LIBROS | CRÍTICA DE 'EL ESPECTADOR'

El arte como tragedia

‘El espectador’ reúne parte de los diarios de Imre Kertész en los que el escritor húngaro analiza hasta extremos torturantes asuntos como el Holocausto o la literatura

Imre Kertész, visto por Sciammarella.

La figura de Imre Kertész es emblemática del destino de un escritor europeo del pasado siglo. Nacido en 1929, fue enviado al campo de exterminio de Ausch­witz a los 15 años. Era hijo de una modesta familia judía afincada en Hungría. De Auschwitz pasó a Buchenwald. Su historia como prisionero resulta cercana a la vivencia de otro inquilino de este último campo de su misma edad: ...

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La figura de Imre Kertész es emblemática del destino de un escritor europeo del pasado siglo. Nacido en 1929, fue enviado al campo de exterminio de Ausch­witz a los 15 años. Era hijo de una modesta familia judía afincada en Hungría. De Auschwitz pasó a Buchenwald. Su historia como prisionero resulta cercana a la vivencia de otro inquilino de este último campo de su misma edad: Jorge Semprún. En 1975 escribió la que es hoy considerada como una de las mejores novelas sobre el Holocausto: Sin destino, que pasó sin pena ni gloria. Tras la liberación, apenas tuvo tiempo de disfrutar de la libertad: el régimen prosoviético instalado en Hungría tras la guerra le clasificó como un intelectual burgués decadente, un “enemigo del pueblo”, haciéndole la vida muy dura. Sobrevivió como pudo, dedicado a trabajos menores. Después de los setenta consiguió una cierta nombradía como traductor, pero siguió siendo un marginado; su primera novela, como hemos dicho, apenas tuvo resonancia en los círculos literarios de su país. Vivió con su primera esposa, Albina Vas, en un piso minúsculo donde escribió, además de Sin destino, otras dos grandes novelas: El fracaso y Kaddish por el hijo no nacido (1988 y 1990). Tras la caída del muro de Berlín, comenzó a ser reconocido y participar de la vida cultural húngara; su obra, boicoteada hasta entonces, empezó a saltar fronteras. Por fin, la concesión del Nobel en 2002 lo sacó del desconocimiento en todo el mundo. Otra historia más de persecución por el funcionariado del totalitarismo comunista, pero esta vez con final feliz.

El espectador reúne los textos de su Diario (tres volúmenes) escritos entre 1991 y 2001. Se encuadra entre medias de Diario de la galera y La última posada, los otros dos (todos en Acantilado, igual que el resto de su obra). La figura de Kertész es la de un resistente, pero en este libro que comentamos es ya un autor reconocido en el extranjero, su ostracismo ha terminado. Una de las dos únicas entradas fechadas se corresponde con el 3 de octubre de 1995, la muerte de Albina, su primera mujer: “Hace 42 años”, escribe, “ella puso su vida en mis manos… Se lleva consigo la mayor parte de mi vida, en la que comenzó y se hizo realidad mi creación y en la que, viviendo en un matrimonio desdichado, nos amamos muchísimo”. La otra entrada (mayo de 1995) muestra el dolor y la culpa: “Mi arte como una tragedia para ella. Mi insuficiencia como ser humano. El oficio de carcelero como metáfora. Cuando la ingresé en el hospital”. Después llega Magda, su segunda esposa, como un regalo del destino para ayudarle a expiar su sentido de culpa.

Son muchos los asuntos que le ocupan en el libro. El análisis y el auto­análisis llegan a extremos torturantes. Destacan la reunificación alemana, la caída del Muro, la vocación y la literatura. Habla, por ejemplo, de ciertos “autores civilizados”, occidentales —Camus y Thomas Mann entre otros—, cuyo oficio de escritor desprende cierto sabor amargo “como un aroma bien amaestrado, que no es acerbo, no es cicuta, sino un agradable Campari”.

Tema recurrente es Auschwitz. Rebatiendo la pregunta de Adorno, dice: “Hacer arte de Auschwitz supone el reto más serio para cualquier artista, y pienso en Beethoven, o en Tolstói, o en Rembrandt, seguro que ninguno de ellos habría sido capaz de resistirse a semejante desafío”. Y asunto sustancial de su pensamiento es la idea de que Auschwitz no es algo exclusivo de los judíos, como tantos han pretendido: concierne a toda la humanidad, porque la víctima es la humanidad. Seguir enumerando es como leer el libro, y eso es lo que recomiendo fervorosamente al lector: por interés cultural e histórico, por obligación intelectual, por el conocimiento de la opresión de los regímenes totalitarios, por la necesidad de preguntarse por el sentido de la vida y de la muerte.

El espectador

Autor: Imre Kertész.


Traducción: Adan Kovacsics.


Editorial: Acantilado, 2021.


Formato: Rústica. 240 páginas. 18 euros.


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