De Barbie a Stacy Malibú: consumismo e identitad
Hasta hace poco, ser activista no era compatible con ser un orgulloso consumista de cada tontería que se pusiera de moda
Me pregunto cómo ha comprado tanta gente la idea de que Barbie es un proyecto valiente llamado a emancipar a mujeres y a las del colectivo. Después de asistir entre atónita y aburrida a dos horas de panfleto pueril y publicidad bochornosa abandoné el cine cariacontecida, mientras la siguiente tanda de ilusos de rosa entraba a la sala. Con las ganas que teníamos de esta película. Warner ha invertido 100 millones de dólares en promocionar un mojón con purpurina, y a buen seguro recuperarán el dinero.
Hasta aquí, nada...
Me pregunto cómo ha comprado tanta gente la idea de que Barbie es un proyecto valiente llamado a emancipar a mujeres y a las del colectivo. Después de asistir entre atónita y aburrida a dos horas de panfleto pueril y publicidad bochornosa abandoné el cine cariacontecida, mientras la siguiente tanda de ilusos de rosa entraba a la sala. Con las ganas que teníamos de esta película. Warner ha invertido 100 millones de dólares en promocionar un mojón con purpurina, y a buen seguro recuperarán el dinero.
Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. Pero ahora empieza lo delirante: la fuerte identificación que vive su público objetivo con el producto. Están tan identificados que se creen de verdad que llenar las arcas de unos plutócratas es una revolución política y social. Desde el día veinte no ahorcan gays en Irán, no se discrimina a los transexuales, todos elegimos pronombre, y las mujeres tenemos todas puestos de poder (¿soy ya directora de este diario?). Leo a activistas escribir “estoy llorando, lo hemos conseguido”. Y me acuerdo de aquel glorioso boicot del Frente de Liberación Barbie en el que se colaron en las fábricas de Mattel e intercambiaron los chips de voz de GiJoe y Barbie. Esas navidades de 1993 las rubias decían “Voy a matarte” y los mazados “Llévame de compras”.
Porque hasta hace poco ser activista no era compatible con ser un orgulloso consumista de cada tontería que se pusiera de moda. Cuando Lisa Simpson consiguió crear una muñeca inteligente y capaz, Stacy Malibú contraatacó con la misma muñeca de siempre pero con un sombrero. Y un montón de niñas la compraron porque “el sombrero es nuevo”. Así que aquí tenéis, activistas de nueva ola: la misma mierda de siempre pero tan grande como el sombrero de un picador.
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