Noboa y Correa, repetición de una fórmula en las crisis políticas ecuatorianas

La agitación política, los métodos disruptivos de gobernar y la comunicación unen los caminos del actual presidente de Ecuador y el exmandatario

Daniel Noboa y Rafael Correa.

A primera vista, Rafael Correa y Daniel Noboa pueden parecer muy distintos. Si hay que compararlos en ideología, trayectoria personal y discurso político, tienen grandes diferencias. Pero si se los compara como fenómeno, digamos “correísmo” y “noboísmo”, y las circunstancias políticas en las que ejercieron el poder, tienen más similitudes de lo que a ellos les gustaría reconocer.

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A primera vista, Rafael Correa y Daniel Noboa pueden parecer muy distintos. Si hay que compararlos en ideología, trayectoria personal y discurso político, tienen grandes diferencias. Pero si se los compara como fenómeno, digamos “correísmo” y “noboísmo”, y las circunstancias políticas en las que ejercieron el poder, tienen más similitudes de lo que a ellos les gustaría reconocer.

Antes de que Rafael Correa se sentara en el sillón presidencial, el país había tenido cuatro golpes de Estado y siete mandatarios en diez años. Era 2006 y el joven candidato representó “lo nuevo”. Fue Correa quien acuñó la frase “fuera todos” y no perdía la oportunidad de ridiculizar a los actores de la partidocracia. Como el video que usó en su primera campaña electoral, en la que un hombre vestido de terno y corbata oscuro, esperaba el ascensor que tenía la frase Congreso Nacional. Al abrirse la puerta, dos payasos estaban también en el ascensor. Así, el descontento ciudadano, ese 70% que quería que la democracia funcionara sin políticos, estaba reflejado en una escena de veinte segundos.

“Correa es el hijo del ‘fuera todos’, logró entender esos códigos y los incluyó en su narrativa, en su estrategia de campaña y en sus piezas audiovisuales”, explica el analista político Pedro Donoso. El exmandatario exacerbó el rechazo de la colectividad social frente a la clase política. “Por eso Correa se atrevió a ir a una elección sin una lista de congresistas, que en ese momento se podría haber considerado como un suicidio”, añade.

El contexto que ha dado paso al fenómeno Noboa, aunque ocurre 17 años después, es similar al de entonces. Guillermo Lasso decretpo la muerte cruzada, una figura emparada para la Constitución para eliminar a un Congreso que tenía el 95% de rechazo y terminar el periodo por una crisis institucional y de credibilidad similar a la de 2005. Las elecciones las ganó la opción joven, el que desordenó el tablero político y que usa métodos disruptivos o creativos, que le surten efectos. “El nuevo hijo está entendiendo los códigos y los usa a su favor, sin que esto signifique validar los métodos, que mantiene un discurso en el que dice datos que no son ciertos, pero la oposición no entiende cómo ganarle la narrativa”, dice Donoso.

Los métodos disruptivos de gobernar y la comunicación son otra línea que une al pasado y el presente, el correísmo y el noboísmo, que fue criticado en ese entonces al igual que ahora, porque no se ajustan al manual que la política manda. Correa impuso los métodos disruptivos para comunicar lo que hacía su Gobierno. Implementó los gabinetes itinerantes, una idea que tomó de los consejos comunales de gobierno que hacía el expresidente Álvaro Uribe, en Colombia. En 10 años de Gobierno, Correa hizo 110 gabinetes itinerantes. Iba con sus ministros a sesionar en localidades donde antes ningún mandatario llegaba. Pero, además, organizó 523 enlaces ciudadanos, similares a los Aló presidente de Hugo Chávez en Venezuela, donde marcaba la agenda política y mediática para los siguientes siete días. “Generaba otras formas de poder. Hacía criminología mediática, decía quién era el bueno y el malo, dictaba sentencias. Y la oposición no logró entender aquello y por eso Correa estuvo 10 años en el poder”, agrega el analista.

Noboa aplica otras herramientas para comunicar y aprovecha las redes sociales. Puede grabar un video donde cuenta flexiones de pecho por cada beca escolar que entrega y enciende las redes sociales. O posiciona un mensaje coordinado con sus representantes en la Asamblea y sus ministros.

En 2006, Correa llegó como un outsider natural. No tenía una conexión política con las instituciones de ese entonces. Estaba huérfano en las disputas que se podían dar. Pero su operación política logró que la institucionalidad respondiera a su necesidad, por ejemplo, de convocar a una consulta popular para llamar a una Asamblea Constituyente. Con esa cirugía consiguió tener una mayoría en el parlamento, que se repitió en casi todos sus periodos, que se la conocía como la ‘aplanadora’, que aprobaba todos los proyectos de ley que enviaba el Ejecutivo.

Noboa, bajo condiciones similares, con solo 12 legisladores y sin partido propio, ha conseguido lo mismo. Llegó al poder en medio de una guerra interfunciones que, a pesar de ser independientes del Ejecutivo, le afecta. “Pero todas las instituciones parecen que están funcionando para el presidente”, analiza Donoso, y cita como ejemplo la decisión de la Corte Nacional de Justicia que ha incluido en la terna para presidir el Consejo de la Judicatura a un coordinador del partido político del presidente. “La Fiscalía también funciona para Noboa, en el caso de la vicepresidenta”, agrega. El presidente ha logrado en ocho meses romper esa orfandad en el Gobierno, y puede atribuirse la crecida de popularidad tras sus decisiones de militarizar el país, después de la toma de un canal de televisión, el 9 de enero.

Ambos mandatarios han logrado usufructuar una crisis de representatividad no solo política partidista, sino también gremial, sindical y académica. Y marcar a sus enemigos para generar una cohesión entre su electorado. Correa escogió la partidocracia, Estados Unidos, el FMI y los medios de comunicación. Noboa sigue identificando a todos sus enemigos. Ha marcado en su lista al correísmo, también está México en reemplazo de Estados Unidos, y todo lo que no represente el “nuevo Ecuador”, la frase que acuña para conquistar la reelección. Los fenómenos Noboa y Correa, en épocas diferentes, han aprovechado las circunstancias y las estrategias para construir su presidencia.

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