Con pareja o sin pareja, Hispanoamérica siempre baila
Algo que caracteriza a la comunidad hispana en Estados Unidos es el goce, la diversidad y diversión...pasarla bien. Y el baile es, quizás, una de las expresiones más importantes para corroborarlo.
Si uno voltea a ver la historia de cada pueblo, encontraremos que el baile siempre ha estado presente, el movimiento del cuerpo de forma rítmica y acompasada ha estado ahí de forma recurrente, ya sea para pasar el rato, para socializar, divertirse o ponerle buena cara a las adversidades. Bailar es comunicarse y expresarse con nuestros piés, manos, cintura y caderas. También el rostro y la cabeza, los hombros son importantes igual. Pero para el pueblo hispano, el baile es aún más importante.
Mestiza, compleja y diversa como su cuna misma, la expresión dancística y de baile de Hispanoamérica es una fuente rica en cuanto a identidad e información cultural se refiere, cada vez más viva y evolutiva. Esto sin contar que los distintos estilos de baile latinoamericano son considerados de los más cálidos, versátiles y dinámicos en el mundo.
Pensemos de momento en la cumbia como vehículo de unión individual o colectiva, el candombe caribeño o el poderoso jarabe tapatío, entre tantos y tantos géneros, subgéneros, corrientes, estilos y maneras de bailar. Todos ellos hablan de nuestro espíritu festivo, los momentos que compartimos entre nosotros y con los demás, además del orgullo de ser quienes somos, el cual se refleja mediante el cuerpo en movimiento, en una alegría y celebración de vida.
Tan antiguo como la humanidad misma, pese a estar influenciado por técnicas y esquemas de otras partes del mundo, el baile latinoamericano aún conserva la fuerza y profundidad de los primeros días, en donde las danzas aún no eran totalmente de sentido recreativo, sino que se encontraban fuertemente asociadas a los fines rituales o religiosos (pensemos en danzas para la lluvia y las cosechas, danzas de vida y muerte, así como de paz o de guerra en tributo a los dioses).
Resulta maravilloso darse cuenta que al bailar una salsa, una bachata o un buen son cubano estamos integrando una herencia latina, europea y africana de forma hoy prácticamente indistinguible. Y que además de su carácter social, bailar nos trae cuantiosos beneficios notables como mejorar el estado de salud, de ánimo, así como reducir los niveles de estrés, fortalecer la autoestima y propiciar mejores relaciones interpersonales. Para el pueblo hispano, esto es natural, necesario y sumamente valioso.
Ahí donde las barreras idiomáticas, culturales o socioeconómicas pudieran distanciar a las personas, el baile se presenta como un mecanismo mucho más eficaz para compartir, expresar de dónde venimos y crear lazos de confianza, identidad y aprecio con los demás.
Durante el Mes de la Herencia Hispana en Estados Unidos, el cual comprende un mes completo de actividades y celebraciones en distintos puntos del país del 15 de septiembre al 15 de octubre, podemos ver cómo el baile hispano es cultura, herencia y tradición llena de fuerza, vida y diversión.
Y sin importar si sabemos bailar o no, la intuición, alegría y confianza latinoamericana se impone para ir aflojando los músculos o restarle importancia a la inicial y comprensible falta de coordinación. Sin importar si es un merengue vertiginoso, una guaracha sabrosona, una chicha acompasada, o un complejo y elegante tango o danzón, la primera y valiosa lección del baile hispano es la misma: déjate llevar.
Con o sin pareja, en casa, un salón o sobre las aceras, Hispanoamérica siempre baila sonriente, ya sea un mambo, una samba, cha cha chá o un romántico bolero. Siempre es buen momento para pararse del asiento, sentir la música y comenzar a moverse como muestra de celebración de nuestro origen y presencia en el mundo. ¡Celebremos juntos!