Eurocopa 2024: Si Hitler levantara su maldita cabeza

Es gozoso constatar en el torneo que la mayoría de los representantes europeos no son precisamente blancos

Lamine Yamal (izquierda) y Nico Williams, el 30 de junio en Alemania, durante la Eurocopa 2024.Ryan Pierse - UEFA (UEFA via Getty Images)

Los ejércitos de la Eurocopa están plagados de jugadores con piel oscura, ingente cantidad de negros o de rasgos arábigos, hijos o nietos de la inmigración que gracias a su correspondida historia de amor con un balón encontraron su lugar en el sol. El muy oportunista Gabriel Rufián, cuyo descaro a veces tiene gracia, como si el Pijoaparte de la inmortal novela de Marsé ...

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Los ejércitos de la Eurocopa están plagados de jugadores con piel oscura, ingente cantidad de negros o de rasgos arábigos, hijos o nietos de la inmigración que gracias a su correspondida historia de amor con un balón encontraron su lugar en el sol. El muy oportunista Gabriel Rufián, cuyo descaro a veces tiene gracia, como si el Pijoaparte de la inmortal novela de Marsé Últimas tardes con Teresa hubiera logrado buscarse un hueco excelso en el negocio de la política, nos recuerda, a propósito del control de la Marina española sobre los cayucos que ha sugerido el PP, que los dos mejores jugadores de la selección, Nico Williams y Lamine Yamal, son negros y descendientes de la emigración desesperada. Pero sí es gozoso constatar en este torneo que la mayoría de los representantes europeos no son precisamente blancos.

También imagino el disgusto oculto en el Bernabéu del anciano y tradicional facherío franquista al observar que la mayoría de los héroes son más oscuros que las tinieblas. Y existen gratos recuerdos históricos. Como el careto que se le debió de poner a Hitler al ser testigo de cómo un corredor negrata llamado Jesse Owens se coronaba como rey en las olimpiadas de Berlín. O comprender el supremo disgusto del antiguo torturador Jean Marie Le Pen al advertir que la selección francesa estaba plagada de africanos y de moros, individuos que nunca podrían ser bendecidos por la Grandeur.

Imagino que todos los niños de los países más depauperados del mundo y de los extrarradios de las ciudades europeas empiezan a dar patadas a un balón o a un trapo desde que son bebés. Si unos cuantos de sus compatriotas han logrado tocar el cielo, ser millonarios y adorados, sacar a su familia o a su tribu de la miseria, ¿por qué no ellos? Ya no me quedan pasiones y la del fútbol creo que solo la tuve de niño. Desde hace mucho tiempo solo disfruto de sus escasos artistas. Leo una declaración del seleccionado Fabián tan sincera como embrutecida: “Me quedo con el trabajo sucio, no me mueve el fútbol vistoso”.

Pero aún me escandaliza más la de Dolores Fonzi, una argentina directora de cine: “Ser militante es necesario. Y mi manera de hacerlo es rodar películas”. Pobres películas. Y les dejo, que ese modélico emperador germano llamado Kroos va a tocar la pelota. Despojando de sonido al televisor, por supuesto. Qué pesadilla escuchar a la mayoría de los comentaristas de TVE, encabezados por el indescriptible Juan Carlos Rivero. Son tan cutres como los de DAZN. Y pensar que en ese oficio también se desempeñaba el añorado y adorable Michael Robinson, un narrador tan profesional como Carlos Martínez, o un señor que habla primorosamente y escribe aún mejor. Un tal Valdano. Aunque procuro saltarme sus brillantes juicios cuando se refiere al dueño de casi todo, Florentino Pérez.

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