Ernesto Alterio, actor: “El gran arte es saber llevarte con la gente con la que trabajas”
El intérprete estrena ‘Su Majestad’ el 27 de febrero en Amazon Prime Video. “El papel que vas a construir no lo construyes tú solo. Lo construyes con tus compañeros, con el director, con el técnico de sonido, con el iluminador”
Pregunta. Su familia huyó de Argentina a España por recibir amenazas de la Triple A, la organización terrorista ultraderechista argentina.
Respuesta. Me picó la curiosidad e investigué las circunstancias. En una hemeroteca encontré el periódico en el que se había publicado la amenaza de muerte.
P. ¿Qué decía?
R. El nombre de mi padre estaba junto al de otros hombres: “Serán ejecutados en el lugar donde sean encontrados”.
P. ¿Cómo convive una madre psicoanalista con el éxito de sus dos hijos?
R. Como mujer exiliada y m...
Pregunta. Su familia huyó de Argentina a España por recibir amenazas de la Triple A, la organización terrorista ultraderechista argentina.
Respuesta. Me picó la curiosidad e investigué las circunstancias. En una hemeroteca encontré el periódico en el que se había publicado la amenaza de muerte.
P. ¿Qué decía?
R. El nombre de mi padre estaba junto al de otros hombres: “Serán ejecutados en el lugar donde sean encontrados”.
P. ¿Cómo convive una madre psicoanalista con el éxito de sus dos hijos?
R. Como mujer exiliada y migrante, está orgullosa de que sus hijos tengan un cierto reconocimiento (nunca diré éxito) en un país que no es el de ella.
P. ¿Cuándo fue la última vez que habló con su madre?
R. Mientras venía para aquí. Me llamó para echarme la bronca.
P. ¿Puede decir por qué?
R. Bueno, he empezado a ensayar esta semana una obra de teatro, Viejos tiempos, que estará en el Teatro de la Abadía [de Madrid] desde el 13 de marzo. Y esos primeros momentos de ensayo son de mucha incertidumbre. Me pongo impaciente y mi madre me conoce, así que me dice: “Tienes un dictador en la cabeza, mándalo a la mierda”. Y lo mando.
Ernesto Federico Alterio Bacaicoa (Buenos Aires, 54 años) se vino a España con su madre, la psicóloga Ángela Bacaioca, y su hermana, Malena, cuando apenas tenía tres años. Aquí les esperaba Héctor Alterio, el famoso actor argentino (“si ponía un pie en Buenos Aires, me iba al otro lado”, dijo al diario El Progreso). Con los años, tanto Ernesto como Malena se convirtieron en intérpretes de éxito. Este mes, Alterio estrena Su Majestad, serie de Amazon Prime Video en la que interpreta al secretario de una reina improvisada, interpretada por Anna Castillo, tras la renuncia por sus problemas con Hacienda del rey de España, Alfonso IV (Ramón Barea). Escrita por Borja Cobeaga, Diego San José y José Antonio Pérez Ledo, el personaje de Alterio será la mano derecha de una mujer irresponsable, insolente, vaga e inútil que sube al trono de golpe. Alterio llega a la terraza del Hotel Preciados (“uno sigue descubriendo cosas en esta ciudad”, dice ante las vistas de Madrid) y pide un café.
P. Parece una ficción solo a ratos.
R. Es una España imaginaria en la que un rey tiene una hija única. Y a ese rey le descubren un pufo muy gordo por haber estado defraudando a Hacienda y llevarse el dinero fuera. Y se decide que ese rey se tiene que ir.
P. Es ficción: se llama Alfonso.
R. Ficción todo [ríe] Los guionistas han bebido de fuentes muy diversas, se han inspirado en monarquías muy distintas, pero en nadie en concreto.
P. Su personaje manipula.
R. Mi personaje manipula como todos, pero sí, mueve los hilos. Asesora a una reina joven e inexperta.
P. ¿Nota usted que con la edad le dan papeles más retorcidos?
R. Sí, por suerte, sí. Recuerda El cuarto pasajero, lo que hice en Narcos, el de San Evita en Argentina que se enamoraba del cadáver de Evita…
P. Es estupendo porque es trabajo, ¿pero a los actores os puede mosquear que os lleguen papeles con un determinado sesgo? En plan, ¿qué me ven?
R. Ojalá vinieran más. En España me ofrecen mucha comedia, pero de Argentina o México sí me llegan papeles muy oscuros. O a lo mejor soy yo, que me aburro y me gusta explorar los márgenes de cada uno, sacarlos de pista. Lo mejor es encontrar algo que me sorprenda a mí mismo.
P. Empezó en Animalario, aquel grupo teatral que puso sobre las tablas grandes obras y puso, también, España patas arriba en la gala de los Goya contra la guerra de Irak, 2003.
R. Todo empezó porque Alberto [San Juan] tenía unos textos. En un sitio que se llamaba Orán nos daban 200 pesetas o nos invitaban a las cervezas por representarlos. Alberto nos llamó y lo montamos. Algunas historias las escribía Juan Cavestany; de repente conectamos muchísimo entre nosotros y con el público. Y eso empezó a crecer hasta ganar el Premio Nacional de Teatro. Estuve en el germen, nada más, luego me fui por otro lado y ellos siguieron con la compañía. En ese germen había algo muy puro: las ganas de hacer teatro. Y lo hicimos. Sin intermediarios, con una pureza extraordinaria. Y así sigue siendo en nuestras carreras, prueba de ello es que Alberto, Nathalie [Poza], Willy [Toledo] y yo seguimos aquí, trabajando.
P. Mucho tiempo.
R. Yo creo que el gran arte es saber llevarte con la gente con la que trabajas. Cómo entenderte con tanta gente, y poder seguir siendo ese que hacía Animalario. Conciliar con tantas opiniones, tantas personas, tantos altos y bajos que tienes en tu carrera y en tu vida.
P. ¿Los bajos cómo los lleva?
R. He tenido suerte. Mi madre me recuerda que los actores de repente son ricos y luego son pobres, y al revés. Federico Luppi me decía: “Ahorra, ahorra”. No le hice caso.
P. Es interesante eso que dice, lo de saber entenderse con el equipo. Hay mucha competencia como para permitirte caerle mal a gente.
R. Más que por ser majo y tal, por tus compañeros. Lo que vas a construir no lo construyes tú solo. Lo construyes con tus compañeros, con el director, con el técnico de sonido, con el iluminador. Cuanta más conciencia se tenga de esto, mejor. Lo importante es la obra, no nosotros. Y con eso te quitas de encima mucha movida de egos. “Vamos a sacar esto adelante, vamos a compartir tu visión y la mía, y construir algo juntos”. Y esta es la base del teatro, además.
P. Parece fácil.
R. Este es un trabajo tan delicado como para encima pasarlo mal. O como perder mucha energía peleado que puedes ponerla en otro lado. No merece la pena.