La vigilia dominical en Alligator Alcatraz crece en desafío a la política migratoria de Trump
Líderes y creyentes de diferentes fes se reúnen cada domingo a las puertas del centro de detención de Florida para mostrar su solidaridad con los afectados por la campaña antimigrante del Gobierno
A unos 90 kilómetros de Miami, en una curva solitaria de la carretera Tamiami Trail rodeada de humedales y sin señal de celular, después de pasar los negocios de paseos en hidrodeslizador y la aldea de la tribu Miccosukee, un cartel azul anuncia que se aproxima el centro de detención Alligator Alcatraz. La señal oficial está tachada por un graffiti: “Fuck ICE”.
El pasado domingo por la tarde, en el tramo de carretera frente al remoto centro en medio de los manglares de los Everglades, se reunieron más de 200 personas para exigir su cierre y denunciar el trato a los inmigrantes detenidos en Estados Unidos. Estas vigilias frente al centro —ubicado en el antiguo aeropuerto Dade-Collier— se realizan desde hace 14 domingos consecutivos, y se han convertido en un punto de encuentro para activistas, religiosos y familiares de detenidos. El 2 de noviembre coincidieron con una jornada nacional de protesta: el Día de Acción “Desaparecidos en América”, que convocó más de 140 eventos en todo el país.
Desde su inauguración exprés en julio, Alligator Alcatraz se ha convertido en un símbolo nacional de las políticas migratorias del Gobierno de Donald Trump. En esta vigilia, fieles y activistas reunidos se sumaron al clamor nacional por el cierre de todos los centros de detención para inmigrantes y el fin de las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés).
Algunos participantes llegaron en autobuses desde Fort Myers y Naples, en la costa oeste de Florida. Otros vinieron en autos desde Miami, Fort Lauderdale, Palm Beach, y otras ciudades de la costa este. Los asistentes forman un semicírculo en un trozo de tierra que, de tanto uso, se ha quedado sin yerba y que las lluvias han vuelto un lodazal. Algunos colocan sillas plegables y toldos; otros tienen esteras para sentarse en el suelo, pero la mayoría se queda de pie sobre el fango. Casi todos portan carteles con mensajes en inglés como “Ningún humano es ilegal”, “Abolir ICE” o “Detengan los abusos, detenciones y deportaciones”.
Noelle Damico, de Workers Circle, quien organiza las vigilias en Alligator Alcatraz, explica que la movilización del pasado domingo incluyó también protestas frente a tiendas de Home Depot y altares del Día de Muertos, en memoria de quienes han fallecido este año bajo custodia de las autoridades migratorias.
“La gente no se queda de brazos cruzados. Cada semana a la vigilia llegan nuevas personas que luego regresan a sus comunidades y comparten la experiencia, y se han iniciado nuevas vigilias en Sarasota, Orlando, Tallahassee y en otras partes del país”, indica Damico. Hace poco más de una semana, realizaron una llamada de capacitación sobre cómo organizar una vigilia, a la que se inscribieron más de 4.000 individuos. “Esas personas se lo contaron a otras y ahora se están regando como pólvora, desde Alaska hasta Hawái, desde Oklahoma hasta Florida y Boston, y siguen expandiéndose. Queremos que cualquiera que quiera, pueda organizar una vigilia”, agrega.
El creciente movimiento ha mantenido el foco sobre el centro, que ha estado rodeado de controversia desde su origen. Alligator Alcatraz fue construido con carpas de lona en apenas ocho días a finales de junio y comenzó a recibir detenidos desde comienzos de julio, tras una visita de espaldarazo del presidente Donald Trump. Ha enfrentado múltiples denuncias por malas condiciones, falta de acceso a abogados y tribunales de inmigración, así como por daños ambientales. Grupos ecologistas y la tribu Miccosukee —que considera esta zona su territorio ancestral— presentaron una demanda alegando que la operación causaría un daño irreparable al frágil ecosistema de los Everglades. En agosto, una jueza ordenó desmantelar el campamento, pero el Estado apeló y el caso quedó en el limbo tras el cierre del Gobierno federal. Mientras tanto, el centro continúa operando.
El nombre de la jornada nacional, “Desaparecidos en América”, alude a las denuncias de los grupos de defensa de los inmigrantes de que cientos de personas detenidas no aparecen en la base de datos en línea del ICE y sus abogados y familiares desconocen su paradero. Una demanda de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) se refiere a Alligator Alcatraz como “un agujero negro”, con personas “desaparecidas”, y “fuera del radar” del sistema migratorio.
Una vigilia en el corazón de los Everglades
La vigilia dominical transcurre con un tono solemne, apenas interrumpido por el claxon ocasional de algún auto que pasa por la carretera. El pastor Roy Terry, de la Iglesia Metodista Cornerstone United, de Naples, actúa como maestro de ceremonias y va cediendo el único micrófono disponible a quienes van a compartir testimonios, oraciones y canciones. Líderes religiosos de distintas iglesias y credos, activistas proinmigrantes y familiares de detenidos se turnan para dirigirse a la multitud. Del otro lado de la carretera, guardias armados y policías custodian la entrada, mientras una observadora legal de la ACLU examina atentamente la interacción entre los participantes.
