Los académicos exiliados que rescataron la memoria histórica de Nicaragua confiscada por Ortega y Murillo

Un año después de que el régimen sandinista incautase la Universidad Centroamericana, un grupo de académicos e investigadores en el exilio lanzan una web con un inventario de 70.000 piezas que documentan la historia nicaragüense

La sede de la Universidad Centroamericana, en Nicaragua.CORTESÍA

El 16 de agosto de 2023, cuando el campus de la Universidad Centroamericana (UCA) fue confiscado por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, los historiadores y académicos se lanzaron al acervo del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) a rescatar todo lo que pudiesen. No hubo tiempo para sacar colecciones físicas, pero sí pudieron descargar de la nube miles de archivos digitalizados antes que la policía irrumpiera en el edificio con el que han creado un inventario que tiene como objetivo evitar la malversación de ese patrimonio. Fue una tarea frenética, un tanto desordenada por la angustia y la prisa.

La mayoría de esos académicos e investigadores huyeron ese mismo día o semanas después al exilio, porque el régimen abrió causas judiciales por terrorismo contra la universidad jesuita, una de las más preponderantes en la historia del país centroamericano, tanto a nivel social como político. El IHNCA fue fundado, junto con la UCA, hace 63 años por la Compañía de Jesús.

El IHNCA era el principal instituto de historia de Nicaragua, un acervo recolectado a través de los años por los jesuitas, que incluye colecciones antiguas y muy valiosas: 40 libros raros en el que destaca un Thesaurus bibliorum de 1577, una copia del incunable Arte en lengua mixteca, ediciones príncipes de los libros de Rubén Darío, el poeta culmen de lo nicaragüenses; correspondencia del siglo pasado, bibliotecas personales de personajes históricos, archivos de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN) de la dictadura somocista y hasta transcripciones de entrevistas de los jóvenes que hicieron la Cruzada Nacional de Alfabetización durante la revolución sandinista.

Son 70.000 colecciones que documentan la historia de Nicaragua desde el siglo XV: de periódicos, revistas, fotografías, microfilms, audiovisuales, textuales, narrativas orales, piezas museables y un nutrido etcétera… un universo que los académicos en el exilio describen de “incalculable e irreparable valor patrimonial y monetario”.

Desde que salieron al exilio, los académicos decidieron que tenían que ordenar lo que rescataron y ponerlo a disposición pública, no sólo por el valor de esta memoria histórica de Nicaragua, sino para “prevenir su malversación”. “Requiere de auditoría social permanente”, le dice a EL PAÍS el investigador que encabezó desde Costa Rica el lanzamiento de un sitio web con inventarios y muestras digitales del material incautado por el régimen Ortega-Murillo.

Libros en la biblioteca de la Universidad Centroamericana, en Nicaragua.CORTESÍA

“La idea empezó a surgir desde el mismo 16 de agosto que asaltaron el campus. La concretamos aquí, en San José, con la colaboración de profesores de la UCR (Universidad de Costa Rica). Y la terminamos de madurar y trabajar con la colaboración de otros académicos de otras partes del mundo. Era gente que ha trabajado con el IHNCA y entonces estuvieron dispuestos a apoyarnos”, dice el académico que, por motivos de seguridad pidió omitir su nombre. “Todo este año hemos estado recuperando información y poniéndola en orden para presentarlas de una manera amigable”. En la tarea también participaron profesores y alumnos de la UCA, renombrada por el régimen como Universidad Casimiro Sotelo.

“Desde el exilio, el IHNCA continúa promoviendo la protección y difusión de su acervo histórico, así como la investigación historiográfica sobre la región, reafirmando la prevalencia de su misión sobre las adversidades que enfrenta”, dice el sitio web lanzado este 16 de agosto por los académicos, historiadores e investigadores. “Este patrimonio cultural fue confiado a este instituto por numerosas familias nicaragüenses y académicos de varios países. Para la gestión de esta documentación, han sido fundamentales los padres jesuitas y numerosos laicos, agencias para el desarrollo y organizaciones no gubernamentales de diversos países”.

