La voz de los más inocentes
El cineasta Raúl Serrano describe en ‘Así crecen los enanos’, un intenso documental incorporado recientemente a Filmin, la vida de los menores en centros de acogida. Él sabe de qué habla porque fue uno de ellos.
El autor de este documental sabe de qué habla. Y eso ya es una garantía. Raúl Serrano es cineasta y documentalista, pero también el superviviente a su propia infancia. Serrano ingresó a los cinco años en un centro de acogida de Madrid. Su familia vivía en la calle, su madre se pegaba constantemente con la otra mujer de su padre quien, para acabar con la pelea, las zurraba a las dos. Así que el centro, en cierto sentido, constituyó un alivio. Pero acarreaba una contrapartida dolorosa. Serrano asegura que lo que más recuerda de todos esos años en un edificio de naves largas llenas de camas en hi...
El autor de este documental sabe de qué habla. Y eso ya es una garantía. Raúl Serrano es cineasta y documentalista, pero también el superviviente a su propia infancia. Serrano ingresó a los cinco años en un centro de acogida de Madrid. Su familia vivía en la calle, su madre se pegaba constantemente con la otra mujer de su padre quien, para acabar con la pelea, las zurraba a las dos. Así que el centro, en cierto sentido, constituyó un alivio. Pero acarreaba una contrapartida dolorosa. Serrano asegura que lo que más recuerda de todos esos años en un edificio de naves largas llenas de camas en hilera es el sentimiento de absoluta soledad y de desamparo que solo un niño de 13 o 14 años puede llegar a concebir. Aún hoy le asalta a veces. Consiguió salir de ahí sin demasiadas heridas e imponerse a un destino que venía torcido desde el principio y a base de fuerza de voluntad se hizo cineasta. Pero, como dijo el poeta, no hay barco que te arranque de ti mismo. Así que ha concebido, dirigido y participado en este documental, Así crecen los enanos, incorporado recientemente a Filmin, que aborda el problema de estos menores a los que los expertos califican como “los últimos de los últimos”. Según el Observatorio de la Infancia de 2020, en España viven, bien en centros de protección bien en familias de acogida, más de 35.000 menores. No han cometido ningún delito, no han hecho nada malo. Tan solo nacer en una familia que, por lo que sea, es incapaz de proporcionarles el cariño y el bienestar que precisan.
En el documental desfilan psicólogos, políticos, sociólogos y educadores, que trazan un panorama completo de lo que falla en el sistema, de lo que se podría mejorar, de lo que está mejorando. Hablan de la necesidad de centros más pequeños, de fomentar más las familias de acogida, de no estigmatizar aún más a estos menores. Uno de estos expertos desliza un comentario sobrecogedor: “Estos niños no han aprendido muchas cosas. Pero han aprendido otras, que no son nada necesarias. Han aprendido que son basura, que son torpes, que no pueden confiar en los adultos”.
Sin embargo, el valor del documental radica en que hablan ellos, los hombres y mujeres que vivieron esa pesadilla. Natalia, una chica que también, como Raúl, consiguió construirse una vida nueva, cuenta el primer día en un centro, al que acudió porque su madre, aquejada de una dolencia psicológica, no podía hacerse cargo ni de ella ni de su hermana: “Llegué a la hora de cenar. Así que nos dieron de cenar (…) Después me sentí muy sola…”. Aquí se para. Llora. Mira a un sitio indeterminado que solo ella ve. Y prosigue: “…porque mi madre había sido todo mi apoyo y no esperaba que me fallase, y llegar allí, y ver gente de todos los sitios, y de todos los colores, y sentir que tú solo tienes a tu hermana…”.
En la parrilla de esa plataforma se pueden encontrar otros documentales más complejos técnicamente, que hablan de sitios lejanos o de episodios que sucedieron hace tiempo. Este está narrado con sencillez y describe fielmente unos infiernos muy próximos, habitados por la gente más inocente que se pueda imaginar.