Uno a uno, se suceden las oraciones y los testimonios cargados de emoción, entre ellos el de Arianne Betancourt, residente de Miami de 32 años. La joven relató que su padre, Justo Betancourt, se encuentra detenido en este centro desde la semana pasada. El hombre, de origen cubano y residente en Estados Unidos desde hace 36 años, había cumplido una condena en prisión y se encontraba en libertad condicional. Sin embargo, al presentarse a un chequeo rutinario con el ICE, fue arrestado. Anegada en llanto, Arianne dijo que su padre “cometió un error, pero ya cumplió su condena, fue a la escuela, encontró a Jesús y asiste a la iglesia todos los domingos”. El hombre sufre de diabetes y neuropatía, y necesita siete medicamentos distintos, pero las autoridades le exigieron que eligiera solo uno, contó la hija. “Esto es ilegal, todas las personas tienen derecho al debido proceso”, declaró, recibiendo una ovación de la multitud.
El caso de Betancourt no es aislado. En la vigilia se encuentra María Bilbao, coordinadora del Comité de Servicio de los Amigos Americanos (AFSC), quien forma parte de un grupo que se ha estado reuniendo frente a las oficinas del ICE en Miramar, al norte de Miami —donde fue arrestado Betancourt— para orar por los detenidos, y dice que en las últimas semanas ha observado un patrón preocupante: el ICE está programando citas durante los fines de semana y deteniendo a esas personas. “Eso es nuevo. La mayoría son cubanos de avanzada edad, algunos con problemas de salud. O sea, ¿a dónde los van a deportar? ¿A un tercer país?”, se pregunta.
La sensación de urgencia resuena en líderes religiosos como el pastor Roy Terry, quien considera que el país atraviesa “una de las mayores crisis morales de nuestro tiempo” lo que, a su juicio, hace imprescindible “alzar la voz y tomar una posición”. Señala que diferentes organizaciones de derechos civiles han enviado al menos cuatro cartas al Estado de Florida solicitando acceso al centro, sin obtener respuesta. “Si hay falta de transparencia, eso indica que hay algo que no quieren que veamos”, subraya.
Hasta ahora, solo sacerdotes de la Iglesia Católica han recibido permiso para ingresar a Alligator Alcatraz y celebrar misa para los detenidos. La Arquidiócesis de Miami no respondió a una solicitud de comentario para este reporte.
El desconcierto sobre el paradero de los detenidos es un tema recurrente entre quienes acompañan estas vigilias. El reverendo Tony Fisher, de la Congregación Unitaria Universalista del Gran Naples, quien vino en un autobús con más de 40 personas de su iglesia, contó que esa misma mañana había predicado sobre la angustia de no saber dónde están las personas detenidas.
“No puedo imaginarme el estrés que eso les genera a las familias, a los abogados, a las propias personas detenidas. No puedo imaginar lo que sienten las familias al no saberlo. [Los detenidos] podrían estar en El Salvador, en África —donde tenemos acuerdos para enviar personas—, podrían estar en Luisiana, o incluso aún aquí”, dice señalando hacia la entrada del centro.
Las autoridades han negado las acusaciones de malos tratos o condiciones deficientes en los centros de detención y aseguran que a los detenidos se les proporciona alimentación adecuada, atención médica y oportunidades para comunicarse con sus familiares y abogados.
Entre los líderes espirituales que han acompañado las vigilias desde sus inicios está Betty Osceola, miembro de la tribu Miccosukee y una conocida activista por el medioambiente. Como casi todos los domingos, en su camioneta trajo toldos, mesas y equipos de audio; hizo una oración en su idioma nativo al iniciar la vigilia y ahora está quemando salvia al final de la multitud. El humo oloroso le agrega misticismo a una plegaria que reza un pastor.
Hablando con firmeza, Osceola recuerda el peso de la historia: “Mis antepasados pasaron por mucho: desplazamientos, masacres intencionales”, comenta. “Pasamos por ciclos en los que discriminamos a personas. Estamos en uno de esos ciclos ahora. Este país fue construido por todos y dependerá de todos seguir avanzando y prosperando. La idea de que América es solo para ciertos individuos no tiene sentido en una nación de inmigrantes”.
Ya casi al anochecer, cuando la vigilia se acerca a su fin, Damico coloca frente al micrófono una pequeña mesa con manteles de colores y velas, y explica que es un altar por el Día de Muertos, en honor a las 25 personas que han muerto bajo custodia del ICE este año. Luego lee sus nombres, edades, lugares de origen y dónde fallecieron. Algunos entre la multitud se enjuagan las lágrimas o sacuden la cabeza.