Burle Marx: el paisajista brasileño que abrazó la flora local para defender una ciudad para todos

Una exposición en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro recupera su lucha por crear espacios públicos de calidad para todas las clases sociales.

Roberto Burle Marx, retratado en junio de 1988.Paulo Fridman (Getty Images)

El paseo marítimo de la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, con las olas y los diseños geométricos en piedras portuguesas blancas, negras y rojizas, es una de las obras maestras del brasileño Roberto Burle Marx (1909-1994), famoso creador de jardines tropicales que pusieron patas arriba el paisajismo tradicional. Pero el artista (era paisajista entre muchas otras cosas) tenía otras preocupaciones más allá de dejar su impronta en la postal más famosa de Brasil. Su vocación le llevó a ...

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El paseo marítimo de la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, con las olas y los diseños geométricos en piedras portuguesas blancas, negras y rojizas, es una de las obras maestras del brasileño Roberto Burle Marx (1909-1994), famoso creador de jardines tropicales que pusieron patas arriba el paisajismo tradicional. Pero el artista (era paisajista entre muchas otras cosas) tenía otras preocupaciones más allá de dejar su impronta en la postal más famosa de Brasil. Su vocación le llevó a luchar por una ciudad para todos, también para los que no podían permitirse un apartamento con vistas al mar. Es lo que resalta la exposición Lugar de estar: el legado de Burle Marx, que acaba de inaugurarse en el Museo de Arte Moderno (MAM) de Río y pone el foco en 22 de sus proyectos para el espacio público, reuniendo casi 100 objetos de su archivo personal.

Dos hombres llevan tablas de surf en el paseo marítimo de Copacabana.Matthew Ashton (Getty Images)

Muchos de esos proyectos, no obstante, se quedaron en un cajón. Y la exposición empieza precisamente provocando preguntas: por un lado están los croquis del parque de Flamengo, donde se asienta el propio museo, un vergel de 140 hectáreas ganado al mar, con 17.000 árboles de 240 especies que conecta el centro de Río con la acomodada zona sur. Al otro lado, el proyecto de un parque que nunca llegó a construirse en Bangu, un empobrecido barrio a 40 kilómetros de la playa, que en Río es célebre por ser una olla a presión, en buena parte porque faltan árboles y sobra asfalto.

Otros sueños de integración en una ciudad extremadamente desigual vieron la luz solo a medias, como un ambicioso parque junto a la Maré, uno de los complejos de favelas más violentos de Río. Sólo se construyó la primera fase, y tras años de abandono apenas queda alguna placita destartalada.

Otro proyecto frustrado da una idea de cómo el paisajista fue un adelantado a su tiempo: en 1946 llegó a idear un jardín zoológico sin jaulas, con los animales separados por barreras naturales y rodeados de la vegetación de su hábitat natural.

Un boceto del zoo de Brasília, hecho por Burle Marx.Rafael Adorján (Cortesía)

“Queremos hablar de cómo él pensaba la ciudad como un todo, esa provocación está muy presente, la idea de que el derecho al espacio público, al espacio verde, era un derecho de toda la población”, explica Pablo Lafuente, director del museo y uno de los comisarios de la muestra, junto a Beatriz Lemos e Isabela Ono. Los tres avanzan con cuidado entre operarios que acaban de colgar los últimos cuadros mientras recuerdan que el visitante tendrá la suerte de ver, en el mismo sitio, la idea del artista y la ejecución: en la pared, los planos; y mirando por los enormes ventanales del museo, el resultado algunas décadas después: estanques con nenúfares a un lado, un original jardín de cantos rodados al otro.

La exposición, que se puede visitar hasta finales de junio, también recuerda que Burle Marx fue, ante todo, el padre del jardín tropical moderno. Rompió con los jardines de setos recortados y líneas cuadriculadas de inspiración francesa, impuso las curvas y la asimetría y, sobre todo, puso en valor la riquísima flora local. En uno de sus primeros proyectos, de 1935, diseñó una plaza en la ciudad de Recife y la adornó con cactus autóctonos: plantas resistentes que necesitaban pocos cuidados. Las señoras de la alta sociedad recifense, acostumbradas a pasear entre rosaledas, escribían al periódico local indignadas con tamaña provocación.

Lo cierto es que el brasileño cambió las rosas por cactus, bromelias, y cientos de otras especies que fue descubriendo y catalogando a lo largo de su vida. Fueron tantas que más de 30 le rinden homenaje en su nombre científico en latín. Los coloristas planos de Burle Marx para parques y plazas, parecen, a simple vista, obras de arte abstracto. Al observar el detalle se aprecia cómo cada mancha de color corresponde a una planta diferente, delicadamente descrita en la leyenda del dibujo.

Un plano del Parque de Ibirapuera, ubicado en São Paulo.Thomas Griesel (Moma)

Burle Marx era un hombre del Renacimiento en los trópicos: pensaba la ciudad, recorría el mundo en busca de plantas, pintaba, esculpía, creaba tanto minúsculas joyas como tapices monumentales, cantaba ópera, le apasionaba la cocina y por lo visto ofrecía unas fiestas legendarias en su finca a las afueras de Río. De todas esas facetas, una de las que más le conecta con el mundo de hoy es su lado ecologista. En los años sesenta y setenta ya plantaba cara a la dictadura militar por la construcción de la Transamazónica, la carretera que partió en dos la Amazonía, como se aprecia en algunos recortes de periódicos presentes en la exposición.

Las conexiones con el Brasil contemporáneo continúan a través de seis artistas que el museo invitó para que crearan obras inspiradas por su legado (como el carioca João Modé, que da la bienvenida a los visitantes con una instalación que recrea un pedazo de selva en la icónica escalera de caracol del museo). También con una reivindicación de una forma de trabajar menos vertical y más colectiva. Si Burle Marx trabajó codo con codo con otros genios del movimiento modernista brasileño, como Oscar Niemeyer o Lucio Costa, en una decena de videos, sus colaboradores más cercanos, desde arquitectos a jardineros, cuentan cómo era trabajar día a día con el paisajista. Destaca Haruyoshi Ono, que estuvo 30 años trabajando con él y organizó su archivo tras su muerte. Su hija, Isabela Ono, es ahora la directora del Instituto Burle Marx.

Los esfuerzos de Burle Marx y su equipo por integrar la ciudad y la naturaleza a través de un espacio público democrático y de calidad fueron uno de los motivos que hicieron que en 2012 Río se convirtiera en la primera ciudad del mundo en recibir de la Unesco el título de Patrimonio Mundial en la categoría de paisaje cultural urbano. Nueve años después, la Unesco también bendecía como un tesoro para toda la humanidad la exuberante finca donde vivió y donde reunía su colección de plantas tropicales, donde empezó a dar forma a los jardines modernos.

Los jardines de la casa de Burle Marx, nombrada patrimonio de la humanidad por la Unesco.Mario Lobão (AP)

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