Columna

Elijan ser criminales o elijan ser famosos

¿Por qué un delito, cuando es perpetrado por o hacia personajes conocidos, se convierte en una chirigota?

Luis Lorenzo sale del juzgado tras firmar, el 30 de mayo, en Madrid.Foto: José Ramón Hernando | Vídeo: EPV

¿Qué les puedo contar de Johnny Depp y de Amber Heard que no puedan haber leído ya? Nada, ninguna novedad. Me callo —un poco al estilo Peñafiel, eso sí— los inquietantes testimonios de quienes tuvieron que aguantar al ídolo en el rodaje de La novena puerta y en el festival de San Sebastián. Raro me parece que a ningún medio se le haya ocurrido ir a rascar por ahí. Al margen de ver quién es más tóxico dentro de esa pareja, quiero compartir la reflexión...

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¿Qué les puedo contar de Johnny Depp y de Amber Heard que no puedan haber leído ya? Nada, ninguna novedad. Me callo —un poco al estilo Peñafiel, eso sí— los inquietantes testimonios de quienes tuvieron que aguantar al ídolo en el rodaje de La novena puerta y en el festival de San Sebastián. Raro me parece que a ningún medio se le haya ocurrido ir a rascar por ahí. Al margen de ver quién es más tóxico dentro de esa pareja, quiero compartir la reflexión que he tenido esta última semana. ¿Por qué un delito, cuando es perpetrado por/hacia famosos, se convierte en una chirigota?

El caso más reciente es el más siniestro: el actor Luis Lorenzo y su pareja la expresentadora Arantxa Palomino presuntamente envenenan a la anciana tía de esta para hacerse con su fortuna. Hay menos memes de los que eran de esperar; tal vez sea porque lo de las personas vulnerables nos da respeto, o tal vez sea que estábamos ocupados con el caso Depp-Heard. Lorenzo, por lo visto, le decía a su expareja que tenía un hermano paralítico (como Carlos Larrañaga en El extraño viaje), al tiempo que robaba dinero de su empresa de compraventa de cactus.

Hace año y medio teníamos el caso más esperpéntico de la crónica negra española en años: el intento de asesinato del productor Mainat a manos de su aún esposa Ángela Dobrowolski. El caso voló tan alto que en semana y media ya estaba agotado; en la casa vivían 30 filipinos que revendían muebles. Vivían también una rusa economista y vidente, un chapero con su madre, y una señora con peluca que nunca se supo qué pintaba ahí.

Decía Margarita Landi en una entrevista que cualquiera puede ser un asesino. Así que tengan ustedes clara una cosa: elijan ser criminales o elijan ser famosos. Pero no elijan las dos cosas a la vez, que acaba todo el mundo por los suelos de la risa. Y no es plan.

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