Javier Milei, en el Consejo de las Américas: “¡En el mundo se habla del milagro argentino!”
El presidente ultraderechista insta a los empresarios a invertir en el país. Reitera sus promesas de levantar el control de cambios y eliminar impuestos, pero supedita ambas medidas a la evolución de la economía
“¡Vamos, háganlo!”, les pidió Javier Milei a los empresarios más importantes del país, reunidos este miércoles en la 21ª conferencia del Consejo de las Américas. El presidente les reclamó que inviertan en Argentina y, a cambio, aunque no anunció medidas concretas, les reiteró sus promesas aún sin fecha de realización: levantar el control de cambios y bajar impuestos, cuando las condiciones lo permitan. “¡En el mundo se habla del milagro argentino!”, intentó entusiasmarlos, después de enumerar lo que considera son los principales logros de los ochos meses de su Gobierno, en especial la reducción de la inflación y el recorte del gasto público. “Hicimos el ajuste fiscal más grande de la historia de la humanidad”, celebró bajo un coro de aplausos. También aseguró que no va a devaluar el peso ni a tomar más deuda externa.
En el barrio de Recoleta, uno de los más exclusivos de la Ciudad de Buenos Aires, los salones del Alvear Palace Hotel estaban colmados de empresarios, funcionarios y periodistas, convocados por la Americas Society/Council of the Americas (AS/COA) y la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC).
La principal atracción de la conferencia estaba prevista para el cierre, a cargo de Milei. Antes expusieron varios integrantes de su gabinete. A tono con el discurso del mandatario ultraderechista, elogiaron a la libertad del mercado y al sector privado como motores de la economía y detallaron las políticas que vienen impulsando para seducir a los inversores, particularmente el desguace del Estado y el control de la protesta social.
La mirada de los grandes empresarios la resumió el titular de la CAC, Natalio Mario Grinman. “La actividad económica está bastante deprimida, la inflación mensual es mayor a la inflación anual de muchos países. La pobreza registra valores escandalosos. Numerosas empresas padecen por la falta de ventas y muchos asalariados hacen malabares para llegar a fin de mes”, describió. Pero luego respaldó las iniciativas de Milei: “El actual Gobierno puso en marcha un conjunto de reformas necesarias para que Argentina supere el estancamiento y el declive”, dijo y destacó “el ordenamiento de las cuentas públicas”, el baja de la inflación y de la brecha entre el tipo de cambio oficial y el informal, “la modernización laboral” y “el régimen de incentivo a las inversiones”.
Milei arrancó poco antes de las 13 y se extendió durante casi una hora. Empezó a hablar algo agitado y emocionado, después de abrazarse con sus ministros de Economía, Nicolás Caputo, y de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, para quienes derrochó halagos. Dijo que el impacto internacional del “milagro argentino” se lo debe a ellos: “Todo el mundo ve el milagro menos los argentinos”, lamentó. La mayoría de sus quejas estuvieron dirigidas contra los economistas que no comparten su visión (“econochantas”, los llama) y contra los periodistas que critican su Gobierno.
El presidente primero señaló que su Gobierno debió enfrentar “la peor de las crisis heredadas de toda la historia argentina”. Después se dedicó a ensayar un mensaje optimista. Alabó la magnitud del ajuste que viene instrumentando para equilibrar las cuentas públicas y aseguró que la economía está empezando a recuperarse de la profunda recesión que provocaron sus primeras medidas. “Lo peor ya pasó”, dijo. “El crecimiento se genera por inversión que hay que financiar con ahorro. El ajuste fiscal de 15 puntos del PBI lo que hace es devolverle el dinero al sector privado para que invierta y podamos crecer. Eso sí, yo no les voy a decir quién tiene que invertir, yo no soy comunista, yo creo en el mercado, lo tienen que hacer ustedes”, instó a los empresarios.
“No teman”, les dijo. “Estamos purgando al sistema económico argentino de un cáncer de décadas, que es el populismo monetario. En la Argentina no va más tirarle una alfombra encima a la crisis tomando deuda e imprimiendo dinero.” Las dudas de los inversores se relacionan con la estabilidad política y social del plan de Milei. También con las dificultades que hoy encuentran para girar dividendos fuera del país, por la continuidad del cepo, el control de cambios.
“Nadie tiene más ganas que yo de levantar el cepo”, dijo el mandatario. Pero rápidamente aclaró que “quitar los parches sin solucionar los problemas que heredamos” causaría una crisis mayor. De todos modos, aseguró que la economía puede crecer incluso con el cepo cambiario vigente. Luego, Milei afirmó que no está dispuesto a “devaluar para arruinar a los argentinos”, sino que trabajará “en cambiar los niveles de productividad para que no se tengan que empobrecer los argentinos por culpa de los desaguisados de los economistas de mala calidad”. Sus palabras se escucharon como un mensaje para los exportadores que retienen la liquidación de las cosechas, a la espera de una suba en la cotización del dólar.
Una de las promesas centrales de Milei desde su campaña electoral es que reducirá la carga tributaria sobre las empresas. Este miércoles la reiteró: “Me voy a encargar personalmente de quitarle la bota del cuello al sector privado”. Al igual que en el caso del cepo, no dio precisiones sobre plazos. Ambas medidas, dijo, están supeditadas al ordenamiento previo de la macroeconomía.
El único anuncio concreto que hizo Milei fue que va a rediseñar “la forma en la que se escribe el presupuesto” en función de la consigna del “déficit [fiscal] cero”. El propósito es que, si la recaudación resulta inferior al gasto presupuestado, se achicarán las erogaciones; y si los ingresos superan a los gastos, se reducirán impuestos. “Argentina deja de tomar nueva deuda”, proclamó.
El discurso de Milei terminó con su grito de guerra: “¡Viva la libertad, carajo!”. Poco antes, se las había arreglado para referirse a la crisis política en Venezuela —calificó a Nicolás Maduro como un “dictador sangriento”— y para aludir, elípticamente, a la acusación de violencia de género contra Alberto Fernández, su predecesor en la presidencia: “Tenemos los peores políticos del mundo”, dijo, “si no, no hubiera ganado yo”.
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