“Estoy flipando”: así ha vivido Chanel su tarde de gloria en San Isidro
Un viaje en compañía de la cantante y su equipo, de camino hacia su actuación en la plaza Mayor de Madrid para celebrar ante miles de asistentes eufóricos su tercer puesto en Eurovisión con ‘SloMo’
“¡Un millón! ¡Un millón de visualizaciones tiene este vídeo!”, grita Chanel Terrero eufórica a bordo del autobús que la lleva camino de la plaza Mayor de Madrid, después de su noche triunfal en Turín, y poco antes de actuar, la tarde de San Isidro, en un concierto organizado por el Ayuntamiento de Madrid junto a Los40 Classic. Una aparición que puso la guinda a una campaña meteórica que empezó en enero, cuando resultó ganadora en el Benidorm Fest con SloMo y que culminó con ...
“¡Un millón! ¡Un millón de visualizaciones tiene este vídeo!”, grita Chanel Terrero eufórica a bordo del autobús que la lleva camino de la plaza Mayor de Madrid, después de su noche triunfal en Turín, y poco antes de actuar, la tarde de San Isidro, en un concierto organizado por el Ayuntamiento de Madrid junto a Los40 Classic. Una aparición que puso la guinda a una campaña meteórica que empezó en enero, cuando resultó ganadora en el Benidorm Fest con SloMo y que culminó con un bronce que ha vuelto loca a España. El vídeo es uno en el que se besa en los labios con María Pérez, una de sus bailarinas. “¿Dejamos en suspense si somos novias?”, vocea Chanel, divertida. María ríe a carcajadas junto a todos los que viajan hacia el centro de la ciudad, el entourage que no la ha dejado ni a sol ni a sombra los últimos cuatro meses y que la ha ayudado a alcanzar el europodio: su artista de maquillaje, Rubén Mármol, que quiso “darle un aire de estrella internacional”, su coreógrafo, Kyle Hanagami, responsable de algunos bailes icónicos de JLO y que acudió a Italia a asegurarse de que todo funcionaba como una maquinaria de precisión y, sobre todo, su cuerpo de baile.
María y Chanel no son novias, pero eso no sería un problema ni nada reseñable para este grupo de jóvenes de entre 20 y 30 años que se ha convertido en familia y que vive la diversidad racial y sexual con absoluta normalidad. Josh Huerta, el bailarín nacido en Lima pero madrileño hasta la médula, como se define él mismo, muestra horrorizado el titular de una crónica del día que reza Chanel Terrero, la inmigrante que baila con homosexuales y no se calla ante Vox: “Es que sigo sin poder entender estas cosas”. Él forma junto con Exon Narcos, “colombiano de Plaza Castilla”, el dúo que tantos comentarios xenófobos ha suscitado. Uno se ha curtido en giras por Asia, el otro con las Spice Girls.
En medio del griterío, Melania Pan, responsable de la imagen de la cantante, se recrea en la increíble fábula de esta mujer currante, hija de migrantes lationamericanos, hecha a sí misma, que ha conseguido imponerse finalmente en un arco dramático que comenzó con un episodio de odio en redes contra una propuesta con tintes de pop latino que no tenía los elementos identitarios de Tanxungueiras, ni planteaba un debate feminista, como Rigoberta Bandini. De ella es la “culpa” de que la cantante se enfundase las espectaculares creaciones de Thierry Mugler y Palomo. “Cuando empecé a trabajar con ella, justo después del Benidorm Fest, llegué a tener miedo por el nivel hateo. El racismo, los comentarios clasistas... Eran tremendos, pero al final ha conseguido ganarse a la gente simplemente siendo quien es. Esta gente tiene muchísimo mérito porque la danza y el canto de los musicales y del pop no es alta cultura, a ellos nadie les da becas para abrirse paso en el mundo”.
Hay una expresión que se usa en el argot de los musicales para hacer alusión a los que se suben al escenario simplemente a cubrir el expediente. “Marcar”. El desgaste físico y mental de este tipo de artistas, una mezcla de actores, cantantes y atletas, es tan grande —tienen función ocho días a la semana y dos de ellos hacen doblete— que hay días que simplemente el cuerpo solo les permite actuar con el piloto automático puesto. “Chanel es conocida en toda la profesión porque es una de esas personas que nunca, jamás marca”, cuenta al otro lado del teléfono un antiguo compañero bailarín que prefiere no dar su nombre.
Horas después, Chanel Terrero en persona, sentada en una sala de maquillaje de RTVE, recién aterrizada de Turín, después de haber conseguido para España el mejor resultado en Eurovisión desde hace 27 años (el festival coronó a los ucranios Kalush Orchestra), tiene los ojos irritados del agotamiento y confirma esta visión: “Es totalmente verdad, me define a la perfección. La ética del trabajo ha definido de siempre a mi familia, así que tampoco pensamos mucho en ello”. Dice ella que fue precisamente esa obsesión por trabajar lo que le permitió ignorar absolutamente la oleada inicial de odio contra ella: “Lo fui notando poco a poco, porque no le presté atención al hate en su momento. Lamentablemente, tampoco le presté mucha atención a lo bueno, aunque me di cuenta de que algo nuevo estaba pasando cuando se hizo viral lo del chanelazo”. También le ayudó el cariño de su familia, quienes en la noche de la victoria eran los únicos con los que quería hablar. De hecho, a la primera que llamó fue a su abuela, que se asustó cuando la vio llorar. Era de pura alegría.
A la pregunta de si después de este éxito se ve aún con ganas y fuerzas de seguir participando en el musical de Nacho Cano, Malinche, contesta rotunda pero ambigua: “Les tengo un deber moral y un cariño a ese proyecto y a Nacho Cano que tanto me ha apoyado y ha creído a mí que ya no es un deber, es que está en mí. No sé si las circunstancias me van a dejar hacerlo mucho tiempo, pero aunque sea estrenar...”. Y sobre la victoria de Ucrania en Eurovisión, asegura: “Yo he vivido un festival superbonito y la competitividad la he vivido como algo muy sano, al menos entre los concursantes”.
“¡Señor policía! ¡Déjenos pasar hombre, que hemos quedado terceros!”, le grita eufórica Chanel Terrero a uno de los agentes que regula el acceso a la Plaza Mayor. Ni ella ni ninguno de los miembros de su equipo puede creerse la multitud enfervorecida que bloquea las calles. Cuando por fin consiguen llegar al escenario 8.000 personas entregadas les esperan. Al bajar del escenario, donde actuó vestida de Andrés Acosta, Chanel casi no puede hablar. Sólo alcanza a decir: “Estoy flipando, tío”.
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