La Mermaid Parade, uno de los desfiles artísticos más grandes y divertidos, da inicio al verano
Cientos de miles de personas se reunieron en la legendaria playa de Coney Island (Brooklyn, New York) disfrazadas de criaturas marinas impregnadas de color, alegría y fantasía. Desfilaron como cada año en torno al solsticio de verano, para celebrar con algarabía la llegada del periodo estival
A la una de la tarde daba comienzo el popular desfile, pero ya había colas para registrarse a las diez de la mañana y los aparcamientos privados (a un precio de $60 por el día entero) comenzaron a estar llenos poco después. Se registraron desde bebés hasta ancianos para desfilar delante de cientos de miles de personas, en un espectáculo que suele congregar, según la organización, a unos 3.000 participantes y 200.000 espectadores. Ni siquiera la ola de calor que atraviesa Nueva York, con temperaturas que llegaron a los 34°C durante el desfile, pudo con el buen humor de los forofos de la Mermaid Parade. Había tanto comparsas, como carrozas, familias o gente en solitario bailando durante una hora desde West 21st y Surf Avenue hasta el paseo marítimo, donde los participantes culminan la fiesta desembocando en el mar, donde se zambullen. Predominan los disfraces de pulpos, cangrejos, langostas, piratas, Neptunos y, especialmente, de sirenas de todo tipo, desde Ariel, a las de la Odisea, pasando por las drag queens, vintage o las de cualquier fantasía. Las criaturas imaginarias son las que despiertan más ovaciones, ejemplificando la magnificencia de la creatividad de los participantes y demostrando al público que aún hay lugar para la sorpresa. “No hay nada más gratificante que ver a la gente sonreír y felicitarte con admiración por haber conseguido hacer algo distinto”, dice Joanna, cuya apariencia impacta con su cuerpo pintado como una llama candente, lentillas que transforman sus ojos en reptilianos y una deslumbrante corona de flores y mariposas. Habla sin dejar de sonreír mientras posa tanto una decena de cámaras de fotos de periodistas y móviles de aficionados a la fotografía para los que este evento es un auténtico espectáculo. El calor invita a los semidesnudos, pero pasan desapercibidos en esta celebración de la creatividad, donde priman los peinados imposibles, el colorido, los maquillajes más sorprendentes y el arte en todas sus vertientes. Aunque el desfile en sí dura poco (en torno a 80 minutos), la fiesta abarca todo el día y se extiende a la playa, donde la gente aprovecha para darse el primer baño del verano.
Primero desfilan los grupos dentro de la categoría Family friendly (aptos para menores de edad) y después les siguen los “arty” (artísticos) con vestuarios más atrevidos. Pero los vítores y el clamor popular son continuos de principio a final, con un público (que en gran parte también se disfraza), entregado a los que desfilan, animándolos con aplausos e incluso pidiéndoles selfies.
La Mermaid Parade lleva organizándose desde 1983 para celebrar el comienzo del verano fomentando la libertad de expresión y la inclusividad. Es una fiesta muy popular porque no hay condicionantes religiosos ni políticos, por lo que prima una energía positiva y una actitud de disfrute tanto por parte de los participantes como de los espectadores. Todo el mundo quiere pasárselo bien. Y salvo dos años consecutivos (2020 y 2021) donde el COVID impidió que se organizara, ha seguido celebrándose llueva o haga sol. La edición de este año ha contado con el artista visual Joe Coleman como rey Neptuno y su pareja, la fotógrafa Whitney Ward (de 60 años) como la reina Sirena. Ambos llevan participando en el desfile desde hace más de treinta años, siendo Ward uno de sus iconos tras ganar el concurso en varias ocasiones por la creatividad y extravagancia de sus diseños. “Hoy es un día sagrado”, aclaraba Ward, que asegura tardar meses en preparar sus vestidos para cada año.
El emplazamiento donde tiene lugar también importa. El desfile se celebra en Coney Island, que no es una playa cualquiera. Es un centro de entretenimiento desde que en el siglo XIX abriera su primer parque de atracciones. De los tres que tuvo, aún sigue en pie el Luna Park, que abrió sus puertas en 1912 y ofrece el privilegio de disfrutar de la noria en primera línea del mar. Ha servido de escenario tanto de películas como de historias de amor reales. Y es uno de los pocos sitios del mundo donde aún puede verse algo de lo que en los años veinte se conocía como “freak show”. Para los curiosos, en la actualidad el slideshow puede verse en el Seashore Theater, con actuaciones de hombres capaces de tragarse tanto fuego como espadas. Este vecindario de Nueva York tiene también un halo enigmático: se asocia por la imagen de un hombre con una sonrisa exageradísima que muestra sus 44 dientes y que inspiró el Joker de Batman. En definitiva, Coney Island es extravagante y distintiva, y sus locales promueven las fiestas más divertidas de todo el estado de Nueva York. Esta en particular, es inolvidable.
Hoy, tras la ola de calor extremo, se anunciaba tormenta. Han empezado a caer las primeras gotas hacia las cuatro de la tarde, cuando ya el desfile había terminado y la playa estaba a rebosar. Un suave aviso para dar tiempo a que la gente llegara hasta su coche. Aún así, continuaba el ambiente festivo. No todos volvieron a casa. Hubo muchos a los que no les importaba la lluvia con el calor y se quedaron a bailar y charlar en la calle; otros siguieron bebiendo (mucha cerveza y los clásicos perritos calientes de Nathan’s sobre todo), en los puestos del paseo marítimo; otros continuaron subiendo en las atracciones.
La sensación que prevalece al final de asistir a la Mermaid Parade es la de la alegría. Es la de hacer un paréntesis en la vida ordinaria y experimentar el gozo supremo que da la libertad; donde la forma de expresión de cada uno es bien recibida, y se premia precisamente la extravagancia, la genialidad, la sorpresa, la imaginación. Es una oportunidad para reconciliarse con el ser humano.