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Esperando a los bárbaros

No es casual que las críticas y amenazas de Vox y algunos medios contra TVE coincidan con el despegue de la audiencia de nuestros informativos y programas de análisis político

Si alguno de ustedes sigue habitualmente el programa La Noche en 24 horas sabrá que todas las semanas le dedicamos un amplio espacio a la historia de nuestro país. Creo que se me puede definir en ese sentido como un friki. Desde niño he devorado libros de historia, la única asignatura que nunca he dejado para septiembre, algo que en mi muy discreto currículum académico es sin duda meritorio.

Echando la vista atrás aún me sor...

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Si alguno de ustedes sigue habitualmente el programa La Noche en 24 horas sabrá que todas las semanas le dedicamos un amplio espacio a la historia de nuestro país. Creo que se me puede definir en ese sentido como un friki. Desde niño he devorado libros de historia, la única asignatura que nunca he dejado para septiembre, algo que en mi muy discreto currículum académico es sin duda meritorio.

Echando la vista atrás aún me sorprende que con apenas siete años dedicase parte de mis horas de infancia vespertina a ver una serie, España Siglo XX, que emitía TVE y en la que se contaba con imágenes de nuestro archivo de cine mudo en blanco y negro la historia de nuestro país en la fase final de la Restauración. Acompañaba a mi padre habitualmente en aquellas tardes frente al televisor viendo el programa y recuerdo escucharle decir que para los tiempos que corrían (aun en vida del dictador) no estaba mal del todo. A esa edad, hacer compatible mi afición por Locomotoro, mi primer héroe televisivo, con aquella serie añeja pensada para adultos, seguro que no era muy habitual ni tampoco muy lógico, pero cada uno es como es. Quizás es que me pareciesen cómicos los andares acelerados de aquellos personajes con barba, bastón y sombrero de copa. Poco tiempo después, en la primera adolescencia, me convertiría también en un asiduo seguidor de Tribuna de la Historia, de José Antonio Silva. Lo dicho, un friki.

Uno de los libros que recuerdo leer con admiración ya en mi etapa universitaria fue Esperando a los bárbaros, una maravillosa y surrealista fabulación de Carlos Alonso del Real sobre la historia europea y de nuestro país en la que narraba algunas de las embestidas que sufrimos a lo largo de los siglos y las huellas que dejaron los cascos de sus caballos sobre nuestra piel.

Me viene este título a la cabeza escuchando y leyendo estos días las amenazas de VOX contra TVE y las críticas que algunos medios con los que competimos nos dedican de forma recurrente desde hace ya unas cuantas semanas. Los mandobles del PP tienen además por su parte algo más que un punto de impostura, después de que en sus gobiernos hubiesen puesto al frente del Ente a un militante y diputado en el Congreso como director general, y como presidente de la corporación a alguien que salía en los papeles de Bárcenas. El culmen de la neutralidad.

No es casualidad que esas críticas y amenazas coincidan con el despegue espectacular de la audiencia de nuestros informativos y programas de análisis político de esta España siglo XXI. No deja de ser también curioso y sonrojante que algunos de esos medios (televisivos y escritos) nos critiquen escandalizados por lo que consideran un descarado sesgo gubernamental, cuando de los titulares de sus cabeceras, de sus programas de opinión, o de la elección de analistas o tertulianos, podría hacerse un estudio de lo que es realmente una alineación o alienación absoluta con los postulados concretos de un partido político concreto.

De broma he llegado a decir a mis compañeros que algún líder podría acogerse incluso a la reforma laboral de Yolanda Díaz (pese a que votaron en contra) para reclamar en magistratura la categoría de fijo-discontinuo, viendo la frecuencia con la que visitan sus platós y el trato tan amigable que reciben. Por ello les propongo un análisis comparado entre la entrevista que recientemente hizo Pepa Bueno al presidente del Gobierno y las que frecuentemente le hacen a líderes o lideresas en algunos de esos espacios matinales o medios que tanto nos critican y que saquen sus propias conclusiones. Lo mismo les digo con la pluralidad de algunas tertulias. Cómo diría el ya clásico anuncio publicitario: busquen y comparen.

Algunas de esas críticas y acusaciones se centran en mis compañeros Silvia Intxaurrondo, Javier Ruiz, Jesús Cintora, Marta Flich y Gonzalo Miró. Sí, he dicho compañeros, aunque con cierto tono despectivo se les acuse de no ser patanegras de la televisión pública por ser contratados y no de plantilla. Qué curioso que se haya empezado contra ellos una campaña bestial justo cuando sus datos de audiencia han subido de manera exponencial, igual que sucede con los telediarios, y se haya producido un notable trasvase de espectadores hacia la televisión pública.

Como yo sí puedo quizás ser considerado (permítanme la petulancia) un patanegra después de casi cuatro décadas en RTVE, me apetece decir que Silvia, Javier, Jesús, Marta y Gonzalo son mis compañeros y me siento orgulloso de su trabajo y de sus datos de audiencia, igual que de los telediarios de Alejandra Herranz, Pepa Bueno, Marc Sala y Lourdes Maldonado. Decía Serrat que son catalanes aquellos que viven y trabajan en Cataluña, naciesen donde naciesen. Yo a los antes nombrados los tengo a todos por mis compañeros, sean o no de plantilla, y desde luego quiero correr su suerte cuando lleguen los bárbaros a Torrespaña y Prado del Rey, entren con motosierra o con lanzallamas.

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