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España se suma a la negociación con el mayor grupo criminal de Colombia

Una enviada del Gobierno español participará como interlocutora en las conversaciones de Qatar con el Clan del Golfo

España acaba de tomar asiento en una discreta sala de Doha, lejos de las selvas donde el mayor grupo criminal de Colombia impone su ley. En silencio y sin anuncio previo, el Gobierno español ha incorporado a una delegada a la mesa instalada en Qatar, donde el Clan del Golfo y el Ejecutivo de Gustavo Petro miden hasta dónde puede avanzar uno de los capítulos más delicados de la política de paz total. Es la primera vez que España participa en un diálogo con este grupo, heredero del paramilitarismo y dominador de buena parte del narcotráfico del país. El movimiento, confirmado por EL PAÍS con fuentes involucradas en el proceso, vuelve a situar a España como actor internacional en un proceso de paz colombiano, esta vez en una de sus negociaciones más complejas y polémicas.

El aterrizaje de España —que completa el equipo mediador en el que ya participaban Suiza, Noruega y Qatar— llega en un momento decisivo. Petro entra en la recta final de su mandato y necesita demostrar que su apuesta por negociar con todos los grupos criminales a la vez produce algún resultado. Pese a las negociaciones abiertas con guerrillas, disidencias de las extintas FARC y bandas criminales, la violencia no ha cedido. Por el contrario, los grupos armados se han fortalecido. Falta una estrategia coordinada, y un marco claro para someter a organizaciones criminales, apuntan organizaciones especializadas en el conflicto armado colombiano. International Crisis Group advierte que “en varias regiones, los grupos armados han aprovechado la tregua para expandir su presencia”.

España no aparece en Doha como un actor ajeno al esfuerzo de paz colombiano que mantiene de forma simultánea hasta 13 mesas de conversación, con resultados dispares. Desde los años noventa, ha participado en diversas iniciativas, y desde 2023 forma parte del grupo de países que acompañaron oficialmente la negociación con el ELN, la última guerrilla de Colombia. El Gobierno Petro abrió conversaciones de paz con ella en 2022, pero están suspendidas hace casi un año tras una oleada de ataques de esa guerrilla en la región del Catatumbo, en el noreste del país, que dejó casi un centenar de personas muertas y desplazó a 60.000 campesinos.

En ese proceso, el papel de Madrid fue discreto, más ligado al acompañamiento político y técnico que a la interlocución directa. Pero su entrada en el diálogo con el Clan del Golfo, que se dan como nombre el de Ejército Gaitanista de Colombia, supone un salto cualitativo: pasa a involucrarse en la negociación más sensible con el mayor actor criminal del país.

¿Por qué Qatar y Colombia pensaron en España? “España es un socio confiable para Colombia. Y para Qatar, es importante porque hablamos de América Latina”, añade una fuente cercana a las negociaciones de paz. “Los árabes saben muy bien el impacto de la Historia en las sociedades. Nosotros [los colombianos] también”.

A eso se suman motivaciones más prácticas: “España no es ajena a todo esto. El Clan del Golfo llega a hasta Algeciras”, concluye esta fuente. España además ha tenido un papel (silencioso pero sostenido) en la implementación del acuerdo con las FARC y en la mesa del ELN.

Para Madrid, el control del tablero criminal en Colombia es importante porque, entre otras cosas, grandes capos de la droga colombianos acaban instalados en España, donde viven y hacen negocios. Entre los casos más recientes está el de Freddy Castillo, conocido como Pinocho, señalado como líder de una estructura paramilitar en el norte colombiano y capturado en 2022 en la capital española. O el de Julio Lozano Pirateque, alias Patricia, jefe narcotraficante que los servicios de inteligencia colombianos ubican hoy en suelo español.

Las conversaciones de Doha nacieron en un intento desesperado de salvarlas. Sin un marco jurídico claro y tras meses de bloqueos y mensajes ambiguos del Clan del Golfo, el grupo rechazó seguir dialogando dentro de Colombia y exigió un escenario neutral. El Gobierno colombiano aceptó mover la mesa a Qatar, donde en septiembre se firmó el acuerdo de Doha, una hoja de ruta que combina los primeros gestos de desescalamiento de la violencia que se van a poner en práctica en forma de proyecto piloto en cinco municipios del noroeste del país.

La paz se ensayará en una franja selvática de difícil acceso que conecta el Caribe con el Tapón del Darién. Una región atravesada por rutas del narcotráfico y disputas armadas, de ríos, selva, oro y madera; de comunidades indígenas y afro donde el Estado aparece poco y casi siempre armado. Allí el Clan del Golfo actúa como autoridad de facto. Una de las prioridades será acabar con el reclutamiento infantil, un desafío que exige que el Estado —históricamente ausente en la zona— despliegue una oferta real de seguridad y de futuro para los niños.

El Clan del Golfo nació de los restos del paramilitarismo y creció al ritmo del narcotráfico. En pocos años pasó de ser una estructura regional del noroeste del país a un engranaje criminal con presencia en buena parte Colombia y conexiones internacionales. Su fuerza no depende solo de las armas, sino de su capacidad para controlar territorios, mover economías ilegales y recomponerse cada vez que cae un jefe. Es una de las piezas más difíciles de mover en el rompecabezas de la paz.

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