La naturaleza de Risto Mejide
Como el defensa que salta al campo para romperle la pierna al delantero porque jugando al fútbol no puede competir, el presentador de Cuatro fue a Torrejón de Ardoz a quebrar a Obregón y Pedroche. Si no podía ganar en audiencia, golearía en indecencia
Según uno de los rumores favoritos del Hollywood dorado, la viperina Louella Parsons debía su carrera al chantaje al que sometía al magnate de la comunicación, y maestro en el arte del bulo, William Randolph Hearst, a quien la cronista habría encubierto tras un asesinato.
Al leer que Risto Mejide y Mariló Montero, dos de las personas que menos simpatías despierta...
Según uno de los rumores favoritos del Hollywood dorado, la viperina Louella Parsons debía su carrera al chantaje al que sometía al magnate de la comunicación, y maestro en el arte del bulo, William Randolph Hearst, a quien la cronista habría encubierto tras un asesinato.
Al leer que Risto Mejide y Mariló Montero, dos de las personas que menos simpatías despiertan en un grupo mediático que no goza de muchas, retransmitirían las uvas en Mediaset, pensé en Louella y Hearst, el chantaje se me antojaba la única justificación de una decisión que parecía tomada por Atresmedia.
Cuando Risto soltó su exabrupto, acusando indisimuladamente a la competencia de utilizar su vida personal para arañar audiencia, me olvidé de Louella y recordé las palabras del escorpión a la rana: “Es mi naturaleza”. Risto hizo lo que se espera de él: fue faltón, impertinente y desagradable, e hipócrita, acusó a los demás de algo en lo que Mediaset es el puto jefe, el puto amo, por citar los versos de Guardiola. Precisamente él, que no sólo retransmitió #tolrato su última relación, sino que convirtió su ruptura en un espectáculo bochornoso, una cuenta atrás hacia los abismos de la vergüenza ajena que no hay pichula marchita que supere.
Como el defensa leñero que salta al campo para romper la pierna del delantero habilidoso porque sabe que jugando al fútbol no puede competir, Risto fue a Torrejón de Ardoz con la idea de quebrar a Obregón y Pedroche, si no podía ganar en espectadores golearía en indecencia.
Ni expeliendo todo su veneno evitó una audiencia ínfima, impropia de una cadena que aspira a ser la más vista. Un castigo pequeño para una provocación lamentable a la que las aludidas dieron una respuesta demasiado elegante, se habría merecido la de Greta Thunberg a Andrew Tate.
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