La Argentinita, mucho más que la amiga de Lorca
Una biografía pone en valor el legado artístico de Encarnación López, gran renovadora de la danza española, ensombrecido por su relación extramatrimonial con Sánchez Mejías y sus colaboraciones con el poeta
Cuando el año pasado se puso a recopilar información sobre la bailarina Encarnación López, conocida como La Argentinita, la escritora Paulina Fariza Guttmann decidió telefonear al Archivo-Museo Ignacio Sánchez Mejías de Manzanares, el municipio manchego donde el diestro recibió la cornada que lo mató en 1934, que inauguró este centro en 2018 para honrar su figura con fondos donados por sus descendientes. La artista y el torero fueron amantes y cómplices de aventuras literarias y teatral...
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Cuando el año pasado se puso a recopilar información sobre la bailarina Encarnación López, conocida como La Argentinita, la escritora Paulina Fariza Guttmann decidió telefonear al Archivo-Museo Ignacio Sánchez Mejías de Manzanares, el municipio manchego donde el diestro recibió la cornada que lo mató en 1934, que inauguró este centro en 2018 para honrar su figura con fondos donados por sus descendientes. La artista y el torero fueron amantes y cómplices de aventuras literarias y teatrales entre 1922 y 1934, por lo que Fariza imaginó que ahí debería haber muy buena documentación: cartas, fotografías, libretos, partituras. Pero se llevó una sorpresa mayúscula: “Algo azorada, la guía del museo me confiesa que allí no se hace mención alguna a Encarnación López, que los visitantes sí sabrán de la intervención de Ignacio Sánchez Mejías en la Compañía de Bailes Españoles como empresario y dramaturgo, pero poco más (…) ¿Qué dolor suspendido ha obrado que ni nietos ni bisnietos sepan el relato completo del hombre que, además de torear, compartió proyectos y vida con una mujer que ha sido pieza clave de la vanguardia de la danza española?”, se pregunta asombrada Fariza en la biografía literaria que ha resultado de aquella investigación, que acaba de publicarse bajo el título La vida encontrada de Encarnación López, La Argentinita, con el sello de la editorial Bala Perdida.
Setenta y cinco años después de la muerte de La Argentinita, todavía quedan muchas incógnitas en el recuento de su vida y sus logros artísticos. No solo por ese manto de silencio tendido sobre su relación extramatrimonial con Sánchez Mejías, sino también por el enorme peso de su amistad con Federico García Lorca: ella es la voz que canta en las famosas grabaciones de antiguas canciones españolas que se conservan con el poeta al piano, pero la proyección mediática del escritor hace que ella quede casi siempre en segundo plano. Y luego está, claro, la Guerra Civil. “Todo aquel trabajo de investigación sobre las raíces de los bailes populares, su visión de la danza como eje vertebrador de la cultura, en línea con la Generación del 27 y todas las vanguardias escénicas de aquel momento, quedaron sepultados por el enfoque estereotipado del folclore que impusieron los Coros y Danzas de la Sección Femenina durante la dictadura. Por suerte en los últimos años muchos estudios están volviendo a poner en valor aquellas vanguardias, pero todavía quedan algunos legados por reconocer, sobre todo los de las mujeres. Entre ellas, La Argentinita”, resume su biógrafa.
A su pesar, la propia Encarnación López contribuyó a tejer ese manto de silencio que aún ensombrece su vida. En sus inicios como artista de variedades, según escribe Fariza en su libro, “seguir su rastro consistía en abrir bien los sentidos para recabar verdad en circunloquios y picardías que encandilaban a cronistas”. Después, cuando comenzó su relación con Sánchez Mejías, “no tuvo más remedio que añadir, a esa primera ocultación del ‘sí, pero no’ que manejaba con mucho gracejo en las entrevistas de prensa del chascarrillo en sus primeros años, una nueva capa de ocultación y silencio mediático: la que a partir de su nueva condición de amante de un torero famoso se suma, la de ser la otra, la querida, la adúltera y demás acepciones, a cual más peyorativa”. Y finalmente, el régimen franquista, que la obligó a huir de España por su declarada adhesión a la República y que construyó una imagen distorsionada de ella tras su muerte en el exilio de Nueva York en 1945 por un cáncer de estómago: el régimen quiso apropiarse de su fama mundial y nunca se refirió a ella como exiliada, sino que su ausencia de España se debía a una larga gira internacional. Y por supuesto, silenció todo lo que tenía que ver con su vida privada y la renovación artística que emprendió con Lorca y otros integrantes de la Generación del 27.
