El Loco de la Colina: la búsqueda de la mejor pregunta del mundo

Familiares y amigos revelan, en una serie de RTVE, quién era Jesús Quintero más allá de su personaje. El documental incluye parte de la censurada entrevista a José María García: “Aznar salía mal parado”

Jesús Quintero, durante la presentación de su programa, en 2006.

Han pasado solo dos años de la muerte de su protagonista, pero El loco, los silencios de Quintero, que se estrena este miércoles en RTVE play, habla de un mundo que ya no existe, previo a Twitter, (ahora X) y al debate periodístico sobre quedarse o no; antes de los youtubers, de los realities, de la aparición de las plataformas y del consumo televisivo “a la carta”. “Con él”, explica Javier Salvago, guionista que trabajó con Jesús Quintero (San Juan del Puerto, Huelva, 1940- Ubrique, Cádiz, 2022) durante tres décadas, “se acabó una manera de entender la comunicación, la vida, todo; una manera de ser”. De esto va la serie documental (dos capítulos de una hora cada uno): describir al hombre tras el personaje. Del padre hablan sus hijas, Lola Quintero Bonet y Andrea Quintero Urrutia; Del novio; su expareja Joana Bonet; del amigo, Isabel Gemio, Vicky Martín Berrocal, Francisco Rivera; del colega, Angels Barceló, José María García... La serie incluye fragmentos de una entrevista con este último en febrero de 2007 que RTVE censuró en su momento. “Aznar salía muy mal parado”, explica el propio García. Quintero abandonó el programa “por enfermedad” poco después. Ahora es esa misma casa, junto a la productora En Cero Coma, la que le rinde homenaje con este documental que cuenta con imágenes inéditas, dentro y fuera del plató.

El propio Quintero explica su particular método en un momento de la serie. Intentaba que el entrevistado olvidase que estaba en televisión, convertirse en su cómplice y confesor. No quería que le contasen lo que ya habían contado a otros —”No soporto la rutina, los días iguales, los presentadores que hacen y dicen lo mismo. La sensación de lo ya visto, lo ya oído mil veces...”— y para evitarlo usaba dos herramientas. La primera, preguntas diferentes. Muy diferentes: “¿Tú crees que los hombres que nacen junto al mar son distintos a los hombres que nacen tierra adentro?” (A Paco de Lucía); “¿Tú has conocido el amor?” (A Lola Herrera); “Después de toda la vida creyendo en Dios, llegas al final y no hay nada. ¿Qué chasco, no? (A José María Ruiz Mateos). Y la segunda: callarse. El Loco afrontaba la entrevista como el cirujano una operación y el silencio, que empujaba con bocanadas de humo —hasta que le prohibieron fumar durante las grabaciones—, era el bisturí para abrir. Lo explica Bonet, madre de una de sus hijas: en lugar de repreguntar, esperaba. “El entrevistado sentía que no había completado la respuesta, y entonces, daba la respuesta buena”. Quintero no buscaba, en realidad, el titular. Buscaba, añade la periodista, la pregunta perfecta, “la mejor del mundo”. “Eso le atormentaba, pero a la vez, le divertía”.

Jesús Quintero en un momento del documental.RTVE

Al principio, le mintió sobre su edad. Tenía casi 30 años más que ella. El periodista Javier Rioyo, que fue quien los presentó, cuenta que no había dos personas más diferentes: Bonet, intelectual, catalana, cosmopolita, dirigía entonces la revista Woman. Él, andaluz de origen humilde, hijo de electricista y de campesina, encarnaba una improbable mezcla: trasgresión y tradición. Se enamoró. “Muchísimo”. Del Loco, del sur y de su forma de dirigirse a los habitantes de los márgenes “sin condescendencia o paternalismo”. Quintero, que generaba el magnetismo de lo excéntrico, que cambió la corbata de presentador por llamativos pañuelos y la gomina por unos indomables rizos, sentía, a su vez, atracción por otros locos no tan cuerdos, los perros verdes, los ratones coloraos. A ellos les ofreció horas de prime time que ya son historia de la televisión. Conectaba “con otros espíritus libres”, describe Bonet, quien fue testigo de ese momento, por ejemplo cuando, tras un desfile de alta costura en París al que la acompañó, se hizo amigo en dos minutos de John Galliano.

En 1998, tuvieron una hija, Lola. Era la segunda de Quintero, que ya había sido padre de una niña, Andrea (1992), en una relación anterior. “Mi padre decía que sus tres pasiones eran la noche, la radio y sus hijas. Y ese era el orden”, subraya Lola en la serie. Andrea aparece en un vídeo familiar antiguo besando al televisor durante uno de sus programas. Ambas hablan de las ausencias, de la competición desigual contra la pasión de El Loco por el periodismo y el poco tiempo que dejaba para lo demás.

También habla la serie de las depresiones de Quintero, su insatisfacción permanente, el mazazo del suicidio de Rafi Escobedo, condenado por el crimen de los Marqueses de Urquijo, días después de que lo entrevistara en la cárcel. Y de la aparición de la telebasura, cuando nuevos programas empezaron a llevar al plató a otros ratones coloraos, pero para reírse de ellos. “Le parecía vomitivo”, recuerda Bonet. Había pasado su tiempo, y el último lo guardó para acercarse a sus hijas. Andrea Quintero, la primogénita, cuenta emocionada en el documental que, al contrario que la mayoría de los huérfanos, hoy tiene el privilegio de seguir escuchando a su padre fuera de su cabeza, transformando en consejos las reflexiones que dejó en decenas de audios y vídeos. “En la voz se manifiesta todo: la risa, la rabia, el llanto, el dolor…”, decía El Loco. Lola revela que en sus últimos días, cuando ya no recordaba el nombre del pueblo donde había nacido, le puso una canción:

- ¿Sabes qué es esto?

- Pink Floyd.

Era Shine on you crazy diamond, el tema con el que habían empezado tantos de sus programas.

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