Raúl Cimas: “La fama es un gran enemigo: o bajas a tierra, o te quedas arriba, hablando de ricos”
El cómico y actor, de 48 años, estrena la segunda temporada de ‘Poquita fe’, continúa en el programa de Buenafuente y cubre la ausencia por enfermedad de Javier Cansado en ‘Ilustres ignorantes’
Cimas cita en un bar del pueblo donde vive hace tres años. Un municipio de Guadalajara famoso por tener playa de embalse y una ...
Cimas cita en un bar del pueblo donde vive hace tres años. Un municipio de Guadalajara famoso por tener playa de embalse y una central nuclear clausurada, al que se llega por una carretera llena de curvas y huertos solares. Paradojas de aquí y ahora. Al llegar, y toparnos con el bar de la cita cerrado, le vemos pasar conduciendo afanoso un utilitario que hace tiempo no pisa el lavadero y le seguimos hasta otro restaurante. Una vez instalados en una mesa alta en la puerta, empieza a llegar un goteo de trabajadores a ventilarse el menú del día que saluda al personal y se le queda mirando como pensando: te conozco, pero no sé bien de dónde, mientras él devuelve el saludo y ni confirma ni desmiente que es famoso. Antes, nos había obsequiado al fotógrafo y a mí con sendos tarros de miel de la Alcarria. “No me gustan las entrevistas, no me fío un pelo de vosotros y así os compro”, nos suelta. La primera, en la frente.
¿Por qué no le gustan las entrevistas?
Porque me sacas de mi sitio de confort. Se trata de dar respuestas, y yo trabajo generando preguntas. Hay cierto misterio ahí, tu trabajo es destripármelo y el mío, defenderme. Además, una entrevista para el culo [la contraportada] del periódico, que lo leen hasta los que no lo compran. Mucha responsabilidad, una putada.
Bueno, los periodistas también nos ponemos nerviosos.
Cómo vas a estar nerviosa tú, aquí, hablando con un payaso.
¿Eso es lo que es?
A mucha honra. Desde crío, en mi familia, el humor era la forma de relacionarnos, y, luego, soy de Albacete.
¿Qué tiene Albacete para dar tanto cómico? Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, usted. ¿Tiene que ver con, no sé, Quijote y Sancho?
Bueno, tampoco te flipes. Los de Albacete somos manchegos sin pedigrí. Éramos y somos un grupo de amigos. Quizá es el tamaño de la ciudad, que sea de interior, que la manera de relacionarse con la gente es el humor.
Se conocieron estudiando Bellas Artes en Cuenca. ¿Quería ser artista?
Me gustaba, y me encanta, dibujar. Es lo que más me gusta. Pero, vamos, que me quedaron tres asignaturas de la carrera y me metí en la comedia. Yo era un chaval que iba para otro lado, se encontró con esto, que era donde más dinero ganaba. Y después, ya con una edad, me di cuenta de que era humorista y ya no te vas a echar atrás. Además, he tenido la enorme suerte de conocer y trabajar con gente muy brillante, y eso me ha hecho querer este oficio.
O sea, que lo suyo no obedece a ningún plan.
¿Qué plan? No, yo realmente he hecho un plan de vida ahora, hace muy poco, tres años, cuando me vine a este pueblo. Vendí una casa que tenía en Barcelona a medio pagar, me saqué el carné de conducir, que no lo he tenido hasta los 45, y me trasladé al campo.
¿Qué ha encontrado aquí?
Todo.
¿Se había perdido?
No, es algo que llevaba pensando hace tiempo. De lo único que me arrepiento es de no haberlo hecho antes. Madrid me lo ha dado todo, pero yo estaba cansado. En el fondo, buscaba Albacete en Madrid. Salvo la primera novatada que hacemos todos, que fue empezar a vivir en La Latina por el moderneo y tal, yo buscaba el barrio. A mí me gustan los barrios, como manera de vivir y por mi oficio. Creo que tienes que ser una persona con la capacidad de estar cerca de la gente, meterte en la piel de los demás y elegir otro tipo de vida. A ti te parecerá raro, pero esta es mi oficina.
¿Cuál?
Esta: una barra, o una mesa, y una caña con gente, mirándola y escuchándola. Ni una caña sin monetizar.
O sea, que me está haciendo un escáner.
No, me lo estás haciendo tú a mí. Lo que pasa es que, cuando te dedicas al humor, a mí me gusta dar con los lugares más comunes posibles, y me encanta el humor blanco. Entonces, los lugares más comunes son los problemas de la gente, involucrarte un poco en la vida de los demás. El humor es la última tirita que se pone frente al dolor. Una pastillita que te quita el dolor de cabeza unos segundos: no te va a curar, pero te va a aliviar los síntomas. Es el sarcasmo frente al miedo.