Murillo, depredadora del acervo cultural

El 23 de agosto, días después de su confiscación, el régimen de Ortega y Murillo inauguró el IHNCA como Instituto de Historia Héroes de Nicaragua” al mismo tiempo que instalaron el Museo de la Cruzada Nacional de Alfabetización en el edificio. Fue un acto partidario, flanqueado por las banderas rojinegras del partido de Gobierno. “Estaba cerrado ese espacio por los enemigos de la patria bendita y siempre libre. Hoy se reabrió y ahí está el espejo de lo que somos, adónde vamos”, dijo Rosario Murillo ese día en su monólogo oficial.

Toda la colección de 70.000 documentos quedó a partir de ese momento en poder del Gobierno sandinista, más específico bajo el control de la copresidenta Murillo. No es la primera vez que se apropia de colecciones artísticas y acervos. En 2010, arrebató a una fundación privada la tutela de más de 300 pinturas del Museo Julio Cortázar, descrita como una de las más extraordinarias que hubo en América Latina. Con la confiscación del diario La Prensa en 2022, Murillo también se adueñó de la hemeroteca de este rotativo, el más antiguo del país.

Los directivos de La Prensa no saben dónde están los documentos que conservaban bajo cuidados especiales, es decir fotografías publicadas e inéditas, todas las ediciones del diario y otros periódicos antiguos, como Flecha, La Noticia, La Crónica, El Semanario Novedades, Barricada o El Nuevo Diario, entre otros.

Un ejemplo de cómo Ortega y Murillo utilizan piezas invaluables sucedió en 2006, cuando el sandinista regresó al poder, y le regaló al fallecido Hugo Chávez dos poemas manuscritos de Rubén Darío. Escritores y poetas criticaron con dureza el obsequio, incluida la misma Ministra de Cultura de Ortega, Margine Gutiérrez, a quien despidió tres meses después.

Rosario Murillo en Managua, Nicaragua, en 2018.Alfredo Zuniga (AP)

En ese sentido, dice el académico del IHNCA, era primordial documentar la colección. “Esta no es la continuación del trabajo que hacíamos desde el campus de la UCA. Queremos hacer énfasis en la denuncia con este sitio web: uno, se lo robaron; y dos, decirle a muchas familias que entregaron a lo largo de generaciones su documentación a los jesuitas y a la UCA: ‘Miren, aquí está el inventario de lo que se robaron’. Entre ellos están las fotos de sus familias, de sus abuelos. Es decir, es una forma de decirles a la gente que nos dio a custodiar su acervo, su patrimonio: ‘Esto es lo que ellos se llevaron’. Hay que hacer una auditoría social para prevenir que lo sigan saqueando. Además, al que le llegue a sus manos un día un manuscrito del siglo XVIII y lo compre, pues que pueda revisar si ahí el documento está en la colección del IHNCA”, dice el académico exiliado en Costa Rica.

De las 70.000 piezas documentales del IHNCA, los académicos lograron armar casi todo el inventario. Sin embargo, una sola pieza puede tener entre una y 400 páginas. Cada libro o expediente es una pieza, un solo telegrama y una carta manuscrita también son una pieza cada uno. Digitalizarlas todas hubiera sido una labor faraónica, dicen los académicos. Sin embargo, entre el 2007 y el 2023, el IHNCA digitalizó miles de páginas y cintas (audio o audiovisuales). Pero fue apenas una parte de aquellas grandes bibliotecas.

“De eso, logramos salvaguardar lo que universidades amigas (Tulane, Indiana y la UCR) lograron resguardar en sus servidores cuando les pedimos que descargaran información del nuestro. Todo esto fue durante aquellas horas nefastas de hace un año”, concluye el académico.

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