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‘The Walking Dead’ encuentra el apocalipsis en la España vacía: Buñuel, ETA, la Sagrada Familia y ‘queimadas’ entre zombis

La tercera temporada de ‘Daryl Dixon’, con el 98% de equipo español, rodó en 22 municipios para retratar Galicia, Castilla, Aragón, Barcelona y un Madrid reconvertido en Londres

De izquierda a derecha, Candela Saitta, Melissa McBride, Norman Reedus y Hugo Arbués, en 'The Walking Dead: Daryl Dixon', rodado en Sepúlveda.Vídeo: AMC

Sepúlveda, en Segovia, no da al mar, aunque las barquitas de sus calles lleven a engaño. Tampoco tuvo nunca una muralla de piedra con pinchos y cabezas en picas. Al menos hasta que Hollywood llegó a sus cuestas para conv...

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Sepúlveda, en Segovia, no da al mar, aunque las barquitas de sus calles lleven a engaño. Tampoco tuvo nunca una muralla de piedra con pinchos y cabezas en picas. Al menos hasta que Hollywood llegó a sus cuestas para convertirlas en un pueblo gallego, sede principal del rodaje de 10 meses de la tercera temporada de The Walking Dead: Daryl Dixon, que recorrió hasta el pasado febrero la geografía española. Con este pueblo de menos de 1.000 habitantes colonizado, y antes de que volvieran para grabar la última temporada ahora en marcha, algún vecino incluso pedía que dejaran el nuevo portón de cartón piedra. Al fin y al cabo, daba tanto el pego que parecía haber estado ahí siempre.

Tras dos años en Francia, la huida hacia delante de Daryl (Norman Reedus) y Carol (Melissa McBride) por una Europa asediada de zombis les hace desembarcar en España. Pero no es una localización de paso, ni una anécdota, sino que el país está muy presente en las nuevas tramas y escenarios, a los que EL PAÍS acudió en noviembre de 2024 invitado por la productora AMC.

“Es un gusto que se deje espacio para hablar español en una serie estadounidense”, exclama el director Paco Cabezas (que viene de rodar Miércoles o The Umbrella Academy, en inglés) después de grabar un diálogo con Eduardo Noriega en un huerto muy bien nutrido para la ocasión, con acelgas, calabacines y remolachas reales y un hórreo gallego incluido. Da el pego, como se podrá ver a partir de este lunes en AMC+. En la serie también se oye catalán, y expresiones tan autóctonas como “estás como una regadera” son parte del guion. “Al principio me parecía un popurrí con tantas cosas españolas en página, pero escucharon nuestras propuestas. Yo le hablé de la culpa y de cómo es un elemento muy importante en España, cultural y católico. Y lo incluimos en la trama”, contaba Noriega el pasado jueves antes de estrenar la serie en Madrid.

España impregna toda la temporada. Se habla de Franco, de ETA, churrascos, lampreas y percebes, Buñuel, queimadas, meigas, el Camino de Santiago, y hay cabezudos. Los cuadros de Goya y la Sagrada Familia están ya en la cabecera. Y, por supuesto, suena guitarra flamenca. Óscar Jaenada interpreta a un terrateniente del pueblo gallego Solaz del Mar, tranquilo pero sometido al Alcázar, último vestigio de la monarquía española en el apocalipsis. Su personaje resume el sentimiento español en una frase vital para entender la trama: “Ay España, Españita, España, es caótica e impulsiva, pero también cultural y orgullosa. Conquistamos el mundo no hace mucho, lideramos un imperio, pero luego no supimos qué hacer con él y España implosionó. Nos volvimos en contra, hermano contra hermano. Ser capaces de tanto… Cervantes, Picasso, Gaudí y también de ser nuestro peor enemigo”. El pueblo, un cruce de caminos de supervivientes del país, ha vuelto a sus tradiciones para protegerse de los zombis (o huecos, como los conocen aquí) y de los humanos: “En un mundo destruido, miramos atrás”, explica Noriega, pieza central de este spaghetti western.

Lo español se refleja en pantalla, pero también detrás. El 98% del equipo lo componen españoles. Hay, claro, actores (Alexandra Masangkay, Greta Fernández, Candela Saitta…), pero también guionistas (Marta Gené Camps y Raúl Martin Romero) productores, maquilladoras, responsables de vestuario, de localización… “Queríamos incorporar la parte española en esa vuelta a los orígenes, la artesanía, la recolecta… El reto era: ¿cómo convertir tradiciones como los carnavales a un mundo apocalíptico? Es como hacer algo de época, pero con más libertad”, cuenta la directora de arte, Bárbara Pérez-Solero, que vio un reto en hacerlo todo práctico y al aire libre: “Las localizaciones hacen parte del trabajo, aunque también tienes que improvisar cuando cambia el tiempo”. Lejos queda cuando los rodajes venían a España y solo se usaban figurantes autóctonos. Aunque también los hay. Cientos, que llegan directos de Madrid o pueblos de la región.

