Taylor Swift desvela obsesiones, fortalezas y temores en su serie documental: “No quiero que me rastreen, me he sentido muy perseguida”
Disney+ estrena este viernes los dos primeros capítulos de ‘The End of an Era’, la producción de seis entregas sobre cómo se gestó la megagira ‘The Eras Tour’ de la cantante
Faltan 15 minutos para el principio del fin: el último concierto de The Eras Tour. Taylor Swift está en corro, agarrada a sus coristas, a sus bailarines, a sus músicos. Trata de hacer un discurso motivacional. Traga saliva. “Todo el mundo habla de fenómenos como The Eras Tour, como si fuera algo donde todo encajara de manera accidental”, cuenta la artista de 35 años a su pandilla, con lágrimas en los ojos. “Este es el mayor reto que hemos enfrentado nunca. Esta noche, cumplimos ese reto”.
Así arranca el primer episodio de los seis de The End of an Era (El fin de una era, Disney+), el documental sobre cómo se gestó The Eras Tour, la gira más grande jamás hecha, con 10 millones de espectadores en 149 conciertos y miles de millones recaudados y generados. El proyecto es un repaso de cómo Swift inventó y perfeccionó esa maquinaria de más de tres horas que ejecutaba ante miles de espectadores cada noche en una gran ciudad del mundo, de Los Ángeles a México, de Madrid a Vancouver. Como revelan sus colaboradores, hablando a cámara, ni ella, ni ellos, ni nadie, pensó jamás que pudiera llegar a convertirse en el enorme fenómeno global, social, cultural y económico que fue. Ni tampoco alguno de los retos que iban a afrontar, como el intento de atentado de Viena que frustró tres de los conciertos.
Swift se muestra como el cerebro de toda la operación, una enorme perfeccionista que controla cada paso de su gira y, claro, de su carrera. Aunque también se deja ver como alguien cercano (llega a reconocer que su vida a veces es casi irreal), emocionado por ensayar, próximo a sus fans, de quienes también enseña a menudo metraje. Al fin y al cabo, la serie ha sido hecha por y para su mayor gloria, cierto es. Pero por otro la humaniza, con sus errores, aciertos, nervios, decisiones, problemas... Ahora, un año después de acabar dicha gira, el proyecto en colaboración con la factoría Disney —seis capítulos, dos cada viernes, más el último concierto de Vancouver— puede resultar tardío o incluso oportunista, al hilo del nuevo álbum de la artista (el segundo que saca durante o tras la gira), pero como se ve en el metraje, y en un estilo que caracteriza todas y cada una las decisiones de la artista, todo está pensado: lo rodó todo desde el principio, desde el primer día de ensayos, hace tres años, meses antes de empezar la gira.
Bienvenidos a The Eras Tour, como se llama el primer episodio, va tirando del hilo para contar detalles de cómo se hizo de la gira mezclados con la vida de la cantante. Resulta revelador ver cómo Swift desaparece del estadio apenas segundos después de acabar cada concierto, se mete en un coche, se va a su hotel, llena la bañera, se deshace de las pestañas postizas y, cuenta, pide comida al servicio de habitaciones y firma 2.000 discos hasta caer rendida a las cuatro de la madrugada.
Pero el foco del arranque es el que fue el peor momento de la gira y uno de los peores de la vida de Swift: cuando canceló los tres conciertos previstos para Viena, Austria, en agosto de 2024 tras un intento de atentado terrorista. Ahí sintió el miedo, “como patinar sobre una capa de hielo”, relata. “Podíamos haber vivido una masacre”, reconoce, y la voz inmediatamente se le quiebra, recordando el ataque terrorista sufrido en una escuela de baile de Liverpool apenas una semana antes, en el que un hombre con un cuchillo atacó a un grupo de niñas y mató a tres de ellas, de entre seis y 11 años.
“Voy a conocer a algunas de sus familias esta noche... y luego daré un concierto de pop, ¿sabes?“, afirma Swift con ironía y dolor, sin poder apenas articular palabra, en uno de los momentos en los que más se expone: sabe que lo que hace, aunque sea importante para millones de personas, es al fin y al cabo un concierto, mientras que detrás hay vidas humanas. Pero también que tiene que darle a sus fans lo máximo. Tras esas lágrimas, reconoce que ya no va a llorar más, que luego se bloqueará durante las tres horas y media del show, y que se comportará “como un piloto de avión” que ha de mantener la calma ante las turbulencias. Sus bailarines y su equipo reconocen que el concierto es algo importante que influye en las vidas de muchas personas, y que para ellos supone una gran responsabilidad estar presentes y tocar para ellos.
Desvela que nunca llegó a aterrizar en Viena, que iba en el avión cuando supo del intento de atentado y decidió cancelar los recitales. De ahí que los siguientes conciertos, los de Londres, que cerraban la parte europea de su gira, fueran muy importantes: necesitaba hacerlos, pero también que pasaran lo más rápido posible. “Llevo 20 años actuando pero, a nivel mental, tener miedo de que les pase algo a tus fans es un reto nuevo”, reconoce mientras escucha un audiolibro antes de esos shows. “Quiero alejar mis nervios del público, porque cuando eres la líder del espectáculo, pueden sentir cada cambio”, explica, como la perfeccionista que es. “Y en el Eras Tour, nada puede salir mal”. “Estoy teniendo una reacción muy física a mis nervios”, le cuenta a su madre. “Estoy muy nerviosa, muy inquieta”, le explica. Su amigo Ed Sheeran aparece en el camerino y ella le comenta que, tras Londres y con un parón de verano, quiere irse donde nadie la encuentre. “No quiero que me rastreen como a un animal. Me he sentido muy perseguida”, cuenta.
