Es la paz, estúpidos II

Es hora de que nos preguntemos por qué los demás países que buscan acuerdos de paz sí pueden alcanzarlos y nosotros no

Cruces blancas en un acera de Buenaventura (Colombia), durante las conversaciones de paz de este mes.Ernesto Guzmán (EFE)

En búsqueda de la paz, Colombia ha experimentado todos los mecanismos posibles y solo hemos obtenido éxitos parciales. Después de tantas frustraciones, nos queda una única salida para evitar que la paz continúe dividiéndonos entre buenos y malos, aunque íntegramente seamos amigos de encontrarla. La relación de las comisiones de paz que hemos recordado en este espacio es una muestra del esfuerzo que todos los Gobiernos han hecho para acabar la violencia.

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En búsqueda de la paz, Colombia ha experimentado todos los mecanismos posibles y solo hemos obtenido éxitos parciales. Después de tantas frustraciones, nos queda una única salida para evitar que la paz continúe dividiéndonos entre buenos y malos, aunque íntegramente seamos amigos de encontrarla. La relación de las comisiones de paz que hemos recordado en este espacio es una muestra del esfuerzo que todos los Gobiernos han hecho para acabar la violencia.

El conflicto de la guerrilla contra las Fuerzas Armadas, en particular los desafueros de la insurgencia, provocó el nacimiento del paramilitarismo. Derrotar a los políticos simpatizantes de la guerrillas a cualquier precio, según el territorio en el que la subversión tenía influencia, se convirtió en un objetivo inaceptable, repugnante. En el año 2004, el país se escandalizó con un episodio imperdonable: la presencia de los jefes del paramilitarismo en el Congreso. Un espectáculo deprimente. Todo salió mal. El señor Salvatore Mancuso afirmó que ellos contaban con el respaldo del 35% del Congreso de Colombia, y ese testimonio ,que nadie rectificó, constituía la prueba de que ese porcentaje de miembros del parlamento habían recibido el apoyo electoral de fuerzas oscuras de las derechas. El proceso político colombiano se infectó.

La ilusión creada por la nueva Constitución con la participación de un sector de la guerrilla para perfeccionar un acuerdo del paz completo se fue desmoronando. Las FARC y el ELN se encargaron de matar la esperanza. El presidente Ernesto Samper también diseñó un plan para dialogar con el ELN. Hubo reuniones en España y en Alemania. Tampoco hubo humo blanco, no obstante que contó con una participación importante de la sociedad civil.

Quien sí revivió la esperanza fue el presidente Andrés Pastrana, quien logró un principio de entendimiento con el entonces comandante de las FARC, Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, el cual estuvo acompañado por varios gobiernos, organizaciones multilaterales y sectores de la sociedad civil. Se armó el Plan Colombia con el respaldo de Estados Unidos y se fortalecieron las Fuerzas Armadas para que, si fracasaba la consonancia con las FARC ―como en efecto sucedió―, quedaran preparadas para hacer respetar las instituciones democráticas.

La película continuó en el Gobierno del presidente Álvaro Uribe. En agosto y diciembre de 2002 hubo conversaciones con el ELN. En 2004, México facilitó nuevos encuentros. En 2007, Venezuela intentó revivir el diálogo, sin fortuna. El ELN insistió en la confrontación militar, y el Gobierno mejoró sustancialmente el orden público. Se alcanzó a pensar que era posible derrotar militarmente a la guerrilla.

El presidente Juan Manuel Santos, después de muchos ires y venires, alcanzó la firma de un acuerdo de paz entre el Estado y las FARC, después de que los diálogos arrancaron en 2012 en Oslo, tuvieron una estación muy larga en la Habana y terminaron con la firma final en el teatro Colón de Bogotá en 2016. Con ello, se puso fin a un conflicto de 50 años y Santos recibió el Premio Nobel de Paz. Un diálogo similar intentó con el ELN en 2017, en Ecuador, objetivo que no se pudo optimar.

El presidente Iván Duque armó un plan para negociar con el ELN, pero casi de inmediato la organización subversiva incurrió en actos terroristas que desbarataron las saludables pretensiones del jefe del Estado. El presidente Gustavo Petro se la está jugando con un acuerdo de paz total, que incluye al ELN y a las bandas criminales, mediante un proceso de sometimiento. Ojalá que lo pueda culminar con éxito. Es el deseo de todos los colombianos. Pero si por alguna razón no es posible rematar como todos queremos, solo nos queda una salida: un gran acuerdo entre los candidatos presidenciales de 2026, consistente en apoyar el plan de paz que ejecute el presidente elegido. Es la manera de garantizar la unidad y de matar la polarización.

Es hora de que nos preguntemos por qué los demás países que buscan acuerdos de paz sí pueden alcanzarlos y nosotros no.

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