Imagen de pasado
Los acercamientos entre los expresidentes Álvaro Uribe y César Gaviria recuerdan que el país que gobernaron ya no existe
¡Buenos días!
“El viernes pasado el expresidente Álvaro Uribe se reunió con otro peso pesado de la política colombiana, el expresidente César Gaviria”. La noticia, que marcó uno de los hechos de la política durante la semana, podría leerse también como el peso del pasado. En marzo de 2024 publicamos una newsletter titulada Tres formas de pasado. Se refería a las dis...
¡Buenos días!
“El viernes pasado el expresidente Álvaro Uribe se reunió con otro peso pesado de la política colombiana, el expresidente César Gaviria”. La noticia, que marcó uno de los hechos de la política durante la semana, podría leerse también como el peso del pasado. En marzo de 2024 publicamos una newsletter titulada Tres formas de pasado. Se refería a las discusiones que suscitaba el regreso a Colombia de uno de los excomandantes paramilitares más famosos y sanguinarios, Salvatore Mancuso; a la propuesta de los ganaderos del país de crear frentes de seguridad; y al ya entonces alarmante crecimiento de las disidencias de la extinta guerrilla de las FARC. Pero la que ocurrió el viernes en Llanogrande la supera con creces. Dos expresidentes, con enormes sombras en sus gestiones, dejan de ser fantasmas para corporizarse y querer dirigir la campaña política que comenzó antes de tiempo presentándose como el futuro ante los evidentes errores y problemas de gestión de Gustavo Petro.
De un lado, César Gaviria, a quien Gabriel García Márquez describía en Noticia de un secuestro como alguien con maestría para poner todo en duda. En medio de la presión del narco Pablo Escobar y el secuestro de 10 figuras reconocidas en el país, Gaviria se mostraba, según el Nobel, imperturbable. En una escena en la que le entregan una carta de los llamados Extraditables, Gaviria la leía “con la fuerza de concentración que impresionaba a todos: como si se hiciera invisible”. La imagen describe a la perfección la presencia del expresidente en la vida política durante años, haciéndose el invisible, aunque siempre presente como jefe del Partido Liberal. Lo que tal vez haya cambiado es su capacidad de poner todo en duda. Hasta no hace menos de una década, Gaviria le gritaba “Uribe, mentiroso, Uribe mentiroso, Uribe mentiroso”, tres veces como el mantra uribista de trabajar, trabajar y trabajar.
Del otro lado, el expresidente Álvaro Uribe, cuya sombra política —dos mandatos propios, para luego imponer una vez a Juan Manuel Santos y otra a Iván Duque en la Presidencia— se alarga y recuperó fuerza desde su reciente absolución por el caso de falsos testigos. Aunque el trampolín político del expresidente fue el Partido Liberal, cambió radicalmente de orientación con el paso del tiempo, y ahora se reúne con Gaviria, el jefe de esa colectividad. Eso quiso recordar de su encuentro: que ambos se unieron en los años noventa para aprobar la Ley 100, que construyó el sistema de salud actual. Como en los años noventa, pero en el país de 2025.
Precisamente esta semana, el escritor y columnista Juan Gabriel Vásquez recordó que hace 15 años escribió que Uribe se iba del poder sin irse realmente. Y que el expresidente sabe, “como los mejores narradores de la literatura de terror, que es mejor no mostrar al monstruo, sino simplemente sugerirlo”. Vásquez recuerda que Uribe “inventó una palabra que no quería decir nada concreto, pero que sugería los fantasmas de Cuba y Venezuela. Y así les dio a sus seguidores una manera de nombrar las emociones negativas que les provocaba, acaso comprensiblemente, una negociación difícil que iba a implicar concesiones incómodas”. La palabra, como la sombra de Uribe, se ha ido sofisticando. Su hijo Tomás, acaba de inventar otra, de sugerir un monstruo: “Nos unimos, o nos derrota el narco-comunismo”.
Todo muy del pasado.
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