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Columna

‘Poquita fe’: Dios aprieta, pero no ahora

La única pega que se le puede poner a la segunda temporada de la serie de Montero y Maidagán es que, como la primera, se acabe tan pronto

Raúl Cimas y Esperanza Pedreño, en la segunda temporada de 'Poquita fe'.Vídeo: Movistar Plus+

Dios aprieta, pero no ahora. Siempre que digo o escribo esta pequeña variación del dicho original con la que me gusta celebrar las pequeñas alegrías que nos da la vida y, en particular, la ficción, me acuerdo de mi amigo Juan, que un día, apurado, me preguntó si yo sabía que la frase era “Dios aprieta, pero no ahoga”. Me reitero: Dios aprieta, pero no ahora, porque el jueves se estrena la segunda temporada de Poquita fe en Movistar +. Una nueva remesa de los avatares de Berta y José Ramón (Esperanza Pedreño y ...

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Dios aprieta, pero no ahora. Siempre que digo o escribo esta pequeña variación del dicho original con la que me gusta celebrar las pequeñas alegrías que nos da la vida y, en particular, la ficción, me acuerdo de mi amigo Juan, que un día, apurado, me preguntó si yo sabía que la frase era “Dios aprieta, pero no ahoga”. Me reitero: Dios aprieta, pero no ahora, porque el jueves se estrena la segunda temporada de Poquita fe en Movistar +. Una nueva remesa de los avatares de Berta y José Ramón (Esperanza Pedreño y Raúl Cimas), en la descacharrante línea de la primera temporada, a la que la única pega que se le puede poner es que se acabe tan pronto. Esa y que hayamos tenido que esperar más de dos años para reencontrarnos con la serie de Montero y Maidagán.

El titular de una entrevista que le concedieron a Raquel Peláez para este periódico tras el estreno de la primera temporada rezaba: “Hay mucha gente a punto de venirse abajo, sostenida por cuatro palillos”. También le pasa a las series. Domingo Corral, el exdirector de ficción y entretenimiento de Movistar+, contó con humildad en una entrevista a Aimar Bretos en la SER el pasado febrero que él, sobre guion, no veía las virtudes de Poquita fe y que fue su equipo el que le convenció. Bendito equipo y bendita fe en él.

Yo vería un episodio de Poquita fe al día. No solo son las carcajadas, también son las miserias ajenas, a veces tan cercanas. En mi caso, tanto como algunas localizaciones de la serie, a dos manzanas de mi casa. Ese costumbrismo sobrenatural y esa manera de mirar la cotidianeidad funcionan como un conjuro contra tomarse demasiado en serio las desgracias propias. Es más, he tenido, como otros compañeros, acceso a los episodios desde hace semanas y me los estaba guardando para compensar algún mal día, de esos en los que uno de los cuatro palillos, que, en el fondo, nos sostienen a casi todos, pareciera ir a astillarse. Por suerte, no he tenido desgracias que contrarrestar, así que me he sentado a verla antes de tiempo solo por dedicación a ustedes. No se lo digan a los de promociones de Movistar +, pero si hiciera falta, a partir del jueves iría puerta por puerta, como un mormón o un testigo de Jehová cualquiera, preguntando a cada vecino si ha visto Poquita fe. La fe que profeso.

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