Felix Orode, un nigeriano en el fútbol argentino: “Es habitual que me griten ‘negro de mierda’ o ‘mono”
El delantero, que lleva casi 15 años jugando en el país sudamericano, relata la cotidianeidad del racismo en las tribunas y sobre el campo
El domingo 2 de abril, en un episodio que no fue grabado por las cámaras de televisión ni se viralizó en las redes sociales, el delantero nigeriano Félix Orode sufrió un nuevo ataque racista en el fútbol argentino. Lo particular de la agresión es que esta vez no salió disparada desde el anonimato de los hinchas en las tribunas, como suele ocurrir, sino desde la voz de otro jugador en el campo de juego. Sin la trascendencia mundial del caso Vinicius, el episodio igual revela que la discriminación étnica actúa como los volcanes activos, también en el fútbol: la lava del odio racial no siempre está visible sobre la superficie, pero puede erupcionar en cualquier momento.
“Tengo una angustia… lloré casi todo ese día en la cancha y el siguiente en mi casa. Hacía mucho tiempo que no me contagiaban un odio tan grande, nunca sentí un insulto así”, reconstruye el futbolista de 32 años que, después de haber llegado al país en 2009 para jugar en San Lorenzo —uno de los cinco clubes grandes del país—, ya encara los últimos tramos de su trayectoria en las ligas del interior de Argentina, un fútbol más chacarero y alejado de los principales focos, pero no por eso ausente de racismo.
Si el delantero colombiano Hugo Rodallega dijo que le gritaron “mono y negro” durante la visita al estadio de Gimnasia que su equipo, Independiente Santa Fe de Bogotá, realizó este martes por la Copa Sudamericana —a la vez que la Conmebol castigaba por 100.000 dólares a Racing por los gestos racistas que sus hinchas les dedicaron a los del Flamengo por la Copa Libertadores, el 4 de mayo—, Orode fue atacado por un futbolista del equipo rival en pleno partido.
“Me gritó ‘negro de mierda’ en medio de una jugada, con la ‘r’ de ‘mierda’ bien marcada, y eso me desquició”, dice el delantero, que en 2023 empezó a jugar para el club Social Moquehuá del campeonato de Chivilcoy, 165 kilómetros al oeste de Buenos Aires, una de las 220 ligas del Interior que pertenecen a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
El partido contra Once Tigres –equipo al que Orode había pertenecido en 2022- no era justamente la final del mundo. En las tribunas bajas del estadio de Moquehuá estaba la familia del nigeriano, su mujer y sus dos hijos, un chico de nueve y una niña de siete años, todos argentinos. Por ser uno de los pocos futbolistas subsaharianos que jugaron en la Primera División de Argentina, pero también por haber construido su vida en el país en paralelo a su carrera profesional —tras arribar en San Lorenzo pasó por varios equipos del Ascenso—, Orode es un futbolista muy querido por todo el ambiente. O eso parecía.
“Yo tengo una buena relación con Once Tigres, ganábamos 1 a 0 y faltando 10 minutos le dije a un chico del rival, al que no conocía y me estaba pegando, ‘che, amigo, estamos para jugar entre nosotros, no para ser enemigos’, y ahí fue cuando de repente escuché, bien clarito, que me dijo ‘negro de mierda’”, relata Orode. “Me quedé en shock y le respondí ‘¿Qué me dijiste recién?, ¿Negro de mierda?’, y te juro por Dios que, si no me paraba un compañero de él, le pude haber pegado”, agrega. Según testigos, Orode debió ser frenado entre varios compañeros y rivales, mientras la mujer del delantero fue a hablar con el agresor, que minutos después se acercó a pedirle disculpas al exjugador de la selección Sub-20 de Nigeria.
“No se las acepté”, afirma Orode, “y con la calentura que tenía en ese momento le dije que no se acercara porque podíamos terminar mal. Al otro día me escribió por WhatsApp, pero tampoco le respondí, no tenía ni tengo ganas. Estuve todo ese lunes llorando, lleno de angustia. No quería llorar delante de mis hijos, porque no está bueno que me vieran así, pero no pude evitarlo. Me abrazaron y les dije que no se preocuparan. Te juro por Dios que durante toda esa semana no podía creer que me dijera eso, con ese odio. Si me lo vuelvo a cruzar, no sé cómo voy a reaccionar”, dice Orode, que, sin embargo, reconoce que en su carrera en el fútbol argentino recibió muchos insultos raciales similares, en especial en las categorías más bajas.
“En San Lorenzo, en Nueva Chicago y en la CAI (un equipo de la Patagonia que estaba en la Segunda División cuando contrató a Orode) nunca me pasó nada. Pero cuando empecé a jugar en Excursionistas, Luján o Laferrere, clubes más del Ascenso, se hizo habitual que en los estadios me gritaran “negro de mierda”, “mono” o “ándate a tu país”. Un montón de veces me lo dijeron, ya estoy acostumbrado, son torneos muy picantes, pero lo del otro día fue muy fuerte. Mis compañeros nunca me vieron tan enojado”, sostiene.
La habitual simpatía de Orode no se corresponde con su falta de optimismo para lo que viene. “Lo que le pasó a Vinicius seguirá pasando. Y tal vez también a mí me ocurra. El racismo tiene temporadas, a veces se calma y después vuelve a pasar, este deporte es así”, opina el delantero al que la segregación étnica golpeó en la cancha y en su casa.
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