Inteligencia Artesanal

Contrario a lo que se cree, según el último reporte del World Economic Forum acerca del futuro del trabajo, las competencias más demandadas serán profundamente humanas. Nada de lo que hoy se pide en el mundo laboral se desliga del talento construido en nuestro interior

Sala de ventas de artesanías talladas en yeso.Katherine Moreira

¿El mayor desafío es educar en la tecnología? ¿Cómo asegurar que nuestros estudiantes no solo dominen las herramientas digitales, sino también el pensamiento crítico y la creatividad? Cuando pensamos en el futuro de las habilidades laborales, surgen interrogantes sobre las competencias esenciales que necesitamos apropiar. Durante la última semana viví tres encuentros cotidianos que se convirtieron en hallazgos filosóficos que me llevan a cuestionar el sentido profundo de lo que hoy debemos aprender. ...

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¿El mayor desafío es educar en la tecnología? ¿Cómo asegurar que nuestros estudiantes no solo dominen las herramientas digitales, sino también el pensamiento crítico y la creatividad? Cuando pensamos en el futuro de las habilidades laborales, surgen interrogantes sobre las competencias esenciales que necesitamos apropiar. Durante la última semana viví tres encuentros cotidianos que se convirtieron en hallazgos filosóficos que me llevan a cuestionar el sentido profundo de lo que hoy debemos aprender. Asombro es la palabra que elijo para describir esta experiencia, en ella encuentro la respuesta a mis inquietudes.

La primera reflexión que emerge de estas vivencias está relacionada con un panel que moderé como parte de un foro sobre el futuro de la educación. Allí participaron dos empresarios conocedores de las nuevas exigencias en formación para el mundo del trabajo y dos expertos en educación. La pregunta que convocó la conversación fue: ¿Cuáles son las competencias y habilidades para el futuro laboral que se deben promover en las universidades?

Se esperaba que habláramos de la crisis de talento actual, así como de la dificultad para encontrar perfiles adecuados en las diversas industrias, de las expectativas de las nuevas generaciones y de la incesante pregunta sobre cómo debe ser la educación del futuro. Sin embargo, la belleza del encuentro radicó en que, superando lo evidente, la conversación no se centró en el ‘reskilling’ o en la educación tecnológica, sino en la tarea que tenemos alrededor de la inteligencia polifacética, la adaptabilidad, la visión a largo plazo y, sobre todo, la innovación.

El segundo encuentro fue en un congreso en el que me pidieron ofrecer, en cuatro minutos, un panorama sobre los retos del liderazgo en el país. Para ello, acudí al último reporte del World Economic Forum acerca del futuro del trabajo, que señala que las competencias más demandadas serán profundamente humanas. Para 2027, las cinco competencias básicas proyectadas como de mayor relevancia, en su orden, son: pensamiento analítico; pensamiento creativo; inteligencia artificial y big data; liderazgo e influencia social; y resiliencia, flexibilidad y agilidad. Cuatro de estas competencias se alinean más con una inteligencia artesanal que con la inteligencia artificial.

Y la última vivencia que me invita a la meditación que hoy propongo fue un bello libro que cayó en mis manos: Educar en el asombro, de Catherine L´Ecuyer. Un texto que nos motiva a volver al cultivo del asombro, a partir del mundo real, la conexión con la naturaleza, el reconocimiento de los ritmos, el sentido del misterio y la importancia de lo bello y lo feo —la relación estética—. El mensaje es claro: el aprendizaje se origina desde adentro.

Estas tres experiencias coinciden en la invitación a reflexionar acerca de la importancia de lo artesanal —la vida material que pasa por nuestras manos— en nuestro aprendizaje. Acudí de nuevo a El artesano, un libro en el que Richard Sennett nos recuerda la relevancia de la relación entre el trabajo y el cuerpo y la maestría que se adquiere mediante la práctica, la paciencia y la dedicación. El ejercicio de valores como la responsabilidad y la resiliencia se vuelve fundamental en este proceso, así como la labor que fomenta el trabajo, la experiencia, la práctica y la conexión con los materiales y la comunidad.

La artesanía, que exige inspiración y curiosidad, es parte de lo que el aprendizaje para el asombro promueve. Nos permite estimular competencias básicas y cotidianas que se entrelazan con nuestra realidad y nos preparan para interactuar con los nuevos mundos que estamos creando con la tecnología. No podemos aprender sin abrazar nuestra interioridad. Nada de lo que hoy se demanda en el mundo laboral se desliga del talento construido en nuestro interior, ese que pasa por el corazón y las manos, que nos permite preguntar, equivocarnos, volver a empezar y, sobre todo, desarrollar asombro, una capacidad que habita en la interacción con el mundo material y humano.

Así, nuestra tarea, la de todos, es armonizar lo artesanal y lo artificial, la vida virtual y la real, la rapidez y la lentitud. En un mundo que es también misterio, el futuro reclama volver a nuestra esencia más humana. La inteligencia artesanal nos invita a redescubrir la importancia de lo cotidiano, lo manual y lo íntimo, y nos recuerda que el verdadero aprendizaje trasciende la mera adquisición de conocimientos técnicos, para convertirse en un viaje hacia el interior. En un mundo cada vez más tecnológico, donde las máquinas simulan nuestro cerebro y recrean la velocidad de nuestro pensamiento y procesamiento de información, la inteligencia artesanal, en la lentitud y la entrega dedicada de nuestra mente, corazón y cuerpo, permite el espacio para el asombro como capacidad que nos llena de deseo por aprender; una conexión entre descubrimiento y disciplina.


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