Kroos en la intimidad es tan fino como con el balón. Tenía un plan, no como Schuster
Dos documentales retratan a los legendarios futbolistas alemanes. El que se retira es tenaz, y anticipa los motivos por los que deja el fútbol en lo más alto. El otro se ríe ahora de su carácter volcánico, que pagó caro
El Bernabéu, y los aficionados al fútbol, echarán de menos esos pases de Toni Kroos a 30 o 40 metros que caen con sutileza en el pie del delantero mejor colocado. Antes que él hacía lo mismo en ese estadio, y en otros, Bernd Schuster. Han coincidido estos días en el canal ...
El Bernabéu, y los aficionados al fútbol, echarán de menos esos pases de Toni Kroos a 30 o 40 metros que caen con sutileza en el pie del delantero mejor colocado. Antes que él hacía lo mismo en ese estadio, y en otros, Bernd Schuster. Han coincidido estos días en el canal #Vamos de Movistar+ dos documentales sobre ambos jugadores, que comparten la nacionalidad alemana, su relevancia en la Liga española, la posición en el campo y una visión panorámica del juego. Pero sus historias no tienen nada que ver. Uno se muestra frío, coherente y racional, el otro pagó caro su carácter volcánico.
Bernd Schuster, de hielo y fuego, un capítulo de Informe+, habla de un futbolista que tenía tanta clase como mal genio. Jugó en los tres grandes españoles (Barça, Madrid y Atlético) saltándose todas las rivalidades, pero solía despedirse mal de cada uno de sus clubes, como antes del Colonia. Dejó plantado a su equipo (cuando era el Barça) en su noche más importante (la final de la Copa de Europa) al irse del estadio tras ser sustituido, antes de que se tiraban los penaltis (los fallaron todos). El taxista que se lo llevaba a su hotel no daba crédito. Antes, en otro berrinche, había abandonado la selección alemana cuando solo tenía 23 años, y había sido campeón de la Eurocopa, por lo que se perdió la oportunidad de estar entre los que ganaron el Mundial de 1990. Luego hizo carrera de entrenador, exitosa en el Getafe y en el Madrid, pero fue demasiado sincero cuando dijo que el Barça era muy superior a los blancos, que no podían ganar en el Camp Nou, y fue fulminado. Hoy Schuster recuerda con buen humor sus míticos enfados, se ríe de sí mismo por cómo era de joven, y entre él, sus colegas y sus amigos se entiende que pagó un alto precio por ese temperamento. Hasta los más cercanos admiten que era “maleducado, borde”, pero también “noble, siempre de cara”, y subrayan que con los años ha cambiado y hoy resulta un tipo afable.
El otro documental es de 2020, se llama Kroos. La familia y el fútbol, y ha sido recuperado con ocasión de su último partido con el Real Madrid. Es una producción alemana muy intimista, centrada en su vida personal, y que no incluye imágenes de su juego. Participa el jugador, toda su familia, sus agentes, colegas como Zidane, Stielike o Guardiola y hasta su esforzado tatuador. Entiendes su retirada que parece prematura: Kroos es un tipo tenaz, que sigue un plan, que es coherente con sus decisiones. En el reportaje hablaba abiertamente, hace cuatro años, de que no quería prolongar la vida profesional más de lo necesario. El deporte de alta competición “no es sano para el cuerpo”, explicaba, y daba a entender que tampoco para la mente. Lo saludable, dice, es hacer deporte tres veces por semana y vivir tranquilo.
El Kroos retratado aquí es buen marido, buen padre, buen hermano y buen amigo. Cariñoso con los suyos. Lo único amargo en el relato es la tensa relación con su padre, que también es el primer responsable de sus éxitos. Roland Kroos, entrenador de fútbol, formó a sus dos hijos para que fueran profesionales, lo que consiguió. Se empeñó mucho en la técnica, en que dieran a la pelota con los dos pies hasta que nadie supiera si eran diestros o zurdos. Le salió bien, podemos decir, pero a costa del desgaste en la vida familiar. Los hermanos, Toni y Felix, explican que tanta presión deterioró su relación, que Roland fue antes un técnico para el alto rendimiento que un padre. Al irse los chicos de casa, la pareja se divorció. Sorprende que todos los implicados hablen de ello tan abierta como serenamente: el propio Roland confiesa que hizo la vida difícil a los suyos. Hablan por separado, salvo los dos hermanos, porque confiesan que no se han juntado los cuatro desde la boda de Toni y Jessica (su novia de muchos años) en 2015. Felix Kroos no tuvo tantos triunfos pero se ha retirado todavía más joven: a los 30 años.
El relato sobre Schuster resulta más emocionante, como lo fue su trayectoria. Lo de Kroos se hace más aburrido porque roza la perfección: llega a profesional con 16 años, gana seis Champions entre el Bayern y el Madrid, y un montón de títulos más; y cuando más alabado es su juego decide colgar las botas. Comparte con Schuster haber renunciado a la selección alemana, pero Kroos lo hizo con 31 años, lo que formaba parte de ese plan para mitigar el duro ritmo de la competición. Ahora Toni regresa al equipo nacional para disputar la Eurocopa en su país como broche final a una carrera intachable. No puede aplicarse ese adjetivo a la de Schuster, por genial que fuera. Tampoco el fútbol de hoy, hiperprofesional, es el de los años ochenta. Las estrellas de entonces eran rebeldes, anárquicas, insolentes. Y no tenían un plan.
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