El lento desembarco del criptoarte en el mercado español
¿Funciona bien el pujante comercio de los NFT en España? Pese a las reticencias del sector, esta edición de Arco podría confirmar que las obras no fungibles han llegado para quedarse
En el encendido debate sobre el criptoarte, Arco desempeñó el año pasado un inesperado papel protagonista. Dado que la pandemia coartó buena parte de las citas presenciales, es probable que el NFT que se vendió en la edición de 2021 fuera el primero de la historia en ser comerciado en una feria. Ahora que Arco regresa, cabe preguntarse cuál es su postura ante este nuevo subgénero cuya irrupción ha puesto sobre la mesa algunas polémicas que, en realidad, ya estaban algo trilladas, como la reproducibi...
En el encendido debate sobre el criptoarte, Arco desempeñó el año pasado un inesperado papel protagonista. Dado que la pandemia coartó buena parte de las citas presenciales, es probable que el NFT que se vendió en la edición de 2021 fuera el primero de la historia en ser comerciado en una feria. Ahora que Arco regresa, cabe preguntarse cuál es su postura ante este nuevo subgénero cuya irrupción ha puesto sobre la mesa algunas polémicas que, en realidad, ya estaban algo trilladas, como la reproducibilidad frente al original o la clásica distancia ente valor y precio en un contexto de especulación salvaje.
¿Se han integrado ya los NFT dentro del ecosistema del arte español? En conjunto, estos activos digitales movieron 3.500 millones de dólares entre enero y septiembre de 2021 en todo el mundo. En España, según un informe de Art Price, la cuota de mercado de los NFT estuvo en 2021 por debajo del 1% del total de transacciones, frente al 5% en el ámbito global. Aun así, hay criptoartistas españoles, como el zaragozano Javier Arrés, surfeando la cresta de la ola. Pese a las reticencias, las ventas y subastas locales van en aumento: el propio Arrés vendió dos de sus obras en una puja celebrada en noviembre, aunque sus precios quedaran lejos de los récords registrados en el mercado anglosajón: 8.000 y 20.000 euros, lejos de los 69 millones de dólares que se pagaron en 2020 por una obra de Beeple. Aunque Arco no ha previsto ninguna acción oficial, varios espacios llevarán el criptoarte a la feria. Si el año pasado hubo tres NFT, este año al menos cuatro galerías españolas los llevarán a sus stands.
Los activos digitales movieron 3.500 millones de dólares en 2021 en todo el mundo. En España la cuota de mercado estuvo por debajo del 1% del total de transacciones, frente al 5% en el ámbito internacional
Si alguien ha abrazado esta innovación son los creadores digitales como Solimán López, el artista que vendió por 14.500 euros Tree Hash, el primer NFT de Arco. Cuestión de supervivencia: mientras que antes el arte digital circulaba gratuitamente, ahora es posible garantizarse una retribución. También en 2021, Daniel Canogar dejó su impronta con una obra, Shred, que planteaba “una crítica a la banalidad y la estética del criptoarte”. Lo curioso de aquella pieza, una pantalla que trituraba, en sentido figurado, las imágenes de NFT que se iban vendiendo en plataformas en tiempo real, es que no logró encontrar comprador. “Pero cuando mi galería de Nueva York me propuso asociarla con un NFT”, cuenta el artista, “la obra se vendió en una semana y a unos precios récord”. En su línea de cuestionamiento de “la inmaterialidad del espacio digital”, Canogar ha incorporado desde entonces los NFT a su práctica. Pero eso no significa que los vaya a llevar a Arco: “Los coleccionistas de criptoarte no tienen nada que ver con los tradicionales”, asegura. “El mercado del arte es conservador, y suele ir por detrás del pulso de los temas del momento”.
Sí repetirá en Arco, de nuevo con la galería Baró, el pionero Solimán López. Su nifty de 2022 forma parte del proyecto Olea, una criptomoneda almacenada en ADN introducido en aceite de oliva. En octubre, Durán subastó por 6.500 euros un NFT de esta pieza. Luis Trigo, que en 2021 le compró Tree Hash a través de su fundación, El Secreto de la Filantropía, se declara “orgulloso” de haber dado aquel primer paso y alaba, como coleccionista alerta ante las falsificaciones, la “seguridad jurídica” que aportan estos activos. “Sin NFT no hay metaverso, porque este se basa en el valor de los objetos intangibles”, agrega López sobre la inevitabilidad de su implantación. “El año pasado fue el momento del arte digital, y este año va a ser el del mundo de la música, y también entrarán la moda y el cine. De ahí, pasará a todos los sectores”. La predicción podría parecer temeraria, pero no sería la primera vez que el mundo del arte se revela como un laboratorio de experimentación de ideas.
La directora de Arco da por hecho que las galerías virtuales pronto tendrán cabida entre los stands de la feria
Maribel López, la directora de Arco, comparte el convencimiento de que los NFT han llegado para quedarse. No obstante, ha preferido colocar a la feria del lado de la cautela, aunque más de una voz echa en falta un espacio de reflexión y didáctica sobre los retos del entorno digital. “No hay que tener prisa: ahora es el momento de que los artistas piensen cómo esto puede formar parte de su obra”, considera López, al tiempo que reconoce que los NFT y sus ramificaciones, como el arte generativo, van a transformar el panorama. De ahí que la discusión esté “garantizada” en la mesa del comité de la feria el año próximo.
Entre los galeristas españoles, las opiniones están polarizadas. La gran mayoría no va a presentar NFT. Sí lo harán espacios como Baró (con obras de Solimán López y Amparo Sard), Fernando Pradilla (Álvaro Barrios) y Leyendecker (Emily Meringolo). Pocos trabajan con artistas que los usen y tampoco tienen intención de hacerlo (con excepciones, como Sabrina Amrani, Ponce+Robles y House of Chappaz). Sus razones son variadas. Y tienen justificación. Para Luis Valverde, director de Espacio Mínimo, la calidad de los creadores que aplican esta tecnología deja mucho que desear. Cuando pase la novedad, Oriol Armengou, de House of Chappaz, prevé que la especulación rebajará el nivel y el valor artístico se irá consolidando. Pero otros, como Moisés Pérez de Albéniz, intuyen que nos encontramos ante una burbuja. También están los que perciben que, aunque los artistas podrán “darle la vuelta” a la situación, ahora mismo se banaliza la esencia del arte. “Los NFT ponen todo el énfasis en la noción de posesión”, deplora Fernando Cordero, de La Caja Negra. Otra preocupación, quizá la más alarmante, pasa por que todo esto se revele como “una estafa piramidal”, teme Valverde.
La perspectiva de galeristas más convencidos, como Sara G. Arjona, de Baró, se resume en una frase: “Esto es el futuro, y queremos estar de ese lado”. Desde Ponce+Robles, Raquel Ponce defiende: “Como representantes, nos adaptamos a las necesidades de nuestros artistas”. Y Sabrina Amrani celebra que “el arte digital cuenta finalmente con herramientas y público para empoderarse”. Ante el salto generacional, Amrani pone el foco en el sentido de pertenencia que genera el criptoarte entre los jóvenes, que pueden convertirse en coleccionistas como parte de una comunidad. “El mundo de las galerías está obsoleto”, valora Ismael Chappaz, director de House of Chappaz. “Si queremos apelar [a las nuevas generaciones], tenemos que adaptarnos”. Maribel López da por hecho que las galerías virtuales pronto tendrán cabida entre los stands de Arco. “La pregunta es otra”, matiza la directora. “Cómo nos vamos a expandir nosotros al metaverso”.
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