Gala 1 de ‘Operación Triunfo’: fallos de sonido, primeros nominados y un hueco difícil de cubrir en el jurado
Cuando se acabó la emisión en Prime Video, a ‘MasterChef’ todavía le quedaban un par de horas en TVE. Una cadena pública también debería velar por la higiene del sueño de sus espectadores
Si ayer Chenoa hubiese abierto la gala como la semana pasada, con un “Alexa, es hora de empezar”, seguro que alguno habría pensado en Alexia Putellas, que en ese momento veía en París como su compañera Aitana ganaba su tercer Balón de Oro consecutivo en esa gala en la que no estuvo el Real Madrid porque no se ...
Si ayer Chenoa hubiese abierto la gala como la semana pasada, con un “Alexa, es hora de empezar”, seguro que alguno habría pensado en Alexia Putellas, que en ese momento veía en París como su compañera Aitana ganaba su tercer Balón de Oro consecutivo en esa gala en la que no estuvo el Real Madrid porque no se ajunta con el premio desde que el año pasado no se lo dieron a Vinicius.
Quienes se encargan de la salud mental de los concursantes de Operación Triunfo podrían tomarlo de ejemplo para dejarles claro lo importante que es mantener la elegancia en la derrota y que nadie es demasiado grande como para estar eximido de hacer el ridículo, pero Chenoa no se refería a Alexia, sino a Alexa, el asistente virtual de Amazon, la plataforma que este año vuelve a acoger el talent, aunque con los estrepitosos fallos de sonido, que ya son marca de la casa; no está la cosa para presumir de tecnología. Es digno de análisis que en los dos programas musicales más relevantes: Operación Triunfo y Benidorm Fest, haya canciones que se escuchen como si las cantaran desde el fondo de una piscina.
A Chenoa le da igual; para ella es otro día en la oficina. Tiene el mismo empaque con los aspirantes a estrellas de la canción que con los mil leches abandonados de Dog House. Ella está ahí para dar calor de hogar y sujetar el formato con su experiencia. Aunque este año se ve que saben latín, o al menos no se percibe demasiado amateurismo.
Cuando Chenoa preguntó quién no había grabado nunca, se alzaron pocas manos. Dicen que vienen a aprender, pero vienen a triunfar y latín no sabrán, pero sí idiomas diversos. Están sobradamente preparados y ese ha sido un reproche que se ha hecho al casting en redes sociales. Y no me creo que, hablando de OT, haya tardado más de 300 palabras en mencionar las redes, tan indisociables del formato. Se ha dicho, tal vez con demasiada intensidad, que todos son de posibles, que hay poca calle. Recuerdo, los que comentan, no, porque la mayoría no había nacido, que a los de la primera edición: la de Bisbal, Bustamante y Rosa de España, se les reprochaba lo contrario, que allí no hubiese nadie que como Salma afirmase leer más de 50 libros al año. Así son las redes sociales, un muro de las lamentaciones desacralizado.
El pistoletazo de salida lo dio, como siempre, el tema grupal y el elegido para inaugurar edición fue el Yo quiero bailar de Sonia y Selena, un clásico incontestable que debería ser el himno patrio, pero en este país no nos centramos en lo verdaderamente importante. Es también un tema que viene muy bien en este formato porque deja claro que puedes triunfar sin saber bailar, ni cantar, ni tener especial carisma, sólo necesitas un temazo, y gracias a él llevan la rubia y la morena volviendo una y otra vez a la palestra desde hace dos décadas. Por cierto, hace poco alguien me dio una regla nemotécnica esencial para distinguirlas: SonIA/rubIA SelENA/morENA. Os he cambiado la vida, lo sé.
