El ‘reality show’ más incómodo y profundo de la televisión te presenta a la peor persona del mundo
Jerrod Carmichael salió del armario públicamente con un monólogo y ahora deja que las cámaras entren en su vida como un hombre con miles de relaciones sexuales
“No eres tan famoso para comportarte así”. Se lo dice “un amigo” a Jerrod Carmichael (Carolina del Norte, 37 años) por teléfono. Lo hace en su propio reality show para HBO. Carmichael es el cómico que saltó a los titulares en 2022 cuando salió del armario públicamente en Rothaniel, un premiado monólogo tragicómico en el que se enfangaba en las entrañas de sus secretos. Ahora ha ido un paso más allá. Se ha construido lo que él llama su propio Show de Truman con ...
“No eres tan famoso para comportarte así”. Se lo dice “un amigo” a Jerrod Carmichael (Carolina del Norte, 37 años) por teléfono. Lo hace en su propio reality show para HBO. Carmichael es el cómico que saltó a los titulares en 2022 cuando salió del armario públicamente en Rothaniel, un premiado monólogo tragicómico en el que se enfangaba en las entrañas de sus secretos. Ahora ha ido un paso más allá. Se ha construido lo que él llama su propio Show de Truman con el objetivo de que las cámaras muestren sus mayores bajezas. Esto no es Las Kardashian, su experimento tiene un filtro por el que al espectador cada vez le caerá peor Jerrod Carmichael.
El cómico afroamericano ha sido productor ejecutivo de la serie Ramy, ha tenido su propia sitcom familiar en abierto donde hablaba de tiroteos, Bill Cosby, gentrificación o transexualidad e incluso ha hecho sus pinitos actorales de prestigio en Pobres criaturas, pero sobre todo es conocido por nunca tomar la decisión sencilla. “Salí del armario tarde. Tenía unos 30, así que en años como gay solo tengo 17″, reconoce hoy el que fue presentador de los Globos de Oro en el año en el que regresó la ceremonia manchada por los sobornos y el racismo. Tras esa confesión en Jerrod Carmichael: reality show, disponible en HBO Max semanalmente, el espectador asiste a una caravana de citas de la aplicación Grindr que aparecen por su puerta para mantener relaciones. La narración sexual es explícita, solo para acabar concluyendo que utiliza esos más de 1.000 coitos con otros hombres como escape. Porque aquí Carmichael quiere volver a explotar su honestidad como arte y estilo propio. O al menos eso es lo que transmite en cámara.
En Rothaniel, todo su estilo cambió. Pasó de hacer stand-up clásico, de pie, moviéndose, e incluso hablando de chicas, a estar sentado con las piernas abiertas, doliente y sincero. De Eddie Murphy a Hannah Gadsby en un monólogo. Se sentó entre silencios y miradas para contar su experiencia como hombre gay, pero también que su padre había tenido una familia secreta con varios hijos, y que su madre no aceptaba verlo como homosexual.
Su familia siempre había sido centro de su obra, en su sitcom y documentales, aunque nunca de forma tan descarnada. “Estaba más cómodo contándolo en cámara, porque la cámara se da cuenta de las mentiras, y me forzó a ser honesto. He intentado que mis padres me escucharan y me vieran toda la vida, buscar su validación”, reconocía a The New York Times. “Porque quiero amor, desesperadamente, pero no a costa de no hablar sobre mi sexualidad, porque entonces me odio a mí mismo”.
Es cuando llega a esa verdad televisiva cuando el reality show de Carmichael brilla, desde el lado más obsceno e incómodo, heredero de Los ensayos de Nathan Fielder. El momento en el que promete a su novio que quiere una relación monógama, mientras se lía en pantalla con otros hombres, repitiendo el esquema de su padre; cuando narra lo poco que le importan los problemas de sus amigos (alquila un piso a su amiga más cercana para no tenerla en casa, pero solo le paga un mes), o cuando responde con ironía las insinuaciones de su padre de que no acepta su lado gay. Pese a que hoy reconoce que le es más fácil “decir que soy gay que pedir perdón”, el silencio en la familia por su “pecadora” sexualidad, que narraba Rothaniel, lo marca todo.
Sus silencios siempre están cargados. En el primer episodio, Carmichael se declara a uno de sus mejores amigos, y lo llama para tener una charla “privada” sobre cómo la situación ha afectado a su relación. Las cámaras graban todo. Su amigo se ríe y da evasivas. Nunca sabremos si lo habría tratado igual sin el reality en marcha. Alguien llama a la puerta. Tyler, the creator, el amigo escuchante, había llamado al servicio de habitaciones del hotel. Su compañero se come un taco, y se hace un silencio atronador. “Eso estaba riquísimo, muchas gracias”, corta el amigo: “En 30 segundos viene un pedo”. Se mueve al balcón para que las flatulencias salgan por la ventana. La cara de Carmichael es pura angustia. Quizás sea uno de los momentos más incómodos de la historia de la televisión.
Porque él quiere grabar todo. O eso dice. “Esto no es una mirada neutral, no es la realidad, está narrado, editado… y no tengo acceso a ello, así que no vas a tener nada de mí (...) es masturbatoriamente público”, le achaca un hombre anónimo completamente disfrazado, pero a quien los detectives de internet no tardaron en identificar como el cómico Bo Buhrman, director de Rothaniel y que triunfó en pandemia con Inside. Pese a este enfrentamiento, su teoría no está tan lejos de lo que Carmichael ha explicado siempre de sus monólogos: “Son una función, viven en la ilusión de la realidad, pero esta vez era un ejercicio de contar la verdad, ¿qué pasa si cumplo la promesa de que lo que cuento sea realmente la verdad?”.
En 2024 el espectador conoce las reglas y trampas del género. El montaje se ha ido adaptando y los personajes han ido aprendiendo. “Las redes sociales tienen tanto de social como los reality shows tienen de realidad” es una frase que el guionista Aaron Sorkin repitió durante la promoción de La red social. Jerrod Carmichael puede estar perfectamente fingiendo su honestidad, como todos los demás, pero su reality tiene, en cambio, algo difícil de encontrar en otros: es introspectivo, meditativo y cautivador; quiere ser difícil de ver. En realidad, si el género se pareciera más a la vida, no sería tan entretenido, sino difícil de ver. Porque hasta un famoso de segunda fila aparentemente sincero y que nos caía bien puede ser la peor persona del mundo.
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