Otro de los momentos más difíciles es cuando se explica que, cada una de las cinco noches de Londres, antes de los conciertos de Wembley, la artista “se reunió en privado con los supervivientes y las familias de las víctimas del trágico ataque de Southport”. Después, se la ve a ella, ya vestida para el show, caminando por el pasillo hacia su camerino lleno de flores, llorando sin parar, sola.
“Les ayudaste. Sé que no lo parece, pero les consolaste”, le dice su madre, con las cámaras apuntándolas desde una prudencial distancia. “A nivel mental, vivo en una realidad que es muy irreal la mayor parte del tiempo”, reconoce ella después. “Pero es parte de mi trabajo poder gestionar estos sentimientos, y recuperar la energía para actuar. Así debe ser”. Sin embargo, hasta el mismo momento en que sale al escenario, está acongojada, seria. Después, la sonrisa. Al acabar, la alegría plena: “¡Hemos vuelto! Me lo he pasado mejor que nunca. Todos estaban contentísimos. ¡Estamos de vuelta!“, clama. ”Estoy tan feliz, es como si el público sintiera que tenía que animarme".
En sus dos primeros capítulos de 45 minutos (el tercero y cuarto llegarán el 19 de diciembre; los dos últimos, el 26) se desvelan entresijos de una gira muy compleja, aunque quizá no tantos como esperaban los fans —como la elección del vestuario, de las canciones sorpresa, la ampliación de los conciertos, la escritura de sus discos en plena gira—, por lo que habrá que darles tiempo. Ya en las primeras escenas se entreven detalles: mapas, planos, maquetas, decenas de ordenados post-its. La idea de la gira se le ocurrió dos años antes de echarse a la carrera, reconoce Swift en su primera entrevista a cámara, y cuenta que fue por la mezcla de dos sucesos o dos ideas “desagradables”. La primera fue que sus seis primeros discos fueron comprado por un tercero y ella perdió el control de esa música (en mayo lo recuperó). Decidió regrabarla y recordar a “todas las chicas” que fue. “Eso plantó una idea en mi mente: la de celebrar el pasado”, reconoce. “Creo que el segundo factor fue la pandemia”, reconoció, sobre el lanzamiento de dos álbumes en pleno covid-19. “¿Y si hago una gira que celebre todos esos momentos con capítulos divididos por álbumes y todo cambie cuando acabe cada capítulo?”.
Sus músicos recuerdan sus primeros ensayos, cuando no sabían ni cómo se iba a llamar la gira, pero ella tenía clarísimo cómo hacerlo. “Eran tres horas, era una locura. Me pregunté qué íbamos a quitar. Añadimos tres canciones”, cuenta su bajista, que muestra como toca en las duchas para no molestar a los demás. Tambíen, por ejemplo, se detallan cómo se gesta el concierto, las plataformas que suben y bajan a la cantante, las balas automáticas subterráneas por las que se mueve, o cómo fue incorporar en la segunda parte de los conciertos todo un set de canciones de su nuevo álbum.
“Tenemos a los mejores de toda la industria”, reconoce Swift sobre sus colaboradores; por ejemplo, explica que Emma Stone le recomendó a su coreógrafa, Mandy Moore, con la que trabajó en La La Land. También que ella hizo parte del proceso de casting para que sus bailarines fueran personas diversas, reales. “No quería a gente uniformada”, reconoce. En el segundo episodio muestra cómo escribe notas que sella con cera para cada uno de los miembros de su equipo, en las que les otorga bonus económicos, al final de cada pata del show (que duró 20 meses). “Es como la mañana de Navidad”, relata, con ilusión. Graba a los emocionados bailarines mientras les da los sobres, pero aunque leen el mensaje, se oculta la cantidad. Swift entregó en total 197 millones de dólares en bonus a sus empleados; solo los camioneros se llevaron 100.000 dólares cada uno.
“Podríamos haber llenado 255 estadios”, explica uno de sus agentes sobre cómo arrancó la venta de entradas, cuando apenas había dos docenas de conciertos anunciados, que se convirtieron en 150. Glendale, Arizona, donde arrancó la gira, llegó a cambiar su nombre por Swift City. Mientras, ella ensayaba de manera “detallada, metódica, exhaustiva” para estar a punto para sus fans. “Welcome to The Eras Tour” era la frase con la que ella, cada noche, recibía a sus espectadores, y así ha llamado al primer episodio de su docuserie.
El metraje muestra algunos momentos luminosos y especiales, como cuando subió a escena a Ed Sheeran, con quien mantiene una gran relación personal y lleva cantando más de una década. En el segundo capítulo, se ven sus ensayos y su actuación con Florence Welch en Londres. También su prometido, Travis Kelce, es parte del metraje. Aquí aparece una narrativa que se ha repetido también en el tráiler: que sus formas de ganarse la vida son muy similares, con duro trabajo detrás, sacrificio y entrenadores, en el caso de ella, su madre, como cuentan entre bromas. “Hay gente que toma vitamina D, yo tengo estas conversaciones contigo”, ríe ella.
El primero de los dos capítulos del documental tiene más contenido de interés, sobre la gira y sobre Swift, mientras que el segundo está más centrado en los ensayos y los bailarines. En todo ello, Swift siempre está enfocada en el objetivo final: hacer un producto perfecto para los fans, sorprenderles cada noche y emocionarles. “Hay muchos momentos de contacto visual”, reconoce. “Veo su alegría. Hay muchas emociones. Miras al público y es más que un montón de luces. Son millones de historias coincidiendo en un lugar donde podemos sentirnos seguros a la hora de expresar muchas emociones. Eso es algo muy poderoso”.