Con el agua al cuello
Duele ver cómo el Chocó pierde lo poco que tiene en medio de las inundaciones y de un paro armado. Entre los más afectados están los 46.000 estudiantes que dejan de recibir clases en uno de los departamentos más rezagados en temas de educación
“Cuando vienen las crisis, todo se vuelve más crítico, porque lo básico y esencial falta. El Chocó es un recordatorio urgente de cómo la ausencia de servicios esenciales y condiciones de vida seguras amplifica el sufrimiento de miles de personas”
Corporación Manos Visibles
Alrededor del mundo vemos imágenes de...
“Cuando vienen las crisis, todo se vuelve más crítico, porque lo básico y esencial falta. El Chocó es un recordatorio urgente de cómo la ausencia de servicios esenciales y condiciones de vida seguras amplifica el sufrimiento de miles de personas”
Alrededor del mundo vemos imágenes de familias clamando por apoyo de emergencia ante huracanes, ríos desbordados, casas arrastradas por cuerpos de agua. Vemos a gobernantes en apuros para responder. Manifiesto mi solidaridad con quienes han perdido a sus seres queridos y se enfrentan ahora a tratar de continuar la vida en medio de ruinas.
Usualmente, la respuesta ante una emergencia deja de últimos a quienes deberían ser los primeros. El bienestar de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes es lo más importante en ese contexto. Según el último reporte de la Secretaría de Educación del Departamento del Chocó, en Colombia, más de 46.000 estudiantes se han visto afectados en la actual crisis que llevó al Gobierno nacional a declarar una situación de desastre natural.
Esta coyuntura ha revelado la poca preparación institucional para dar respuesta a retos estructurales anunciados con anticipación. Propongo dos acciones urgentes para quienes buscan ser mejores aliados en tiempos de crisis climáticas.
1. Seguridad y protección inmediata basadas en evidencia
A medida que avanza la respuesta humanitaria de emergencia es esencial que las fuerzas armadas estén al servicio de los más vulnerables. Entre las fuerzas militares y de policía, las autoridades locales, empresarios, las autoridades educativas y las organizaciones de base que conocen las regiones más afectadas se puede responder de manera más expedita y pertinente.
Es urgente integrar las estimaciones del IDEAM a lo que puede ocurrir en los próximos días en esta región y en todo el país. Existe una profunda brecha entre lo que la ciudadanía requiere saber en la vida cotidiana con respecto al clima, lo que necesitan los responsables de las políticas, la información que se produce y se hace disponible y los canales por los que se difunde. Este es el momento para que las mejores mentes del país estén al servicio de quienes más les necesitan.
Mientras el mundo está explorando excursiones interplanetarias es muy doloroso ver a un territorio como el Chocó perder lo poco que tiene, que ni siquiera alcanza el estándar de esencial. Y, sobre todo, que las escuelas estén en tan alto riesgo. Desde 2023 empezamos la gestión de un crédito de más de 80 millones de dólares para que, a través de la CAF, el país cuente con los recursos para enfrentar el impacto de la crisis climática en la educación. Este recurso está disponible. Es momento de acelerar la respuesta hacia los territorios priorizados, la mayoría de ellos en el Chocó, Cauca, Valle del Cauca, Nariño y La Guajira.
Más y mejores simulaciones de modelos climáticos son perentorias. Las instituciones científicas gubernamentales y los centros e institutos de investigación de universidades pueden aportar información valiosa que permita a las autoridades locales contar con actualizaciones oportunas para atender a la población pese a los cambios del clima tan vertiginosos como los que estamos viendo. Gavin Schmidt y Zeke Hausfather argumentan que necesitamos crear una mejor manera para que los modelos climáticos reflejen nuevas observaciones. Eso significa una recopilación más completa y rápida de datos de satélites, mediciones in situ y estadísticas económicas, convertidas por los analistas para alimentar los modelos meteorológicos. Las escuelas y las universidades locales pueden ocupar un lugar privilegiado para que el gobierno nacional tome decisiones basadas en evidencias, que salven vidas mientras se gestiona, de manera integral, el riesgo escolar.
Que un paro armado se desarrolle en un contexto de crisis social y climática y no se vea una solución cierta en el horizonte es la mayor evidencia del desprecio por las vidas de las personas que habitan la región.
2. Apoyo básico para la continuidad educativa
Como lo han demostrado los resultados de las pruebas PISA, esta generación de estudiantes colombianos ha heredado una larga historia de desigualdad educativa, a las que se han adicionado el impacto de la pandemia y, ahora, el de esta temporada de lluvias.
Los niños, niñas, adolescentes y jóvenes no pueden continuar sin oportunidades de educación de calidad. La mayoría de ellos no logra comprender un texto básico. A medida que se avanza con la provisión de alimentos, agua y otros elementos de primera necesidad, un buen aliado puede aportar insumos que permitan el avance de los planes de emergencia para la continuación educativa. Por ejemplo, kits escolares de emergencia.
El país se ha acostumbrado a la imagen de los niños afrodescendientes e indígenas descalzos o sin ropa. Los kits pueden contener todos los insumos necesarios para que quienes se puedan seguir movilizando a la escuela lo puedan hacer en condiciones de dignidad humana básica pese a las emergencias. Se deben crear los mecanismos institucionales de respuesta para que la dotación y la alimentación sigan llegando a todas las instituciones educativas del país.
La garantía del transporte escolar fluvial y los mecanismos de reubicación de las escuelas que fueron arrasadas por los ríos no dan lugar a dilaciones. El fortalecimiento de la señal de internet y el fluido eléctrico se debe garantizar.
Así relata Luz Marina Cañola lo sucedido en su natal Bojayá: “La gente perdió todo. El plátano de Bojayá se acabó por completo. Eso quedó destruido. Hay gente que no hace más que llorar de ver la situación… como quedó el pueblo de Pogue”.
Sólo en este municipio hay más de 5.300 estudiantes afectados. Todos los protocolos de educación en emergencias se deben poner en funcionamiento con el acompañamiento de UNICEF, la Cruz Roja y la Unidad de Gestión del Riesgo de Desastres.
La mayoría de las escuelas del Chocó afectadas en estas primeras semanas de la temporada requieren el mejoramiento en su infraestructura, la alimentación para las familias que se han visto forzadas a hacer de la escuela su albergue, mobiliario escolar, material didáctico, fortalecimiento de sus restaurantes escolares, dotación de las bibliotecas, y acompañamiento de salud mental a las familias afectadas, y a la labor de las y los docentes. Lo mínimo, lo básico, lo esencial, como escribe, con razón, la Corporación Manos Visibles. La reubicación de Pogue y Boraudo no da espera. Se requiere mayor celeridad y compromisos de quienes pueden hacer esto posible.