El daño irreparable del caso Arny y la ficción que nos estamos perdiendo
‘Arny, historia de una infamia’ hace un ejercicio de memoria justo y necesario de un caso que, al sentarlos en el banquillo, sacó a sus acusados del armario y los vistió de los peores prejuicios asociados a la homosexualidad
Las secuelas de un juicio injusto salen del juzgado aún con más facilidad con la que los falsos culpables entran. Y no hay sentencia exculpatoria que las borre. En 1995, en pleno caso Arny, la madre de Jesús Vázquez se estaba muriendo de cáncer. Sus hijos le tenían prohibida la tele en el hospital y le filtraban la prensa. Su salud empeoraba, pero llegó a recibir la noticia que cualquier madre en esa tesitura desearía escuchar: Jesús y sus hermanos le contaron que había salido absuelto. Al ...
Las secuelas de un juicio injusto salen del juzgado aún con más facilidad con la que los falsos culpables entran. Y no hay sentencia exculpatoria que las borre. En 1995, en pleno caso Arny, la madre de Jesús Vázquez se estaba muriendo de cáncer. Sus hijos le tenían prohibida la tele en el hospital y le filtraban la prensa. Su salud empeoraba, pero llegó a recibir la noticia que cualquier madre en esa tesitura desearía escuchar: Jesús y sus hermanos le contaron que había salido absuelto. Al día siguiente murió sin saber que sus hijos habían protagonizado una pantomima, un Good Bye, Lenin! para que ella pudiera descansar en paz. Esta conmovedora escena, que Jesús Vázquez ya ha contado otras veces, se la volvemos a escuchar con la misma emoción en Arny, historia de una infamia, la miniserie documental dirigida por Juan Moya recién estrenada en HBO Max.
Si el caso Arny hubiese tenido lugar en Atlanta en vez de en Sevilla, Ryan Murphy ya le habría dedicado una serie de ficción. A la jueza de instrucción del caso, María Auxiliadora Echávarri, la interpretaría Sarah Paulson. A Jesús, Matt Boomer. Y ese teatrillo fraterno sería el clímax de uno de los episodios.
Arny, historia de una infamia hace un ejercicio de memoria justo y necesario de un caso que, al sentarlos en el banquillo, sacó a sus acusados del armario y los vistió de los peores prejuicios asociados a la homosexualidad en una época en la que la anticipaban por costumbre. Resulta frustrante que, con la lucidez que aportan a nuestra historia algunos de nuestros juicios más relevantes, no hayamos importado aún la fórmula de American Crime Story. Igual que no hay nada más elocuente que un buen subtexto, a veces no hay nada más cierto —y certero— que la mentira de la ficción.
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