La voz viva de la vejez

Había varias maneras de tratar la vejez en una novela. En cualquier novela, española o extranjera, siempre salen una abuela o abuelo. O gente mayor o muy mayor a secas, tengan o no hijos. Pero en la novela de Antonio Fontana Hasta aquí hemos llegado, la representación de la vejez adquiere un tinte, narrativo y moral, en primera instancia singular, apartada totalmente de lo previsible en temas de este tenor.

El tema que toca ...

Había varias maneras de tratar la vejez en una novela. En cualquier novela, española o extranjera, siempre salen una abuela o abuelo. O gente mayor o muy mayor a secas, tengan o no hijos. Pero en la novela de Antonio Fontana Hasta aquí hemos llegado, la representación de la vejez adquiere un tinte, narrativo y moral, en primera instancia singular, apartada totalmente de lo previsible en temas de este tenor.

El tema que toca Antonio Fontana es bastante delicado. Y yo diría que incluso puede herir susceptibilidades por alusiones. Al fin y al cabo, quién no tiene a alguien o conoce a alguien que tiene un anciano o anciana en una residencia. Porque de esto va esta novela. De ancianos en una residencia, la residencia de mayores Peña Hincada.

Desgraciadamente estos días de furibunda pandemia vírica, los ancianos están registrados en blanco y negro por culpa de una pandemia que ha entrado en algunas residencias donde viven (o donde, no pocas veces, los han dejado de la mano de Dios sus propios familiares, hijos sobre todo) como Pedro por su casa.

En Hasta aquí hemos llegado se trata un asunto muy sensible, insisto, conviene subrayarlo (los ancianos en las residencias), pero a la vez le da voz a un abanico de personas según su condición social, su situación personal y sus expectativas con fecha de caducidad. Cada personaje tiene un discurso. Y un nombre que lo identifica casi al filo de la tragicomedia, aunque nunca sin eludir la delicadeza de trato que se merecen quienes nos han criado, educado y querido. Así desfilan La Socorro, el Rigor de las Desdichas, La Perruna, La Académica, La Millones y un largo muestrario sociológico. Todos estos personajes son solamente mujeres. No es casualidad, todo lo contrario. Eso refuerza la carga que deben sobrellevar por el solo hecho de ser mujeres, además de internas en una residencia de ancianos. Todos estos personajes se nos muestran tal como son, entrañables, cada uno con su cruz a cuestas, sus neuras, obsesiones, sus esperanzas rotas o directamente sus ganas de morirse de una vez por todas.

Este libro es un acto narrativo y estético de primera categoría. Tenía su riesgo. Antonio Fontana lo borda.