Por Gina Holden y todas las Ginas del fin de semana
Agradezco a la tele que cada fin de semana me permita descubrir que el mal es inversamente proporcional a la belleza. Los guapos que parecen príncipes y acaban asesinando a todo tu entorno porque quieren hacerte pagar por algo que hiciste hace años
Siempre que veo a Gina Holden en pantalla lo está pasando fatal. Sufre como una condenada en sus películas, se le mueren los cercanos, ella está a punto de hacerlo en la penúltima escena donde suele ser de noche, llueve o la pisada de un gato se confunde con la presencia del asesino. Todas las desgracias en una. Lo comprobamos de nuevo el domingo por la tarde en El precio del engaño, ...
Siempre que veo a Gina Holden en pantalla lo está pasando fatal. Sufre como una condenada en sus películas, se le mueren los cercanos, ella está a punto de hacerlo en la penúltima escena donde suele ser de noche, llueve o la pisada de un gato se confunde con la presencia del asesino. Todas las desgracias en una. Lo comprobamos de nuevo el domingo por la tarde en El precio del engaño, emitida por Antena 3, donde Gina encarna a Kathy, una directora de instituto que descubre que su esporádica aventura con Ian, un atractivo joven de 18 años, fue una terrible equivocación cuando éste se inscribe en su mismo centro educativo.
Adoro los telefilmes como adoro a Gina Holden, de la que nadie se acordará ni escribirá cuando muera, como tampoco nadie reivindicará este género cinematográfico. Adoro que las tramas sean las mismas y en los títulos incluyan por defecto palabras del mismo campo semántico. Un encuentro peligroso, Infiel y seductor, Un extraño presentimiento, Un asesino en la familia y Atormentada por la muerte son algunas de las películas de Gina. “¿Ya estás con otro Atrapada por el pasado?”, me dicen en casa mientras yo exijo silencio y paso un miedo del que no puedo prescindir.
Agradezco a la tele que cada fin de semana me permita descubrir que el mal es inversamente proporcional a la belleza. Los guapos que parecen príncipes y acaban asesinando a todo tu entorno porque quieren hacerte pagar por algo que hiciste hace años, o porque es “el precio de la ambición” (otro título fetiche) que has de asumir. Las guapas que atesoran fotos de hombres con las caras recortadas de sus actuales parejas, las que envenenan y asfixian y apuñalan a todo aquel que le estorbe en su cometido.
Las escenas de sexo vestidos, las familias siempre heterosexuales con niños tan repelentes que son los que despiertan mi instinto asesino. Las casas unifamiliares, las armas escondidas en el cajón de la cómoda bajo las bragas, el peligro de dejar la puerta del garaje abierta. Y todo con el final feliz de siempre. Esa última escena que es todo alegría a las 48 horas de la detención del criminal después de casi una hora y media en la que ha pasado de todo y nada bueno. Vemos embarazos, barbacoas con amigos, risas con dentaduras perfectas mientras se brinda por haber sobrevivido. Como en cada película de Gina Holden y de todas las Ginas de mis fines de semana.