Con dieciséis concursantes en la Academia, no hay todavía actuaciones individuales; hubo ocho dúos que además sirvieron para calibrar la química. Por ejemplo, a Claudia Arenas y Judit, que interpretaron Carita triste de Ana Mena y Emilia, les tocaron los mayores fallos de sonido y lo pagaron en las nominaciones. Hubo tiempo para una de las canciones del (pen)último verano: Oliva e Iván Rojo interpretaron el pegadizo I Like The Way You Kiss Me de Artemas; y para clásicos, Laura Muñoz y Tinho interpretaron el Against All Odds de Phil Collins y Lucía Casani y Carlos La danza de las libélulas, el éxito del chileno Manu García, remozado junto a Mon Laferte. Este año el programa se emitirá también en México, Argentina, Brasil, Colombia, Chile y Perú y suponemos que eso repercutirá en el repertorio musical. Y hablando de Carlos, permítanme un inciso para destacar su pecho hirsuto, sin afán de cosificación, que quede claro, solo como mero apunte antropológico. ¿Es que han vuelto los torsos velludos a lo Burt Reynolds en los setenta? A favor.
Este año hemos perdido a la pizpireta Masi, que anda de cocinitas en MasterChef con Juanjo Bona, porque una vez que entras en la rueda de los realities, lo mismo cocinas pularda a la provenzal ante la atenta mirada de Pepe Rodríguez, que partes cocos en los Cayos Cochinos o finges mondarte de chistes sin gracia en el programa de Joaquín y señora. Masi se echa de menos porque llegaba a plató con el nombre del favorito o favorita y te recitaba las bondades de tu banco, no banco, con una energía que podría dar luz a un pueblo pequeño. En su lugar tenemos a Miriam, exconcursante de OT y candidata a ser la Eva Harrington de Chenoa. Con el aplomo que se le ha visto a la gallega, su papel en el formato de Amazon sólo puede crecer. Los tres primeros favoritos fueron Guille Toledano, chef y atlético; Judit, que en la gala 0 bordó una elegantísima versión de California Dreamin’, y Cristina, la favorita final gracias a una naturalidad desbordante, de esas que no puede enseñar ninguna escuela de interpretación. Y ojo a las clases de este año porque La Dani parece haber llenado ya el enorme hueco que dejó Abril Zamora.
No es el único hueco que a priori parecía difícil de cubrir. El jurado es generalmente uno de los ingredientes principales de cualquier talent, pero no parece que vaya a ser el de este. A no ser que Leire Martínez, convertida en una viuda de España por su tira y afloja con todos los miembros de La Oreja de Van Gogh que no eran ella, se muestre como la villana que a veces parece querer dejar asomar. Guille Milkyway es demasiado buena persona; Abraham Mateo está demasiado contento de estar ahí y Cris Regatero bastante tiene con asumir que es la única que ha sobrevivido de la pasada edición, pero no es la que la mayoría de los seguidores del formato habría querido que volviese. Y es que Buika no está, Buika se fue y puedo oír vuestros gemidos de dolor desde mi sofá porque ya no escucharemos frases como “voy a comerte todas tus cosas negras” ni “Sabrosura pa la cabeza y gozadera para la cuerpa”que no sabíamos lo que significaban, pero nos atraían como a una mosca un toffee. No Buika, no party.
Este jurado, que no ha dejado ninguna frase para el recuerdo —y diréis que lo que tenemos es que recordar son las actuaciones, pero esto es un espectáculo televisivo y todo suma—, ha dicho que este año va a haber más empatía y yo no acabo de ver cómo encaja la empatía y el buen rollo con que los compañeros tengan que dejar claro cada semana, pizarrita mediante, quién es el menos querido de la Academia. Le tocó a Iván Rojo, que ya se salvó por los pelos en la gala 0; él y Claudia Arenas son los primeros nominados de esta edición, aunque sabemos que también cualquiera de los dos puede ser el ganador final.
Cuando se acabó la emisión en Prime Video, a MasterChef todavía le quedaban un par de horas en TVE. No es un dato baladí; una cadena pública también debería velar por la higiene del sueño de sus espectadores y un poco de sensatez en el prime time ayudaría bastante. A ver si el señor director de TVE, tan atento a todo lo que se dice sobre el Ente, toma nota de ello.