Lolita, excelentísima señora González Flores
Dos momentos televisivos para el recuerdo nos dejó Lolita la semana pasada. El primero cantando una canción que sabe cantar muy bien: la de las cuarenta. El segundo, junto a Jordi Évole
No sé cuántas veces habrán llamado a Lolita “excelentísima señora” desde que en 2019 recibió la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes y, con ella, según contó la semana pasada en TardeAR, tal tratamiento. No sé si se lo habrán dicho muchas veces, pero yo llevo pensando, desde que la conozco –más o menos desde que me conozco– que lo es.
Las palabras de Lolita eran su respuesta a José Manue...
No sé cuántas veces habrán llamado a Lolita “excelentísima señora” desde que en 2019 recibió la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes y, con ella, según contó la semana pasada en TardeAR, tal tratamiento. No sé si se lo habrán dicho muchas veces, pero yo llevo pensando, desde que la conozco –más o menos desde que me conozco– que lo es.
Las palabras de Lolita eran su respuesta a José Manuel Díaz-Patón, novio de Ágatha Ruiz de la Prada. El señor Patón, de ilustrativo apellido, intentó defender a su novia después de que esta se retractara tras haber dicho “estoy viviendo como las gitanas”, como sinónimo de vivir manga por hombro, y de que Lolita, con toda la razón, le cantara una canción que, como tantas otras, se le da de lujo cantar: la de las cuarenta. El señor Patón se marcó un yanosepuededecirnada de manual, que es exactamente lo que dicen quienes consideran que quien no puedes decir nada eres tú; que calladita, como antes, estás más guapa. Y Lolita, después de apelar a su ilustrísimo tratamiento, acabó diciendo que para ella es mucho más importante llamarse González Flores. Amén.
Pero el mejor momento televisivo de Lolita la semana pasada, que fue el mejor momento televisivo de la semana, ha sido la conversación que mantuvo con Jordi Évole. Sí, segunda semana consecutiva que hablo del mismo programa, que va a parecer que me tienen en nómina, pero qué le voy a hacer si lleva a excelentísimos señores, que saben contar y contarse como nadie. La entrevista tocó todos los clásicos, no hubo pregunta que cualquiera con conocimiento del personaje no pudiera contestar por ella, pero la virtud de Lolita es que siempre consigue que las respuestas suenen únicas. Sobre el teatro, sobre los amores de su vida, sobre el duelo compartido, sobre el sexo… Me gustaría escuchar hablar a Lolita hasta sobre el decreto ómnibus. Me la creo como cuando Chandler en Friends escuchaba aquellas cintas que le decían: “eres una mujer fuerte y segura de sí misma que no necesita fumar”. Claro que cerca de Lolita no creo que yo fuera a dejar el vicio. Me enterneció incluso escucharla contar cómo coloca su cenicero, su paquete de tabaco y los mandos a distancia –”mi Netflix, mi HBO”– en su casa, como ejemplo de su soltería bien vivida. Lolita, “luz de mi vida, fuego de mis entrañas”, ¿me das fuego?