Pero ¿por qué España? Están las exenciones fiscales que se han prodigado estos años, y también el crecimiento de los equipos españoles gracias a la cantidad de trabajo. Pero aquí, además, España es otro personaje. Hay bandoleros, y ecos de series de época como Curro Jiménez o La señora están presentes en atuendos y paisajes, más que los de cualquier película estadounidense de zombis. Rut Sempere, del equipo de vestuario, explica que hace el punto diferencial de la serie, alejándose de la larga andadura de 15 años The Walking Dead con, por ejemplo, “trajes tradicionales gallegos, que en Estados Unidos no tienen. Son casi vestidos que podrías encontrar en el armario de tu abuela”.

El guionista Jason Richman apunta también que buscaban espacios con aire de western, y “aunque Sepúlveda se salía de la ruta”, los “enamoró”: “Queríamos una base y esta lo tenía todo. Era un lugar reconocible, tenía el color, la textura, era todo de piedra y parecía muy español”. Había otros pueblos con puertas medievales, pero no entraban los coches, así que aquí la construyeron. Arreglado. El presupuesto daba para ello. “Queríamos elementos propios de España, que no compartiera con ningún otro lugar, que no se pudieran grabar fuera. Era muy importante trasladar todos los rituales reales, la comida, las costumbres… mutadas en el apocalipsis”, cuenta Richman, que se sorprendió al ver tanta diversidad paisajística y de idiomas: “No queríamos tirar de estereotipos como sanfermines. Quería una España desconocida fuera”. Y para ello, por ejemplo, estudió la historia de El Cid.

“Éramos como una invasión”, bromea Noriega: “Hemos sido un grupo de nómadas por España. Acabamos de estar en los secarrales de Castilla y Madrid. 400 personas, camiones… todo un campamento. No somos aquellos cómicos en carromato, dormimos en hoteles, pero tiene ese punto de ambulante”. Y también les tocó la lluvia allá donde iban: “Todo se basa en no tener agua, y nos encontramos llenos de barro”, recuerda el estadounidense Norman Reedus, cuyo personaje da nombre a la serie. Él apunta las diferencias entre España y Francia, donde arrancó esta historia: “Aquí todos son más expresivos, apasionados, mueven las manos. El problema comunicativo es parte de la temporada, y lo he sentido, pero toda esa expresión, ayuda. Igual que los paisajes reales aportan a la historia. La paleta de colores también es distinta, la luz...”.

A la entrada de su “invasión” de Sepúlveda, hay hileras de camiones de vestuarios y camerinos para las estrellas. Entre las callejuelas, es fácil encontrar mesas de comida para el rodaje, aunque el catering no incluye el cordero lechal que sí se come en la amplia plaza del pueblo protagonista de esta temporada. “El pueblo es nuestro”, reconoce el equipo en el centro cultural y discoteca reconvertido en sala de maquillaje donde hay muertos en cada esquina, y 20 personas maquillando. Quizás esto haga por este idílico pueblo lo que Juego de tronos hizo por localizaciones como San Juan de Gaztelugatxe. “Ya hay gente viniendo a Sepúlveda para verlo por la serie”, dice Noriega: “Es una inversión en la que el Gobierno español tendría que trabajar”.

Y no solo esa localización. The Walking Dead: Daryl Dixon ha recorrido 22 municipios y 38 localizaciones (hay pocos interiores, casi todo es naturalista), a lo largo de la geografía española. Bosques, playas y, sobre todo, desiertos en un episodio a lo Mad Max en Belchite (Zaragoza), la ciudad destruida durante la Guerra Civil que se ha conservado como al final del conflicto. Es el favorito de Reedus: “Ver la arquitectura viva donde pasaron los sucesos de los que hablamos, como el franquismo, suma mucho”. Noriega recuerda que se sorprendían con todo lo que veían: “En una ermita abandonada de Segovia me decían: ¿cómo es posible que tengáis esto del siglo XIII y esté abandonado?”.

Hay espacio también para Barcelona y el Tibidabo, El Espinar, los interiores de la Alhambra, Sevilla, y, sí, también Galicia y Santiago para mostrar la Costa da Morte, y no solo las hermosas montañas segovianas y los campos quijotescos de Castilla. Incluso el primer episodio, que arranca en Londres, es en realidad Madrid replicando la capital británica. Los estudios de la Ciudad de la Luz de Alicante, por su parte, sirven para rodar en alta mar. Y Coslada y las casas rurales de Pedraza han sido sede para alojar al equipo y también los numerosos kilos de atrezo, escenografía o vestuario.

Lo que Reedus, con abrigo y ballesta en pleno rodaje, quizás no esperaba son los cambios de clima: “Creía que España era más caliente. Nos hemos enfrentado a todo tipo de tiempo”, bromea en referencia a sus lluviosas experiencias en Aragón, Carnota y la Comunidad Valenciana, donde se encontraron con las danas de 2024. Eso también es España. A cinco grados, los zombis y los salvajes primitivos caminan con manta antes de que Cabezas grite acción. Meses después de su estancia en Sepúlveda, ya instalado en el rodaje de la cuarta temporada, les ha tocado Alcorcón, a 40 grados. Así no es tan difícil imaginar el apocalipsis.

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