Javier Marín: “Todos los que emigramos hemos tenido el temor a ser discriminados”
El empresario venezolano cuenta en su nuevo libro ‘En Vivo desde América’ los tropiezos, estrategias y lecciones detrás de la construcción de los medios en español en Estados Unidos
De los errores ajenos se aprende. Toda aquella persona que quiera aventurarse en el mundo de los medios de comunicación en Estados Unidos puede empezar por leer En Vivo desde América. No porque sea una guía —su autor, Javier Marín (Maracaibo, Venezuela, 58 años) detesta las guías—, sino porque es un mapa narrado a contraluz, hecho de tropiezos, intuiciones y una mezcla de miedo y ambición que acompaña hasta ahora a cada migrante que intenta contar historias en un territorio que no siempre quiere escucharlas. El libro se lee como una crónica íntima del ascenso de la televisión latina en Estados Unidos.
“Me dediqué pragmáticamente a narrar los hechos”, explica el autor venezolano, encogiéndose de hombros con la naturalidad de quien admite una falta leve. Pero en cada capítulo se revela algo más que investigación, se lee la crudeza de un oficio que exige exactitud en un país que premia la velocidad, la necesidad de hacerse un nombre sin perder la identidad y la lucha constante por traducirse del español al inglés para sobrevivir en algunas de las salas de redacción más competitivas del continente.
Marín fue dueño de un medio especializado en negocios antes de que durante la crisis venezolana encontrara su vocación de permanencia. Llegó a Estados Unidos en 2000 con la idea de cursar un máster en negocios, trabajar un par de años en un periódico importante y regresar a casa. Un plan de migración temporal. Pero la Venezuela a la que pensaba volver se transformó mientras estudiaba. “La dictadura más bien se fortaleció”, dice sin dramatismos, con un tono semejante al de los economistas que entrevistaba en sus años de reportero financiero. Como tantos de esa primera ola migratoria, decidió quedarse.
Su primer impulso fue intentar el crossover hacia los medios en inglés. “Sin ser un hablante nativo es sumamente difícil. Creo que es una de las profesiones más difíciles para lograr el cruce”, reconoce. Así que cambió de estrategia y se inclinó hacia los medios en español, aun sin conocer a fondo la magnitud demográfica, económica y cultural de la comunidad hispana. “Sabía de su prosperidad, del motor económico que representaba, pero no era experto en su composición socioeconómica. Quise especializarme”.
En 2001 tocó las puertas de Bloomberg, CNN y otras redacciones anglosajonas, pero el 11 de septiembre lo cambió todo. “El mercado laboral se volvió un desastre”, recuerda. Ante ese muro, decidió investigar el negocio de los medios hispanos con la idea de abrir uno propio. Allí llegó la idea que explica a profundidad en su libro. “Me di cuenta de que el negocio más grande era Univision. Y empecé a investigarlo desde cero”.
Pronto entendió que algo más profundo faltaba: formación. “No existe educación para crear un negocio de medios”. Lo dice en el epílogo del libro, “puedes estudiar muchas cosas, pero entrepreneurship de medios no existe”. Y aun si existiera, sostiene, ese mundo exige mucho más que entender ingresos, márgenes y costos. A partir de ahí se obsesionó. Su investigación no empezó como un proyecto editorial, sino como un estudio personal. “Descubría cosas increíbles, pero al inicio era solo para mí, para entender”.
Esa obsesión terminó llevándolo al aula. En un momento de crisis empresarial, decidió complementar ingresos dando una clase sobre medios latinoamericanos en Tufts University. Allí enseñó la historia del Clarín en Argentina, El Mercurio en Chile, O Globo en Brasil, las cadenas venezolanas y, por supuesto, Univision, que ocupaba casi un tercio del curso. “La clase fue un éxito”, recuerda. “La mayoría eran estudiantes estadounidenses, de todas las edades, fascinados con la historia”. Pero repetir el mismo temario, semestre tras semestre, lo agotó. Cerró esa etapa, pero se quedó con una certeza: “La historia tenía un enorme atractivo”.
En 2008 pensó por primera vez en publicar el libro. Buscó colaboradores, escritores que pudieran ayudarlo a ordenar la investigación. Nada funcionó. “Ese libro lo tenía que escribir yo”, admite. El último empujón llegó en 2019, justo antes de la pandemia, cuando la Border School de Arizona State University (la única escuela de estudios fronterizos en Estados Unidos) le ofreció una residencia de un año para escribirlo. Y él volvió a decir que no porque en ese momento tenía negocios, responsabilidades, urgencias. Pero llegó la pandemia y por primera vez en dos décadas tuvo tiempo para sentarse a escribir.
En Vivo desde América narra cómo se construyó un imperio mediático en español en Estados Unidos, pero también ofrece retratos íntimos de magnates y estrategas latinoamericanos que vieron en el norte un destino necesario para sus ambiciones. Marín documenta cómo la lucha de poder entre anglosajones e hispanos podría inspirar una telenovela épica donde la protagonista es la audiencia: la comunidad latina en Estados Unidos.
Para explicar cómo se consolidó el uso del español en el tejido cultural estadounidense, Marín viaja hacia atrás. “Intenté no plegarme a una descripción racial o socioeconómica de nuestra comunidad”, dice. El libro muestra cómo, en 1969, la Administración de Richard Nixon decidió agrupar bajo la etiqueta “hispanos” a quienes hablaban español en Estados Unidos. “Fue un invento político”, sostiene. Esa categorización coincidió con el ascenso de la Spanish International Network (SIN), antecedente directo de Univision, inscrita por Emilio Azcárraga Milmo en la Organización de Telecomunicaciones de Iberoamérica (OTI). En uno de sus eventos en Washington, el presidente Ronald Reagan proclamó la Semana Nacional de la Herencia Hispana, que después se convertiría en el Mes de la Herencia Hispana.
Esa historia no es una anécdota identitaria, sino el punto de partida de una reflexión más amplia sobre poder, representación y lo que significa “ser hispano” en Estados Unidos. Por eso, cuando se le pregunta si ha sentido discriminación, responde sin rodeos: “Sí. Yo creo que todos los que hemos emigrado hemos tenido el temor a ser discriminados, y de alguna manera lo hemos vivido”.
El idioma, la música y “el efecto Bad Bunny”
La defensa del español en Estados Unidos no empezó con músicos como Bad Bunny, pero ellos han acelerado un proceso irreversible. “Ya somos más de 60 millones de hispanohablantes en Estados Unidos”, señala Marín. La música, añade, “es la forma más eficaz de impactar culturalmente a las masas”. Y lo que él llama “el efecto Bad Bunny”, esa temeraria invitación a los estadounidenses a aprender español antes del Super Bowl, ha consolidado una verdad incómoda para ciertos sectores políticos.
Marín recuerda que hubo décadas de resistencias organizadas contra el español. “Hoy tenemos un presidente que ha dicho que hay que hablar inglés y no español, que eliminó la página en español de la Casa Blanca… Pero Estados Unidos no tiene un idioma oficial en la Constitución. Este país ya es bilingüe. Nuestra cultura es parte de este país”.
El autor venezolano asegura que esta historia tiene que llegar a los líderes, empresarios, políticos y soñadores que deseen profundizar en el origen del imperio mediático, las guerras psicológicas interraciales que comparten liderazgo en un ente, la evolución de la audiencia ante la era del streaming, la inteligencia artificial y las plataformas digitales.