¿Y en Madrid no estaba cerca de la gente?
En algún momento me alejé, y lo noté. Mira, esto se tiende a minimizar, pero la fama es un gran enemigo: o te bajas a la tierra o te quedas arriba, hablando de ricos. La gente piensa que a ellos no les va a pasar. Y, sí, pasa. Pero no solo a cómicos: a actores, a periodistas, a cualquiera. Hasta a los músicos, que era el último lobby de la opinión libre y se la han comido con patatas. Pero, con la fama, aquí todo el mundo se pega un par de años por ahí arriba dando vueltas. Algunos vuelven a bajar, y otros se quedan ahí para siempre.
¿Y usted vio el peligro de quedarse arriba sine die?
Es un cambio de repente: de dinero, gente maja, diversión, las ganas de disfrutar de tu propia juventud. Y hay gente que quiere seguir así, y me parece muy bien. Pero, a mí, por lo menos a la hora de escribir, no me sirve. Esa gente, al final, son ricos, hablan de problemas de ricos. Yo prefiero estar más con el ancla aquí y los oídos bien abiertos. Si viviera en un chalé en Pozuelo, con mi piscina y mi chófer y mi jardinero, no sé qué tipo de humor podría generar para la gente que ve la tele en su casa, porque, además, los ricos no llegan a casa y encienden la tele, tienen otras distracciones.
¿Por qué cree que su personaje y el de Esperanza Pedreño, su pareja en Poquita fe, despiertan risas con su vida anodina?
La serie es un artefacto de humor, claro, pero hay mucha carga de profundidad. Eso es guion y guion. El humor, al menos el mío, trabaja con la verdad. No hay comedia sin dolor. ¿Cómo las pasa de putas Brian en La vida de Brian? No hay ninguna comedia que vaya de lo bien que se lo pasa la gente. Y, en Poquita fe, no nos estamos riendo de nadie. Él es un segurata y ella una empleada de guardería que viven como viven, justísimos. A veces ves series donde gente de ese estatus vive en una casa de diseño con cuatro baños. Ellos no, son dos pánfilos y dos vagos emocionales que viven como pueden. En esta serie, el enemigo no es Darth Vader, es la vida, la mensualidad, el casero, la factura de la luz, que se te joda el coche. Trabajamos con la verdad, y luego cada uno que juzgue.
¿Usted se ha visto en esas alguna vez?
Bueno, pero no era más infeliz que ahora. No sé si se hace mejor humor cuando se está más jodido económicamente. No creas que ahora tengo un gran bienestar económico. Pero soy rico: vivo aquí.
Cuando Broncano, o Buenafuente, le invitan a su programa, ¿no le llaman robaplanos?
Mido casi dos metros, como para no robar plano. No. La risa es una cosa misteriosa, hay una cosa intangible. A ver, todo tiene su técnica, incluso aunque sea pasar de la técnica. Tiene un compás, una música, un ritmo. Eso es lo fundamental. El ritmo y el personaje, el resto es hacer chistes muy buenos. Por suerte, me han dado la oportunidad de hacer cosas muy mal, hasta que, con el tiempo, aprendí a hacerle caso a mi instinto. Y resulta que funciona. Pero, insisto, el enemigo es la vida.
¿Y cómo es la vida?
¿Ves? No te jode: tú vienes a hundirme y te dejas la pregunta sencillita para el final. Ni de coña: a tomar por culo.
HOMBRE DE 'POQUITA FE'
A Raúl Cimas (Albacete, 48 años), le encantaba dibujar, por lo que estudió Bellas Artes en Cuenca, pero, antes de terminar, se le cruzó la comedia por el camino, valoró opciones y le salió a cuenta probar suerte. Amigo y compinche de Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla y Pablo Chiapella, entre otros desternillantes paisanos, Cimas sometió su vena cómica al test de prueba y error en programas como La hora chanante y Muchachada Nui antes de alcanzar su actual estatus de humorista de culto para una inmensa minoría que se desopila con sus monólogos y sus colaboraciones en programas de colegas como el de Andreu Buena Fuente y David Broncano. Autor del cómic Demasiada pasión por lo suyo, Cimas no ha abandonado del su primera vocación y, cuando deje de tener compromisos, le gustaría volver a los pinceles y los rotuladores. De momento, presenta la segunda temporada de la serie Poquita fe, junto a Esperanza Pedreño.