Pero el legado artístico de La Argentinita va más allá de su proyección como “embajadora de la cultura española” en el mundo. Junto con otras leyendas del género como Antonia Mercé, La Argentina, Pastora Imperio y su hermana Pilar López, en complicidad con músicos como Manuel de Falla, Enrique Granados o los hermanos Halffter, incorporó las vanguardias escénicas del momento a los bailes nacionales, con una clara influencia de los Ballets Rusos de Diaghilev y su concepto de la danza como arte total. Desató el delirio en Nueva York con coreografías del Café de Chinitas (con decorado de Salvador Dalí), Bolero, Capricho Español o su versión de El amor brujo, de Falla. Y sobre todo, llevó el flamenco popular a los grandes teatros cuando todavía se consideraba un arte de cafés y tablaos: fue la primera en subir a un escenario a un cuadro de bailaores gitanos que no habían aprendido a bailar en academias, sino en la calle. Lo hizo principalmente con la Compañía de Bailes Españoles, que fundó en 1933, en la que contó con Sánchez Mejías como productor y la colaboración constante de Lorca. “Este arte gitano tan duro, tan severo consigo mismo y con los demás, ha entrado en la escena española definitivamente traído por La Argentinita”, escribió María Teresa León en El Heraldo de Madrid tras el estreno de la primera producción del grupo, El amor brujo.
La bofetada de Raquel Meller
A lo largo de la biografía de Fariza descubrimos cómo fue su padre quien le transmitió su pasión por los tablaos y los cafés cantantes. Lo cuenta su hermana Pilar en una entrevista en EL PAÍS con el periodista Miguel Mora recogida también en el libro: “Salía la bailaora y mi padre le hacía una especie de diagnóstico: ‘Encarnita, fíjate en esta bailaora nada más en los brazos’, salía otra: ‘Encarnita, fíjate en ese respinguillo que hace cuando termina’. Otra: ‘Fíjate cómo mueve los pies”. Salen a relucir también sus extraordinarias dotes como imitadora, por las que se llevó una bofetada de la archifamosa actriz Raquel Meller después de ver cómo la parodiaba en el cuplé Matrimonio. Y por supuesto, sus posibles amores con otro torero, Joselito el Gallo, cuñado de Sánchez Mejías, truncados por otra cornada mortal en 1920.
Tras su muerte en 1945, sus restos fueron repatriados a España y la prensa del régimen cubrió su legado artístico con un relato que hacía “especial hincapié en todo lo que suma a una vida de copla, donde no faltan toreros, drama y riqueza, según el gusto de la época en la que se exportaba un flamenco “edulcorado” para romper el aislamiento político, por mucho que Encarnación López jugara en otra liga dancística”, como escribe Fariza en su biografía. Pero “no solo la prensa de la época abonaba la frivolidad al referirse a la bailarina. Cincuenta años después de la muerte de La Argentinita, en 1995, el periódico El Mundo da cuenta de su hora final con cierta frivolidad y detalles gratuitos: ‘Y la muerte le llegó tras bailar por última vez, sevillanas y en bañador, ante Indalecio Prieto, en la casa del oftalmólogo Castroviejo en Nueva York. Quería Encarnación que don Inda le devolviera sus joyas robadas del banco en 1936’ (...) Veinte años más tarde, en el 70º aniversario de su muerte, el periódico La Vanguardia celebra la efeméride con el siguiente titular: Amiga de Lorca, amante del torero Sánchez Mejías”.
La vida encontrada de Encarnación López, La Argentinita
Bala Perdida, 2020
230 páginas. 19 euros