Harry Palmer: el tercer vértice del mágico triángulo de espías británicos

Gracias a una nueva serie y a las películas de Michael Caine, Movistar Plus+ recupera un mito de la mejor ficción de espionaje, el complemento perfecto a James Bond y George Smiley

Joe Cole como Harry Palmer en la serie británica que adapta las novelas de Len Deighton.

Puede que los británicos no sean los mejores espías de la historia ―no si eliminamos de la lista a todos esos agentes impecables que tenían el pequeño defecto de ser también algunos de los mayores traidores de todos los tiempos— pero sí son los más elegantes y, sobre todo, quienes han conseguido a través de la ficción moldear la imagen que tenemos de este mundo de secretos y traiciones. James Bond en el lado espectacular, lujoso y golfo (a pesar de los cambios operados en el siglo XXI) y George Smiley en la variante reflexiva y de gran altura literaria forman un elenco que estaría incompleto s...

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Puede que los británicos no sean los mejores espías de la historia ―no si eliminamos de la lista a todos esos agentes impecables que tenían el pequeño defecto de ser también algunos de los mayores traidores de todos los tiempos— pero sí son los más elegantes y, sobre todo, quienes han conseguido a través de la ficción moldear la imagen que tenemos de este mundo de secretos y traiciones. James Bond en el lado espectacular, lujoso y golfo (a pesar de los cambios operados en el siglo XXI) y George Smiley en la variante reflexiva y de gran altura literaria forman un elenco que estaría incompleto sin los continuadores de la tradición (el Jackson Lamb de Mick Herron o el Thomas Kell de Charles Cumming) y, sobre todo, sin Harry Palmer. Una nueva serie estrenada en Movistar Plus+ (Harry Palmer: el expediente Ipcress) y la recuperación de las películas de Michael Caine actualizan un mito no tan conocido del mundo del espionaje, el complemento perfecto a los dos gigantes creados por Ian Fleming y John Le Carré.

Pero, ¿quién es Harry Palmer? Para empezar, un individuo sin nombre en las novelas de Len Deighton, que inició la serie en 1962. El escritor británico dejó innominado a su narrador y protagonista (lo que genera un problema a la hora de saber cuántas están protagonizadas por él: el canon recoge cuatro, otros llegan hasta ocho) y fueron el actor Michael Caine y el productor Harry Saltzman (responsable junto a Albert R. Broccoli del imperio cinematográfico en torno a 007) quienes lo bautizaron para la adaptación cinematográfica de The Ipcress File en 1965. La película se puede ver en Movistar Plus+ junto con Funeral en Berlín (1966), dos de las tres veces que el actor británico encarnó al espía. Se trata de una buena y oscura primera toma de contacto con el personaje: la elegancia de Caine, nadie nunca ha llevado unas gafas así, y la banda sonora de John Barry (responsable de la identidad musical de 007) sostienen un filme clásico de la Guerra Fría.

Pero es la serie de seis capítulos —disponible también en Movistar Plus+, desde el lunes 6 completa bajo demanda— la que actualiza el personaje y le da relevancia en el siglo XXI. Joe Cole (Peaky Blinders) no es Caine, pero se apaña muy bien en una producción que ahonda de manera ágil en el personaje de Harry Palmer: militar caído en desgracia por contrabandista, veterano de Corea, de origen humilde, con estudios superiores en matemáticas, tan irreverente como bueno en el arte de la supervivencia, gourmet y caballero. Empieza su misión en el mundo del espionaje forzado por las circunstancias, pero entiende pronto que está atrapado por su propio compromiso. “¿Cómo es que se te da tan bien esto? Porque, quieras reconocerlo o no, te importa”, le dice su jefe Dalby, un excelente Tom Hollander, uno de los muchos secundarios que da solidez a la historia.

Lucy Boyton y Aslehy Thomas interpretan personajes ya presentes en la película de 1965, pero con un enfoque muy distinto.

La trama de Harry Palmer: el expediente Ipcress es la misma que la de la novela y la película solo que, desarrollada con más calma, atiende mejor a los dobleces del personaje, busca ese equilibrio tan complicado entre espectáculo y diversión y hondura psicológica. La desaparición en sospechosas circunstancias de un prestigioso físico (nadie sabe al principio si ha sido secuestrado o ha desertado) pone al espionaje británico ante un sofisticado sistema de lavado de cerebro inventado por los soviéticos para robar secretos nucleares. La historia esconde otras conspiraciones y lealtades corrompidas, todo puro espionaje, todo pura Guerra Fría.

Hay otros ingredientes a favor de esta versión televisiva. Lucy Boynton interpreta a Jean Courtney, una pionera, una mujer entregada a su carrera de espía que aporta una profundidad a su relación con Palmer imposible hace 50 años, ni en los libros ni, mucho menos, en una película sostenida por el productor de James Bond. “Para los hombres es más fácil mentir. Todo es más fácil siempre para los hombres”, se queja. Es ella la que conoce el mundo del espionaje, la que alecciona a Palmer, la que se resiste a sus insinuaciones, quien le dice justo antes de un asalto a una casa, armada y bolso en mano: “Haremos lo que sea necesario”. Tampoco el agente negro de la CIA Paul Maddox (Ashley Thomas) se queda en el mero adorno que es en la versión cinematográfica.

Una serie sobre espías en la Guerra Fría no es nada sin un buen check point.

Tras un inicio marcado por una puesta en escena llena de ritmo, la serie se detiene en algunos aspectos para volver a acelerar a partir de la mitad. Hay escenarios internacionales (Berlín, Beirut...) tan queridos siempre por el espionaje, una voluntad clásica, algo vintage, desde el diseño de los títulos de crédito y mucho respeto por el género. Y, aunque no sea lo esencial y la promoción lleve a cierto engaño, la serie destila elegancia: en los sombreros siempre bien puestos, en los abrigos bien cortados, en los salones donde se reúnen, en los gestos, algo casi intangible y muy británico. El estilo de la serie, sin llegar a su grandeza, recuerda algo a Endeavour. Una buena manera de traer a nuestro tiempo a un mito no tan conocido de la Guerra Fría, el mundo preferido de los grandes espías, traidores o no.

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