María Kodama murió sin dejar clara la herencia de Jorge Luis Borges
La viuda y albacea del escritor, fallecida el pasado 26 de marzo, no dejó un testamento y su abogado pide a la justicia argentina que designe un administrador mientras se resuelve la sucesión
María Kodama vivió los últimos 27 años cuidando con celo la obra de Jorge Luis Borges y murió el pasado 26 de marzo sin dejar testamento. El legado de uno de los escritores más importantes del siglo XX, vigilado por su viuda y albacea durante décadas, ha quedado en el aire. El lunes, el abogado que la acompañó en sus incontables litigios legales, Fernando Soto, afirmó que había iniciado un pedido para declarar vacante la herencia tras una semana sin encontrar un testamento. Soto esperaba así que la Justicia argentina designara un administrador para la obra del escritor y los bienes de la Fundación Internacional Borges, que dependió de la voluntad y el bolsillo de Kodama desde 1988 hasta su muerte. Este martes, cinco sobrinos de la albacea se han presentado como herederos. La novela sobre el legado de Jorge Luis Borges ha comenzado.
Heredera universal de la obra del escritor definitivo de Argentina, Kodama peleó hasta con el presidente argentino por tener la última palabra sobre el legado de su marido. Frenó homenajes, traducciones, biografías y hasta museos, como uno que quiso crear el Gobierno en 2019. Kodama denunció entonces que muchos de los objetos que el Estado recibiría en donación habían sido robados. En los últimos años, la viuda había asegurado que tenía un arreglo ceder su potestad a dos universidades fuera de Argentina, una en Estados Unidos y otra en Japón, pero no lo dejó por escrito.
“A María no le gustaba hablar de sus enfermedades, su muerte era un tema que no quería abordar”, afirmó el lunes el abogado Soto a un grupo de periodistas. “Tenía la idea de establecer una continuidad para que la obra de Borges sea debidamente defendida; que intervengan universidades del extranjero para asegurar la objetividad del trato que acá, por cuestiones políticas, ideológicas y del entorno de Borges que la atacaba, no le daban seguridad”.
Kodama falleció la semana pasada de un cáncer que atravesó con la discreción que la caracterizó toda su vida. Tenía 86 años, la misma edad con la que murió Borges en junio de 1986, dos meses después de casarse con ella y designarla su heredera. Atacado por la ceguera y por un cáncer hepático, el escritor había decidido mudarse junto a Kodama a Suiza a finales de 1985 y se casaron al año siguiente por poderes en el consulado argentino de Asunción, en Paraguay. En 1988, dos años después de la muerte del escritor, Kodama creó una fundación para administrar su legado y, desde entonces, fue la única encargada de la difusión de su obra. Así recorrió el mundo. En el camino se enfrentó a escritores, biógrafos y editores por la potestad sobre qué se podía publicar y cómo se hablaba de Borges. El poder le jugó una mala pasada: todo estaba a su nombre y no designó un heredero. Según el abogado, la Fundación dependía de su financiación y, sin la sucesión clara, tiene dinero suficiente “como para tres meses”.
“No dejó testamento”, aseguró tajante Soto, y después matizó: al menos la escribana de confianza de Kodama no tiene un testamento escrito y nadie de su círculo cercano sabe si existe uno. El abogado, que fue su apoderado judicial desde 2001 hasta su muerte y forma parte de la dirección de la Fundación Borges, ha pedido a la Justicia que se declare vacante la herencia para designar un curador que proteja el acervo del escritor y un administrador que se haga cargo del cobro de derechos y pagos de obligaciones derivados de su obra. En el escrito que presentó a las autoridades afirmaba que Kodama tenía un solo hermano, fallecido en 2017, con el que no tenía relación. Este martes los cinco hijos de Jorge Kodama se han presentado ante la Justicia para reclamar la herencia vacante. Deberán probar la relación y, si la Justicia aprueba el vínculo, esperar que no aparezca un testamento que les desplace.
Kodama dejó dos pisos en el barrio porteño de Recoleta y la casona de la familia Borges en el barrio Palermo, donde funciona la Fundación. Pero lo importante está en el invaluable archivo desperdigado entre esas propiedades y dos departamentos que alquilaba en Ginebra y París: manuscritos, primeras ediciones, decenas de condecoraciones y cajas cerradas cuyo contenido se desconoce. Sin nadie que reclamara la herencia, pasados 10 años el legado de Borges pasaría como bien público al Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que tendrá el poder de subastarla en beneficio de su ministerio de Educación.
Heredero de una estirpe de militares que lucharon por la independencia argentina y poetas que migraron de Inglaterra, Jorge Luis Borges nació en 1899 en Buenos Aires. Ese origen marcó toda su literatura. La ciudad de migrantes que se extiende hasta su pampa, el juego con la cita erudita o apócrifa al canon de la literatura occidental, y el lugar del hombre entre las infinitas posibilidades del universo eran sus temas recurrentes. Poeta, ensayista y cuentista de lo fantástico, Borges precedió a la generación del bum. Una de sus grandes virtudes, recordaba el escritor Ricardo Piglia, es que mientras escritores como García Márquez o Julio Cortázar habían migrado a Europa, Borges demostró que podía ser universal sin moverse de Buenos Aires. Nominado al premio Nobel entre 1967 y 1970, El comité de la Academia Sueca le rechazó por considerar que era “demasiado exclusivo o artificial en su ingenioso arte en miniatura”. Pero ese ingenio que convirtió la literatura en un juego que apela al lector siempre con referencias nuevas le convirtió en uno de los escritores esenciales del siglo XX.
Su herencia invaluable ahora está en el aire. El abogado Soto pidió a la Justicia que se abra el juicio sucesorio para encontrar a un posible heredero, que se haga un inventario del acervo de la pareja y que los bienes pasen a resguardo del Banco de la Ciudad de Buenos Aires, que tiene una sala designada para objetos artísticos. “En honor a nuestra amistad, por admiración a su persona y con el fin de proteger la obra de Borges y de la misma María Kodama, es que realizo esta presentación ante la Justicia”, escribe Soto, que también se presenta como parte interesada.
El abogado fue el representante legal de Kodama en un juicio por plagio que inició en 2015 al escritor Pablo Katchadjian, que en 2009 publicó una versión extendida de uno de los cuentos más conocidos de Borges, El Aleph. Katchadjian fue sobreseído dos años después y Kodama fue obligada a pagar los gastos del proceso. Según el escrito que Soto ha presentado ante la Justicia, los honorarios que se le deben de entonces le dan “mayor legitimación procesal para activar” el proceso de herencia vacante como posible acreedor. Tras el revés del juicio, hoy vuelve al frente de batalla por el legado de uno de los escritores más importantes del siglo XX.
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