'Las esposas de Stepford', parábola sobre la resistencia al feminismo en los setenta. Hay más: 'El show de Truman' (Amazon Prime) y 'El bosque' (Disney+) partían de un supuesto parecido, mientras que la estética cincuentera nos lleva a 'Pleasantville' (Apple TV). Aunque la referencia más explícita (que los alérgicos al 'spoiler' cierren los ojos) no es otra que 'El cuento de la criada' (HBO Max).
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